20 de septiembre de 2022

Mg. Marcela Alejandra Quinteros-Carabajal
Deán Funes. Córdoba. Argentina
Comunidad de Educadores de la Red Iberoamericana de Docentes.

Cada sociedad concibe la ciencia con las necesidades y recursos que cuenta. Está tensionada por los acontecimientos históricos que la construyen y sustentan, lo que le otorga valor político y cultural. El conocimiento científico, su producción, y sus productos forman parte de constructos sociales. No es posible indagar la realidad socio ambiental, sin abordar o considerar la intrincada trama de relaciones, prejuicios, y necesidades del humano en el momento actual.

Para Bachelard (1972), arribar al conocimiento científico exige que el investigador previamente desplace ciertas trabas que impiden “pensar científicamente”. Sostiene que algunos de estos obstáculos son: las opiniones desde el conocimiento del sentido común pues no son fundamentadas ni surgen a partir del análisis sistematizado de los fenómenos que nos permite un método científico, por lo que se sostienen desde el entramado de prejuicios con que nos movemos cotidianamente.

Los datos obtenidos a través de los sentidos, son también obstáculos epistemológicos, dado que toda percepción implica una interpretación del objeto en cuestión.

El conocimiento científico previo, que nos estructura desde una mirada particular, también puede constituirse en obstáculo epistemológico, pues puede dificultar la aceptación de otras formas más adecuada para abordar los fenómenos.

Bachelard halla en este mecanismo de asimilación uno de los obstáculos más serios para el conocimiento científico. “Mientras la opinión tiende a manejarse con los que él denomina objetos designados, el conocimiento requiere eludir ese mecanismo cotidiano de reconocer ese algo que tengo enfrente para poder conocerlo sin prejuicios. A esta otra instancia de objetivación la denomina objeto instructor. Mientras el objeto designado es meramente reconocido y se le da la forma de lo ya sabido, el objeto en tanto instructor en la historia de los obstáculos que suponen los hábitos culturales, la realidad supera la ficción. No se puede basar nada sobre la opinión: Pero Bachelard sabe que no es tan fácil borrar los conocimientos habituales y las resistencias culturales en general. Actualmente resulta utópico pretender desligar la investigación científica de sus “externalidades”, en la medida en que hasta la investigación más básica se ve condicionada por las necesidades sociales y el mercado” (Flax, J 1996). Particularmente en el ámbito de la problemática socio-ambiental, se da esta realidad.

Los problemas ambientales, guardan estrecha relación con los factores culturales, como por ejemplo la creencia de que está bien la práctica de quemar los campos, para provocar su reverdecimiento, o las podas extremas de los árboles, o el mascotismo de aves silvestres, entre otras cuestiones. Muchas prácticas y hábitos se basan en lo directamente observacional, en creencias ancestrales, o en el sentido común.

 Valdivieso (2004), expresa que “cuando distintos discursos se cruzan, las probabilidades de definir netamente un código de integridad científica son aún menores”.

En el campo de la ciencia ecológica, y más aún en el más extenso de las ciencias ambientales, se dan en gran medida estas dificultades; ya que el objeto de estudio abarca diversas disciplinas y el trabajo experimental es difícil de reproducir en el laboratorio. Un ecólogo difícilmente acepte que la producción de bienes para el consumo, puedan compensar los efectos de la pérdida de biodiversidad de un ecosistema. Éste es un ejemplo de intersección entre ciencia natural y social que plantea a la vez problemas de tipo lógico en la práctica científica. Estas variables implican aumentar el grado de complejidad de los modelos, reconocer la interdependencia de factores, un grado mayor de incertidumbre en las predicciones sobre el funcionamiento de un sistema.

Según Díaz (1997), “la epistemología de las ciencias sociales, en varios aspectos, continúa ligada a las epistemologías pensadas en función de las ciencias naturales. No porque en ciencias sociales no existan desarrollos metodológicos específicos, sino porque el prestigio logrado por las ciencias naturales, por un lado, y la influencia de las epistemologías positivistas, por el otro, gravitaron para que los análisis metodológicos sociales se instauren, generalmente, a partir de la confrontación con las epistemologías de las ciencias de la naturaleza”.

Al respecto, Kuhn y Popper (en Díaz, 1997) coinciden en que la ciencia parte de problemas. La ciencia se origina desde conflictos no resueltos. Al igual que la consideración de los paradigmas, como realizaciones científicas universalmente reconocidas, las que durante cierto tiempo proporcionan modelos de conocimientos a una comunidad científica determinada. Comprende los supuestos teóricos, leyes, técnicas, generalizaciones simbólicas, métodos, analogías y mitologías, problemas y soluciones. Esto no ha ocurrido con las ciencias sociales, por lo que habría que relativizar el concepto de paradigma.

El conocimiento científico implica en sí mismo la idea de desarrollo. “La ciencia es tanto más eficaz si las teorías están estructuradas de manera que contengan en ellas prescripciones e indicaciones muy claras con respecto a cómo se deben desarrollar y ampliar” (Díaz, 1997).

Pardo (1997) considera que “el científico social está siempre involucrado, autoimplicado en su objeto de estudio: el mundo social. Por lo tanto, aquello que prioritariamente el investigador en ciencias sociales debe atender es justamente a esa red de significaciones que constituye el mundo de la vida cotidiana, la realidad social”. En el acto de conocer hay una base de vinculación o circularidad entre el que conoce (el intérprete) y un horizonte previo de sentido (mundo). “El conocimiento, entendido como comprensión, alude al momento no metodológico y previo a toda objetividad: el de la pertenencia, el del vínculo entre el hombre y un conjunto de significados a partir de los cuales se conoce y se vive”. Esto debe contemplarse en el abordaje de la realidad socio-ambiental, pues somos quienes la modificamos y quienes vivenciamos los efectos de esa transformación. Hay relaciones de fuerza, tensión, pues según Bordieu (2003); esto está ligado a la actividad económica y estrategias políticas que pujan por el control de los medios de producción.
El método científico, permitirá la objetivación de una realidad que tiende a ser subjetivada, por ejemplo, por intereses económicos.

La actividad científica debería responder a criterios sociales, no se debe tratar de categorizar al pensamiento científico, o definir áreas prioritarias de la epistemología de las ciencias o de su filosofía, al vincularlo con problemáticas socio - ambientales. Criterios sociales que se establezcan en un proyecto de sociedad viable, con ideales establecidos e instituciones funcionales. En una sociedad desarrollada o emergente, el proyecto científico va de la mano de su institución social: la ciencia es otra institución -con sus reglas, prácticas y posibilidades- dentro de ese plan (cultural, social y político).

La ciencia debe ser pensada en contexto, con las políticas que la direccionan y las decisiones que materializan los lineamientos científicos - académicos. Deben existir articulaciones entre las instituciones científico-tecnológicas, el Estado, y el sector productivo de la sociedad.

Los graves problemas ecológicos, el agotamiento de recursos, la contaminación y la relación que las formas de producir y consumir tienen con ellos, ha llevado a una creciente toma de conciencia acerca de la necesidad de entender los sistemas económicos como sistemas abiertos, en interacción con los sistemas socio - ambientales. Sin embargo, son pocos los economistas que se han hecho eco de esta situación, mientras que la mayoría continúa desarrollando sus ideas como si el sistema económico fuera un sistema cerrado, con mecanismos similares, que se mantendrá con fluidez mientras haya dinero, sin dimensionar la importancia de mantener el recurso a futuro. Sin cuestionarse su sostenibilidad.

Marcela Quinteros.-
https://orcid.org/0000-0002-0139-7455

Bibliografía:

Bourdieu, Pierre. (1997) Los usos sociales de la ciencia. Ed. Nueva visión, Buenos Aires, pp. 72-101.
Díaz, Edith, (1997) “La epistemología y lo económico-social: Popper, Kuhn y Lakatos”, en Díaz, Edith. Método de las ciencias sociales, ed. Biblos, Buenos Aires, 1997.
Flax, Javier (2016) Política científica e interdisciplina: entre los derechos humanos y el darwinismo social. Buenos Aires: Editorial Biblos.
Nagel, Ernest. (2006) “La ciencia y el sentido común”, en Nagel, Ernest. La estructura de la ciencia, Ed. Paidos, Barcelona.
Pardo, Rubén (1997) “La problemática del método en ciencias sociales y naturales”, en Díaz, Edith. Método de las ciencias sociales, ed. Biblos, Buenos Aires.
Valdivieso, J. (2006) “Neutralidad e integridad científica en el caso Lomborg: trasfondo normativo y paradigma científico”, en: Riechmann, Jorge Perdurar en un planeta habitable. Ciencia, tecnología y sostenibilidad”, Barcelona, ICARIA.