3 de febrero de 2021

Biól. Prof. Marcela Alejandra Quinteros- Carabajal
Deán Funes. Córdoba. Argentina
Comunidad de Educadores de la Red Iberoamericana de Docentes.
En la actualidad se plantean desafíos a la educación en su rol de ser medio para la transformación social. En cuanto a la educación ambiental, se considera que debe revisar las conductas sociales con relación al ambiente, tendientes a formar ciudadanos informados y comprometidos con el mismo. Para esto, las escuelas deben transformarse dialécticamente. Debemos educar a partir del contexto, considerar a la naturaleza como recurso educativo, y hacerlo bajo un enfoque sistémico. En este sentido, la educación ambiental, debe tener un tratamiento “interdisiciplinar”, tendiente a desarrollar una “solidaridad uniforme”.

 

La educación ambiental se concibe en estrecha relación con la concepción dinámica de ambiente, y tiene nexos más fuertes con la gestión ambiental que con la simple descripción de los problemas ambientales. Este hecho marca una de sus características centrales: el nexo con el desarrollo sustentable y con la participación.

La educación ambiental cumple la función de aproximar a los individuos a la comprensión de las interdependencias económicas, políticas y ecológicas del mundo moderno, y a la relación entre medio ambiente y desarrollo (Novo, 1995). Además, persigue mejorar las relaciones ecológicas que se mantienen entre el humano con la naturaleza y entre los humanos entre sí.

Asumir los desafíos que se plantea a la educación ambiental hoy es complejo; pues surge la confrontación entre supuestos teóricos y la realidad. Quienes pretenden ser “educadores ambientales”, están muy lejos de sustentar el nuevo paradigma que se aspira alcanzar. Se hace manifiesto el conflicto entre la toma de conciencia de los problemas del ambiente, y las actuales pautas de consumo y estilos de vida (Novo, M. 1995). Por eso, la transformación debe ser de carácter dialéctico.

Podemos tomar el compromiso ético que se nos plantea como educadores, al propiciar los procesos de comprensión auténtica sobre el conocimiento ambiental y su problematización, al promover prácticas de argumentación crítica y participación ciudadana competente (Wegner, 1998); y, al acercar al mundo real, a un nuevo alfabetismo de la reflexión y la acción.

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Otro desafío actual, lo constituye el hecho de que los estudiantes tornen significativos los contenidos de enseñanza, y los transformen en aprendizajes y acciones. Esto se puede lograr a través de una educación ambiental, que problematice la realidad. Se promueve así, la reflexión e investigación continua de parte de los educandos; y a la vez, se favorece la creatividad y la innovación en las prácticas educativas docentes. Para esto, se hace preciso combinar conocimientos cotidianos, populares, artesanales y científicos.

En este escenario, el abordaje interdisciplinar, emerge como necesario y enriquecedor, al considerar a la educación ambiental como contenido transversal; y, al ambiente, en su real dimensión sistémica.

Estamos ante un “punto de inflexión”. Los desafíos y expectativas planteados, se pueden lograr al educar en el riesgo y la incertidumbre, con un pensamiento proyectivo que contemple la sustentabilidad; y que trascienda los espacios institucionales y los tiempos académicos formales, como lo permite la educación virtual, para la formación docente continua. Este cambio de paradigma, debe contribuir a desarrollar una “solidaridad uniforme” (Novo,1995), que favorezca nuestra relación con el ambiente, tendiente a alcanzar un real desarrollo sustentable.

La educación ambiental, encuentra en la escuela un espacio central y privilegiado para el abordaje de temáticas que hacen a la alfabetización ambiental de un ciudadano, que se pretende devenga en una persona crítica, activa y comprometida con lo que en su medio socio-natural se presente. Es decir, con plena formación de conciencia ambiental y conductas solidarias. Esto requiere necesariamente de un trabajo interdisciplinario, de carácter transversal, pues la promoción del cuidado del ambiente es un deber de todos, pues todos estamos inmersos en esta realidad actual, y necesitamos los bienes que la naturaleza nos provee.

Más allá de las prescripciones ministeriales y legales respecto del dictado de contenidos de educación ambiental, en mi comunidad, y en mi institución en particular, está lejos de ser algo sistemático y comprometido. Las acciones son aisladas, y muchas de carácter ilustrativo en conmemoración de alguna efeméride como el Día de la Tierra o el DMMA. Se trabaja de modo más continuo en el área de ciencias naturales, y sin que suene a peyorativo, en el ideario colectivo se piensa que debe ser tratado fundamentalmente por esta área; cuando el principal problema es de carácter social, pues muchas cuestiones se refieren a aspectos conductuales.

Nos falta camino por recorrer, compromiso, ánimo para cambiar o mejorar la actual situación de nuestro entorno. Se vive con la creencia errónea de que los grandes problemas ambientales están lejos…, cuando estamos conviviendo cada vez más con alteraciones ambientales.

Creo que no se reconoce el verdadero valor y potencial que tiene la educación ambiental; se espera que lo haga otro, o ver qué sucede. Hay desidia e inacción desde los sectores gubernamentales locales, entonces todas las acciones que se encaran desde la escuela o desde docentes en particular, pierden continuidad y efectividad; o, lamentablemente, y aunque suene increíble, a veces se piensan como “incomodantes”.

 A partir de la consideración que los problemas ambientales son efectos nocivos de la actividad humana en el entorno biofísico, debemos enseñar a detectar los que se presentan a nivel local, y algunas pautas para actuar en consecuencia.

Si partimos de una mirada sistémica, los problemas ambientales regionales, constituyen la manifestación o extensión de cuestiones de índole global y se relacionan con procesos biosféricos - en conjunción con la atmósfera, litosfera, e hidrosfera- que dependen de interacciones regionales o superiores, aunque también intervienen causas locales.

Se pueden citar como principales: el cambio en el régimen de precipitaciones; desertificación; la pérdida de biodiversidad en ambientes aeroterrestres y acuáticos; la contaminación de cuencas, ríos, arroyos, lagos; los impactos de las actividades extractivas del subsuelo (minería, extracción de combustibles fósiles); el avance de la frontera agropecuaria (monocultivo de soja, deforestación, desmonte y destrucción de hábitat); el crecimiento urbano; la contaminación atmosférica; la falta de espacios verdes; los efluentes y residuos industriales; la generación de residuos sólidos urbanos (RSU); entre otros.

Los problemas ambientales que afectan al planeta, y a nosotros mismos, son complejos y con múltiples interacciones. Asimismo, dichas problemáticas trascienden las fronteras políticas creadas por el humano, por lo que complejizan aún más la escala de análisis de las mismas. La dimensión y profundidad de cada problema dependerán desde el lugar donde se realice el análisis. Algunos problemas pueden ser causas de otros, como así también consecuencia de aquellos, por lo que muchas veces se habla de trama o red de problemas.

Se requiere pensar globalmente y actuar localmente. El territorio, en la educación ambiental se torna como un punto de partida. Lograr un verdadero cambio socio- ambiental, requiere de procesos de co-construcción de los conocimientos; mediante mecanismos de diálogo, de participación, de confrontación, de descubrimiento de visiones y acciones comunes, de valores e identidades. Hasta el momento esto no ha sido efectivo porque se han planteado acciones de modo discontinuo y parcial.

Se deben refundar otras formas de compromisos sociales, tales como la construcción de una capacidad de acción ciudadana, la promoción de una ética de respeto y responsabilidad, las representaciones y actitudes en pos de una sociedad sustentable, la mejora de la calidad de vida, la gestión del espacio público o áreas protegidas, la elaboración de nuevos marcos legales y jurídicos. Los obstáculos para esto, como señala Mangione (2009), están relacionados con la falta de cultura de cooperación y coordinación, las segmentaciones institucionales, los mecanismos de captación del poder y jerarquía, el desfasaje de los ritmos de trabajo, la dificultad del diálogo intercultural, y la rigidez. 

La actual crisis ambiental se yergue como alternativa e inspiración, y otorga una oportunidad histórica para el fortalecimiento de vínculos solidarios y la construcción de nuevas formas de organización colectiva, en consideración a los complejos escenarios locales; repensar lo ambiental desde la diversidad como base fundamental en la emergencia de un nuevo paradigma de desarrollo.

Latinoamérica toda sufre las consecuencias del modelo homogeneizante, único, totalitario que excluye y subyuga la otredad, a la vez que transforma la diversidad en desigualdad. La cultura globalizadora ha desnaturalizado las relaciones del ser humano con su territorio, ignora el valor de la identidad y el sentido de pertenencia como eje fundamental desde donde arraigar acciones transformadoras.

Nos encontramos, en el borde de dos bordes. Vivimos en el borde de una época que comenzó a transitar con preocupación y esperanzas la cuestión ambiental por las décadas 60 y 70 del siglo XX.

¿Cuán comprometidos nos sentimos a cambiar nuestros hábitos de vida y de consumo? Será difícil, mientras la cultura del “tener” se asocie e identifique con la del “ser” a nivel individual y social. A nivel latinoamericano, la situación es igualmente complicada; el pretendido desarrollo sustentable, se enfrenta a la inmediatez y urgencia de las deterioradas economías, que se subsidian con la exportación de recursos naturales (minería, agricultura intensiva, etc.), aunque eso suponga hipotecar su futuro. Una esperanza se atisba en los procesos de nacionalización de la explotación de los recursos naturales que han iniciado algunos países de la región y en la recuperación de culturas ancestrales.

Desde nuestro rol como docentes, toda intención didáctica formal o informal en educación ambiental, puede ser frustrada por una falla comunicacional, si se parte de un marco conceptual que no sea común o compartido. Esto hasta tiene implicancias regionales, por ello es importante que los planes sean regionalizados y recreados según los destinatarios del mismo y sus propias percepciones.

En la educación ambiental también debemos tener en cuenta con qué textos vamos a trabajar, y cómo vamos a comunicar. Algunos textos científicos, suelen ser demasiados expositivos, lo que lleva a que el lector deba formularse muchas representaciones ("rellenar" mentalmente, lo que el texto no dice). Las representaciones mentales que podemos formularnos dependen de nuestras vivencias previas; por lo que a veces, las interpretaciones pueden ser diferentes. De allí la importancia de regionalizar el contenido a enseñar.

Toda persona tiene preconcepciones científicas que son más poderosas que las ideas previas, porque son la "forma en que nos representamos el mundo, o las explicaciones que damos del mismo".Algunos términos tienen una significación técnica específica, por lo que debe circunscribir a este ámbito, para una correcta interpretación. Por ejemplo, hablar de atmósfera y no de "cielo", pues es un término con otras connotaciones, y afianza la creencia de que la atmósfera está "allá arriba", dificultando que puedan entender que hay aire, hasta en el suelo. Particularmente se debe tener cuidado con el concepto de "contaminación", porque para el público general "toda la problemática ambiental, se reduce a contaminación".

Debemos elegir con cuidado el material, tratando de colocarnos del lado del público al que va destinado, no desde nuestra propia perspectiva, porque puede ser diferente. Con esta evaluación, el resultado puede aproximarse más a lo esperado. Podemos diseñar nuestro propio material para acciones de educación ambiental, y fundamentalmente, con los medios tecnológicos que disponemos en la actualidad, pero considerando lo expuesto.

La educación ambiental, se aborda como contenido trasversal e interdisciplinar con la intención de que lo que se transmita, sea significativo para el que se forma o aprende. A pesar de que se presente como contenido a tratar en la educación formal es preciso y urgente, que la educación ambiental trascienda los muros escolares y se transforme en acción ciudadana. La participación ciudadana es fundamental, pues se debe buscar soluciones para aquello que la sociedad siente y percibe como necesidad, sino todo lo realizado será intrascendente.

Biól. Prof. Marcela Alejandra Quinteros- Carabajal
https://orcid.org/0000-0002-0139-7455

 

Bibliografía consultada:

- MANGIONES (2009) “Enriqueciendo las propuestas educativas ambientales para la acción colectiva”. VI Congreso Iberoamericano de EA. Argentina. pág. 45-70; 71-88; 193-214; .215-236.

-NOVO, M. (1995). La Educación Ambiental - Bases Éticas, conceptuales y metodológicas. Ed. Universitas.

- Wenger, E. (1998) Communities of Practice Cambridge University Press, Cambridge,UK, 318 pp.