8 de noviembre de 2019

Óscar Macías. Formación Ib. Muchos medios de comunicación se acaban de hacer eco de la excelente noticia de política educativa promovida por el nuevo gobierno italiano. Leyendo al detalle la información en el diario “El País” en el segundo párrafo se dice de forma clara: “El ministro, antiguo profesor de Economía de la Universidad de Pretoria, en Sudáfrica, también ha comunicado que los profesores impartirán lecciones sobre medio ambiente y desarrollo sostenible en todas las etapas de la educación obligatoria”.

Tratar de comprender los cambios climáticos sin tener una perspectiva de la sostenibilidad es imposible. La principal causa es la de conocer solo uno de los efectos de un problema sin comprender sus causas y los demás efectos.

Los cambios climáticos (mejor en plural porque son varios) nunca podrá ser entendido sin estudiar en detalle sus principales causantes. Empecemos por el más directo: la contaminación sin fronteras. El problema de la contaminación es uno de los primeros que nos suele venir a la mente cuando pensamos en la situación del mundo, puesto que la contaminación ambiental hoy no conoce fronteras y afecta a todo el planeta. Eso lo expresó muy claramente el ex presidente de la República Checa, Vaclav Havel, hablando de Chernobyl: "una radioactividad que ignora fronteras nacionales nos recuerda que vivimos - por primera vez en la historia- en una civilización interconectada que envuelve el planeta. Cualquier cosa que ocurra en un lugar puede, para bien o para mal, afectarnos a todos".

La mayoría de los ciudadanos y ciudadanas percibimos ese carácter global del problema de la contaminación; por eso nos referimos a ella como uno de los principales problemas del planeta. Pero conviene hacer un esfuerzo por concretar y abordar de una forma más precisa las distintas formas de contaminación, sus consecuencias y las formas de evitarla, combatirla y de proceder a la recuperación ambiental. No basta, en efecto, con referirse genéricamente a la contaminación del aire (debida a procesos industriales que no depuran las emisiones, a los sistemas de calefacción y al transporte, etc.), de los suelos (por almacenamiento de sustancias sólidas peligrosas: radiactivas, metales pesados, plásticos no biodegradables…) y de las aguas superficiales y subterráneas por los vertidos sin depurar de líquidos contaminantes, de origen industrial, urbano y agrícola (a los que hay que añadir hoy los llamados “contaminantes emergentes”, o micro-contaminantes de las aguas, entre los que se encuentran restos de fármacos de uso humano o veterinario, drogas, pesticidas, ingredientes de productos de cuidado personal, o los nanomateriales). Sin olvidar las “mareas negras”, y también, de nuevo, los plásticos, cuyas bolsas han “colonizado” todos los mares, provocando la muerte por ahogamiento de tortugas y grandes peces y dando lugar a inmensas islas flotantes (se habla incluso de la existencia de un “séptimo continente” de residuos plásticos agrupados por las corrientes en el Pacífico norte, con una extensión superior a tres veces la de la península Ibérica), etc. En un informe presentado con motivo de la celebración del Día Mundial de los Océanos, el 8 de junio de 2009, el Director General del PNUMA, Achim Steiner, hizo un llamamiento desde el Programa de Naciones Unidas para el Medioambiente para que se dejen de fabricar bolsas de plástico en todo el mundo, por el daño que causan a mares y océanos. Miles de animales marinos mueren al año y decenas de ecosistemas se deterioran irreversiblemente por las bolsas de plástico arrojadas al mar “No hay justificación para continuar produciéndolas” añadió, pidiendo su prohibición. Diversas iniciativas educativas y legislativas han avanzado en esa dirección en varios países: desde llamamientos ciudadanos a rechazar su uso y promover la utilización de bolsas de larga duración, hasta la introducción de impuestos o la prohibición directa. En función de las circunstancias de cada país, se puede recurrir a la prohibición o a introducir un impuesto que se traduzca en un coste que desaconseje el uso de las bolsas. “Tax or Ban” (“impuesto o prohibición”) es el dilema actual, según sostiene el Worldwatch Institute, además de promover el rechazo consciente de la ciudadanía; pero la acción es necesaria y urgente, como lo son tantas otras medidas para hacer posible un futuro sostenible y contribuir a resolver los graves problemas que afectan a la humanidad.

Lo de la contaminación sin duda es poco rebatible, pero hay otros aspectos que nos gustaría señalar. El primero de ellos es el de la pobreza extrema. La pobreza extrema está vinculada al conjunto de problemas que caracterizan la situación de emergencia planetaria, desde la degradación de los ecosistemas o el agotamiento de los recursos, a la explosión demográfica, y se traduce en enfermedades, hambre, analfabetismo y, en definitiva, en baja esperanza de vida. Y esa terrible pobreza se produce mientras parte del planeta asiste a un espectacular crecimiento del consumo. Es decir, estamos ante una pobreza que coexiste con una riqueza en aumento, de forma que en los últimos 40 años –señalan los informes del Banco Mundial- se han duplicado las diferencias entre los 20 países más ricos y los 20 más pobres del planeta. Si no actuamos ahora las desigualdades serán gigantescas en los próximos años. Y no se trata únicamente de desequilibrios entre países: es preciso salir también al paso de las fuertes discriminaciones y segregación social que se dan en el seno de una misma sociedad y, muy en particular, de las que afectan a las mujeres en la mayor parte del planeta.

En el último párrafo aparecen dos nuevos problemas corresponsables de los cambios climáticos: el consumo irresponsable y la desigualdad de género.

El actual hiperconsumo de los países desarrollados responde a comportamientos depredadores, con la utilización por parte de muy pocas generaciones, en muy pocos países, de tantos recursos como los usados por el resto de la humanidad presente y pasada a lo largo de toda la historia y prehistoria… y eso no puede continuar. Hay que poner fin a la presión, guiada por la búsqueda de beneficios particulares a corto plazo, para estimular el consumo: una publicidad agresiva se dedica a crear necesidades o a estimular modas efímeras, reduciendo la durabilidad de los productos y promocionando productos de alto impacto ecológico por su elevado consumo energético o efectos contaminantes. Pero no se trata, claro está, de demonizar todo consumo sin matizaciones. Como señaló la Premio Nobel sudafricana Nadine Gordimer: “El consumo es necesario para el desarrollo humano cuando amplia la capacidad de la gente y mejora su vida, sin menoscabo de la vida de los demás”.

La discriminación hacia la mujer es parte de la discriminación que los “fuertes” ejercen con los “débiles” en defensa de sus privilegios. Unos privilegios que a lo largo de la historia se han pretendido justificar con “razones” étnicas, de género o de mérito; pero sabemos que no tienen fundamento alguno y que generan desequilibrios perjudiciales para todos, aunque algunos sigan pensando que esos desequilibrios constituyen algo “natural”. La erradicación de la discriminación de las mujeres entronca así con los objetivos de la educación para la Sostenibilidad, la reducción de la pobreza y, en definitiva, la universalización de los derechos humanos. Ban Ki-moon, Secretario General de Naciones Unidas, sintetiza la cuestión refiriéndose auna verdad universal, aplicable a todos los países, culturas y comunidades: la violencia contra la mujer nunca es aceptable, nunca es perdonable, nunca es tolerable”.

La creciente desertificación y el agravamiento de la sequía, derivadas fundamentalmente de las actividades humanas, constituyen problemas de dimensiones mundiales, pues sus efectos repercuten en todas las regiones del planeta, aunque sus consecuencias son particularmente trágicas en el continente africano. Durante milenios hemos tomado todo lo que hemos podido de una naturaleza que parecía ilimitada, sin preocuparnos por los efectos de nuestras acciones. Siempre había nuevas fronteras para conquistar, nuevas tierras vírgenes. Pero este proceso se ha acelerado tremendamente en los dos últimos siglos y la naturaleza ha terminado por pasar factura de los excesos cometidos con ella. Es necesario por ello que la comunidad internacional adopte medidas conjuntas para luchar contra la desertización y demás consecuencias del comportamiento depredador de nuestra especie protegiendo el capital natural y los servicios ecosistémicos.

Cerramos estas causas más relevantes con la necesidad del respeto a los Derechos Humanos. La preservación sostenible de la especie humana en nuestro planeta exige la libre participación de la ciudadanía en la toma de decisiones (lo que supone la universalización de los Derechos Humanos de primera generación) y la satisfacción de sus necesidades básicas (Derechos de segunda generación). Pero esta preservación aparece hoy como un derecho en sí mismo, como parte de los llamados Derechos Humanos de tercera generación, que se califican como derechos de solidaridad y que incluyen, de forma destacada, el derecho a un ambiente saludable, a la paz y al desarrollo para todos los pueblos y para las generaciones futuras, integrando en este último la dimensión cultural que supone el derecho al patrimonio común de la humanidad. Se puede comprender, así, la vinculación que se establece entre Desarrollo Sostenible y universalización de los Derechos Humanos.

Muchas son las soluciones que frente a este desafío tiene la humanidad. La principal es la de la Gobernanza Universal. Hemos de reconocer que no es posible abordar solo localmente problemas como el cambio climático, el agotamiento de recursos vitales, la pérdida de biodiversidad o la reducción de la pobreza y la marginación, que afectan a todo el planeta. Se precisa urgentemente una coordinación planetaria capaz de impulsar y controlar las necesarias medidas “glocales” –es decir, a la vez locales y globales- en defensa del medio y de las personas, para reducir el impacto de las actividades humanas y hacer posible un futuro sostenible. Se trata de impulsar un nuevo orden mundial, basado en la cooperación y en la solidaridad, con instituciones que sean expresión de nuestra ciudadanía planetaria común, capaces de superar la competitividad destructiva y la imposición de intereses particulares que resulten nocivos para la población actual o para las generaciones futuras.

La otra es la transición energética. El agotamiento de los combustibles fósiles y, sobre todo, la degradación socioambiental a la que su uso contribuye decisivamente ha hecho comprender la necesidad de una profunda revolución energética. A ello responde la proclamación de 2012 como Año Internacional de la Energía Sostenible para Todos, algo que no constituye una conmemoración más, sino que expresa e impulsa un proyecto auténticamente revolucionario promovido por Naciones Unidas y hoy técnicamente posible: la urgente transición desde los recursos energéticos no renovables y contaminantes a la energía limpia y sostenible. Una transición capaz de satisfacer las necesidades energéticas del conjunto de la humanidad y que constituye una componente clave para evitar los desastres ecológicos y sociales y hacer posible un futuro sostenible.

La sostenibilidad ofrece temas para abordar matemásticas, lengua, ciencias, historia, geografía, artes, educación física, tecnología y cualquiera de las disciplinas que componen los currículum de la educación preuniversitaria. Haría mucho más cercanos a nuestros estudiantes su abordaje.

Desde estas líneas hacemos un llamamiento a todos los docentes iberoamericanos a unirse en RED para trabajar colectivamente para que las nuevas generaciones sigan siendo los motores que empujen a los gobiernos a tomar de una vez medidas. Queremos lograr que los estudiantes sean capaces de diferenciar entre teoría de dogmas; datos de mitos; ciencia de pseudociencia; evidencia de propaganda; hechos de ficción; y, conocimiento de opinión.

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