19 de julio de 2022

Jorge Tigrero Vaca
Guayaquil-Ecuador
Comunidad de Educadores de la Red Iberoamericana de Docentes.

El presente artículo trata acerca de una de las falencias más importantes que se mantienen con mucha fuerza en el contexto del reencuentro con los estudiantes después de la pandemia: el desarrollo de reflexiones sobre el acontecer diario que deriven en aprendizajes significativos.

Volver a compartir, convivir y, sobre todo, llenar de vida los rincones, antes vacíos de las escuelas es, sin duda alguna, uno de los alicientes más trascendentes que como docentes tenemos la dicha de vivir. Sin embargo, no podemos permitir que algunas situaciones y falencias que ocurrían antes de la pandemia se mantengan como si no hubiese pasado nada. Entre esas problemáticas se encuentra no desarrollar la capacidad de reflexionar y aprender de las experiencias vividas.

Abordar el aprendizaje a través de la reflexión, conlleva tener presente que independientemente de las asignaturas que tengamos a nuestro cargo, no debemos dejar pasar la oportunidad de generar en los estudiantes, estrategias para que puedan organizar sus pensamientos, pensar acerca de sus experiencias vividas y que sus acciones contemplen poder generar conciencia de sus errores y aciertos para que cuando se enfrenten a situaciones problemáticas, tengan en sus esquemas mentales, elementos que les permitan tomar decisiones estratégicas y no actuar por impulso o sin considerar los elementos necesarios para enfrentarse a la realidad.

La falta de reflexión en la convivencia es uno de esos elementos que debemos tomar muy en cuenta en los procesos de sociabilidad que se dan en las aulas. Todos, tanto a nivel familiar o de amistades hemos sido testigos de pérdidas, muertes, experiencias sumamente dolorosas, que combinan factores tanto de salud, convivencia, economía, trabajo y relaciones interpersonales. Hacer como si nada hubiese pasado y encontrarnos con acciones egoístas, odios y quemeimportismo resulta realmente inaceptable.

La reflexión en el aula debe ir más allá de solo pensar en los conceptos y sus aplicaciones para entenderlas, debe contemplar el desarrollo de una conciencia social, de estar al tanto de lo que sucede a nivel local, nacional y global. Si bien puede parecer muy extenso, una de las estrategias que considero importantes es darse un tiempo en las sesiones de clase para leer noticias, conversar sobre lo que está pasando en la ciudad, en el país y en el mundo para que los estudiantes no estén aislados, sepan qué ocurre en sus contextos y sobre todo puedan generar sus propias opiniones.

En muchas situaciones, los estudiantes llevan a las aulas formas de expresarse y de pensar que son una réplica de lo que escuchan en casa, de lo que sus padres, hermanos o familiares dicen, lo cual en muchos contextos puede estar sesgado por conductas violentas, odios o resentimientos. A esto se suma la total desconexión de diálogos en las clases para que ellos puedan sentirse involucrados o que sus opiniones, sentimientos y percepciones tienen importancia.

La reflexión sobre lo que se aprende, sobre el acontecer político, social, económico, debe tener como base pensar sobre nuestro propio accionar, que los estudiantes sean conscientes de que cada día es una oportunidad de aprender algo nuevo, de que equivocarse no es algo que solo conlleve sanciones o bajas notas, que los errores deben ser analizados, que la comprensión de las razones por las que ocurren las consecuencias son la clave de poder enrumbar nuestro camino hacia lo que queramos alcanzar.

En el marco de las tareas, lecciones, exámenes y actividades en el aula, se debe estructurar un espacio para dialogar, debatir y analizar el desenvolvimiento cotidiano, el rendimiento, los resultados para que puedan expresar con claridad los procesos que emprendieron para conseguirlos.

Al igual que el análisis reflexivo sobre los temas y dinámicas de las clases, poder conectar el acontecer social a los procesos de aprendizaje resulta un factor clave, para ello se debe procurar generar actividades que combinen las consignas académicas con elementos reales. Por ejemplo, si el libro de texto de la asignatura plantea un problema con una narrativa prediseñada, adaptemos la situación tomando en cuenta alguna problemática de nuestra ciudad, contextualicemos la consigna, acerquemos el planteamiento a las condiciones reales que viven los estudiantes, así creamos un puente entre lo que se aprende y lo que se vive, esa es la mejor manera de lograr que los aprendizajes se conviertan en significativos.

Es importante también dar cabida a trabajar en la capacidad de escucha en la convivencia diaria, poder plantear algún tema con eje en los valores o conversar sobre la cotidianidad para que cada alumno pueda destacar que, sin importar las condiciones, la diversidad es un factor enriquecedor ya que todos tenemos la capacidad de aprender algo nuevo de nuestros semejantes y también podemos aportar, a través de consejos, guías o trabajando en conjunto, con soluciones a los problemas de nuestros compañeros.

Cuando nuestros estudiantes se dan cuenta que los contenidos de las clases son útiles para su vida se sienten motivados, felices por volver a las clases, integran a su forma de desenvolverse, la necesidad de aprender como eje indispensable para enfrentarse a la realidad y, sobre todo, generan una conciencia de que pueden ser partícipes de las mejoras que se necesitan en el entorno cotidiano.