19 de mayo de 2019

Valeria Raquel Rojas. Mar del Plata (Argentina).
Más allá de la discusión sobre si estamos en presencia de un brote o de una epidemia hay algo seguro: la actualidad del dengue en Argentina sería diferente si el trabajo entre los distintos sectores y actores involucrados se hubiera realizado de manera integral, interdisciplinariamente, coordinando estrategias que demuestren un verdadero trabajo en equipo.

El mosquito Aedes aegypti es el principal vector de los virus que causan el dengue. Los seres humanos se infectan por picaduras de hembras infectadas, que a su vez se infectan principalmente al succionar la sangre de personas infectadas.

El virus infecta el intestino medio del mosquito y luego se extiende hasta las glándulas salivales en un período de entre 8 y 12 días. Tras este período de incubación, el mosquito puede transmitir el virus a las personas al picarlas con fines exploratorios o alimentarios.

Algunos expertos hablan de un brote, otros de epidemia, pero la discusión debe pasar por otro lado ¿Esta situación pudo evitarse? 

Desde hace varios años se ha detectado un incremento en la extensión de la zona de distribución geográfica de este mosquito, que no solo es vector del dengue, sino también de otras enfermedades como la Fiebre Chikungunya, el Zika y la Fiebre Amarilla. Las causas podrían ser :cambios en el patrón de temperatura y humedad que favorecen la presencia del mosquito, asociadas al incremento promedio de las temperaturas a nivel mundial, aumento de la población en áreas urbanas de ocurrencia rápida y desorganizada, la insuficiente provisión de agua potable que obliga a su almacenamiento en recipientes caseros habitualmente descubiertos, la inadecuada recolección de residuos y la gran producción de recipientes descartables que sirven como criaderos de mosquitos al igual que los neumáticos desechados. A esto se suman el aumento de viajes y migraciones, fallas en el control de los vectores y la falta de una vacuna eficaz para prevenir la enfermedad.

Esta situación se ha repetido una y otra vez sin que hayamos logrado avanzar demasiado en la prevención. ¿En dónde están las fallas?

Considero que el problema está en la falta de coordinación de estrategias, que seguramente están bien planteadas, pero de manera desconectada. Es de esperar que los responsables de área de Medio Ambiente trabajen en forma mancomunada con el área de Salud Pública, no solo durante la etapa más crítica del problema sino, fundamentalmente en las acciones tendientes a evitar la aparición de brotes o epidemias. Por otro lado, es bien sabido que conocer sobre un tema no necesariamente implica el cambio de conductas. Y es precisamente en ese aspecto en donde veo la mayor falla. La población puede acceder a la información sobre síntomas, agente causal, modo de prevención de la enfermedad, etc. pero eso no asegura que ponga en práctica las recomendaciones. Es inútil encarar campañas de fumigación si el mayor problema está en los domicilios y la gente no elimina los lugares de cría del mosquito.

Y es entonces donde la escuela debería jugar un rol fundamental. Involucrar a los alumnos en la problemática, con una visión interdisciplinaria, en donde la biología no sea el único eje de trabajo, podría convertirlos en verdaderos agentes sanitarios en sus propios hogares. El trabajo en conjunto con otras áreas como Ciudadanía, Historia, Artística, permitiría estudiar otras aristas del problema al considerar que la prevención no es una cuestión individual sino colectiva, que el análisis de la situación en otros tiempos debería evitar que cometamos los mismos errores y que el arte es una forma muy potente de comunicar el por qué y el para qué de una situación.

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