1ro de mayo de 2020

Germán Narváez Vásquez
Un sistema educativo enmarcado en competencias no es la panacea a los problemas de la formación y el empleo, sino un sistema del que se pueden obtener una serie de ventajas si se implementa de forma científica. De lo contrario este sistema se constituiría en una simple utopía como tantos otros.

Los modelos educativos tradicionales basados exclusivamente en la adquisición de conocimientos teóricos deben evolucionar hacia una formación en la que los estudiantes adquieran competencias que les permitan adaptarse y trascender en el campo profesional. El grado de exigencia profesional que requiere un mundo tan competitivo no es una invención de los países desarrollados en el que, desde hace décadas, han trabajado con las competencias; sino un fenómeno económico-social que demanda la implementación de reformas laborales y educativas para adaptar a los individuos a ese nuevo contexto.

Ante tales circunstancias, se plantea que en los programas educativos predominen la práctica reflexiva, en donde los estudiantes y profesores realicen vinculación a través de estancias en las empresas con el objeto de integrar los saberes teóricos y prácticos. Bajo este contexto el desarrollo de competencias de aplicación transversalconstituiría una herramienta esencial en el sistema educativo.Sin embargo, el enfoque por competencias no es la panacea a los problemas de la formación y el empleo, sino un sistema del que se pueden obtener una serie de ventajas si se implementa de forma científica.

En la actualidad, las instituciones educativas que pregonan el trabajo por competencias, lo hacen de una forma automatizada sin reflexión ni análisis de resultados, una simple batería de preguntas a los sujetos evaluados no es suficiente para determinar si son o no competentes. Es necesario que los individuos sean evaluados en pruebas situacionales, a efecto de observar la evidencia de los componentes de la competencia; y por último, someter a los individuos a tests (pruebas, exámenes, demostraciones….) en profundidad o entrevistas de competencias para evaluar la dimensión actitudinal. Estas evaluaciones deben contribuir con el desarrollo integral de los individuos.

En México, actualmente no existen evidencias de cuál es el impacto en aquellas instituciones que han implementado el modelo basado en competencias. Concretamente sus efectos en el aprovechamiento académico, reprobación y deserción.Por lo que se de debe asegurar que este modelo no sea una simple réplica de prácticas que han funcionado en otros países. La integración de los valores y el respeto a nuestra idiosincrasia son esenciales para queesto funcione.

Por otro lado, los estudiantes no pueden seguir dependiendo exclusivamente de los criterios de evaluación de los docentes para acreditar un curso o culminar una carrera. De allí la necesidad de contar con procesos educativos estandarizados que contribuyan a mejorar la calidad de la educación. En éste mismo sentido, debe hacerse un esfuerzo para que la gestión del modelo en competencias, a través de las instituciones educativas y los organismos certificadores de este país, no vaya a traer consecuencias graves de no llevarse a cabo una evaluación correcta.

Finalmente de no poner los recursos humanos y materiales necesarios para que funcione el modelo educativo por competencias, puede afectar la efectividad de los procesos educativos. Además de que,entre otras, las pruebas de selectividad en el ámbito laboral basadas en competencias pueden ser deliberadamente discriminatorias y sesgadas tanto como las pruebas de inteligencia tradicional. Por lo tanto, el sistema educativo enmarcado en competencias requiere de un presupuesto adecuado, a fin de que los docentes y alumnos cuenten recursos suficientes para construir los escenarios significativos para un mejor aprendizaje, de otra forma este sistema se constituiría en una simple utopía como tantos otros.