30 de julio de 2021

Biól. Prof. Marcela Alejandra Quinteros -
Deán Funes. Córdoba. Argentina.
Comunidad de Educadores de la Red Iberoamericana de Docentes

El Ministerio de Educación de Argentina considera que la educación inclusiva “está orientada a garantizar el acceso a una educación de calidad para todos los alumnos, y debe asegurar la eliminación de las barreras y aumentar su participación para el logro de los mejores aprendizajes”. Pero, ¿en qué medida las realidades de las aulas posibilitan la concreción de estas expectativas? 

¿Qué es la inclusión escolar? La Unesco la define como “el proceso de identificar y responder a la diversidad de las necesidades de todos los estudiantes a través de la mayor participación en el aprendizaje, las culturas y las comunidades, y reduciendo la exclusión en la educación”. A las instituciones las interpela a construir una escuela donde las políticas se concreten en prácticas educativas con estrategias pedagógicas diversificadas; donde todos sus miembros, ya sean estudiantes con o sin discapacidad, con dificultades de aprendizaje, o con características de distinto tipo (cognitivas, étnico-culturales o socioeconómicas, entre otras), puedan acceder al aprendizaje con equidad. Se busca la igualdad de oportunidades para todos.

La educación inclusiva pretende hacer foco en aquellos alumnos con mayor riesgo de exclusión. Atender a situaciones específicas tales como las altas capacidades, dificultades específicas del aprendizaje, discapacidad auditiva, discapacidad intelectual, discapacidad visual, estudiantes con altas necesidades de apoyo, trastornos del espectro autista.

Con el correr del tiempo en la educación cambiaron algunos paradigmas con respecto a la educación inclusiva. Cambió la concepción, la mirada y el modo de actuar. En los inicios, el paradigma tradicional consideró a las personas por su “condición de inferioridad”, como que no podían estar a la par de la mayoría o del resto. Más tarde se puso el acento en las deficiencias o limitaciones físicas; el considerar al estudiante como “un paciente”, atender a certificaciones clínicas que marcaban las diferencias. Esto “puede”; “esto no”. A esta mirada se la encuadra como un paradigma biológico. En la actualidad, el énfasis está puesto en el denominado paradigma de derechos humanos: la discapacidad es colocada como una característica más dentro de la diversidad de los seres humanos, y no como la característica que debe definir la vida de una persona. Este cambio de ideología ha posibilitado que el enfoque y las pretensiones esperadas por las propias instituciones y las familias sean más próximos y semejantes.

La inclusión educativa está consagrada por la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, que es el primer instrumento jurídicamente vinculante que contiene una referencia al concepto de educación inclusiva de calidad. El reconocimiento de que la inclusión es fundamental para lograr hacer efectivo el derecho a la educación ha aumentado en los últimos treinta años, y está consagrado en el 4 Objetivo de Desarrollo Sostenible que también reconoce el valor de la educación inclusiva, que sea equitativa y de calidad.

La educación con la mirada puesta en la inclusión es indispensable para que todos los alumnos reciban una educación de gran calidad, también las personas con discapacidad; y para el desarrollo de sociedades inclusivas, pacíficas y justas.

En 2018, en la Argentina, el Comité de los Derechos del Niño destacó que el estado debe garantizar la igualdad de acceso a la educación inclusiva de calidad en las escuelas comunes para niños con discapacidad, y que se priorice la educación inclusiva sobre la educación tradicional en las instituciones y clases especiales.

En el Índice para la Inclusión, Rosa Blanco plantea que “la educación inclusiva no tiene que ver solo con el acceso de los alumnos con discapacidad a las escuelas comunes sino con eliminar o minimizar barreras que limitan el aprendizaje y la participación de todo el alumnado”. Se debe ofrecer oportunidades educativas de calidad para todos. Mejorar las condiciones de acceso, permanencia y egreso de todos los estudiantes con foco en aquellos con mayor riesgo de exclusión social. Para esto es importante establecer los mecanismos de seguimiento y evaluación apropiados que permitan medir el impacto logrado.

Muchos de los cambios en los paradigmas de la educación se han reflejado en los distintos niveles de concreción curricular. Se plasman expectativas en que el curriculum manifieste políticas y decisiones que es necesario que se tengan en cuenta. Desde el curriculum regional, nacional, provincial, y las pertinentes adecuaciones que hace cada institución; y, las transposiciones didácticas que se realizan dentro de cada aula.

El Proyecto Pedagógico Individual para la Inclusión (PPI) es un instrumento destinado a garantizar el aprendizaje y la participación, tal como lo establece la Res. N° CFE 311/16, desde donde se analizan y se interviene acerca de las siguientes barreras: Barreras de acceso físico. Barreras de la comunicación. Barreras didácticas: procesos de enseñanza-aprendizaje. Barreras sociales/actitudinales: actitud de los docentes, de los demás estudiantes, de los familiares, carencias en la información, falta de capacitación, ausencia de conocimiento de los procesos inclusivos. Estas adaptaciones pueden encontrarse en distintas dimensiones del currículum, como ser: Los objetivos. Los contenidos. Los tiempos de enseñanza. La evaluación de los aprendizajes.

La UNESCO (2017) - en su Guía para asegurar la inclusión y la equidad en la educación -, manifiesta que “la inclusión es un proceso que ayuda a superar los obstáculos que limitan la presencia, la participación y los logros de todos los estudiantes. La equidad consiste en asegurar que exista una preocupación por la justicia, de manera que la educación de todos los estudiantes se considere de igual importancia”. El Diseño Universal para el Aprendizaje sugiere

I. Usar múltiples formas de presentación
II. Usar múltiples formas de expresión
III. Usar múltiples formas de motivación, para alcanzar la mentada equidad.

¿Qué ocurre hoy en nuestras escuelas? Los estudiantes con necesidades educativas derivadas de la discapacidad cuentan con el apoyo y acompañamiento de una docente de apoyo a la integración (DAI) en el proceso de aprendizaje. Estas docentes ofician de mediadoras entre las propuestas docentes, las necesidades del estudiante, y las expectativas de las familias. Tratan de disminuir las barreras que tienen los estudiantes mediante un trabajo colaborativo hacia el objetivo común que es la inclusión efectiva de los mismos.

Se trata de incluir, pero se debe contemplar también cómo hacerlo con inclusión social. Se busca fortalecer los canales de comunicación. Despertar el deseo en el otro el mirar de manera colaborativa las trayectorias escolares. Lograr acuerdos de trabajo para alcanzar los objetivos propuestos. Generar propuestas pedagógicas didácticas que contemplen la diversificación, distintos modos de resolución y de evaluación.

Hoy hay fortalezas que pueden facilitar la tarea en las escuelas, como son el marco legal existente; la figura de una DAI; y el cambio de paradigma. Las oportunidades actuales se ven reflejadas en el acceso a otros medios de comunicación y seguimiento; y al material teórico producido y publicado sobre la temática. Incluso, carreras terciarias con orientación específica. No obstante, aún hay debilidades para cumplir con todo lo esperado como son, entre otras variables, las competencias comunicacionales de muchos de los estudiantes con integración; la formación específica de los docentes; la poca comunicación en general con las familias. Con respecto a este último apartado debe mencionarse que muchas familias delegan gran parte de la responsabilidad y seguimiento a las DAI; y no hay un compromiso de acompañamiento a la trayectoria y formación de sus hijos. También se ciernen amenazas en un horizonte próximo por la situación y contexto socioeconómico de muchos de esos alumnos. Sumado a los ceñidos tiempos docentes debido a la diversidad de estudiantes y situaciones particulares que se presentan en cada grupo clase.

Como líneas de acción superadoras se avizoran como posibles la planificación de aprendizajes por proyectos. Proyectos que contemplen diversidad de formatos y actividades, de modo tal que todos puedan sentirse participes y protagonistas de igual manera. Si no, se logran resultados de aprendizaje individual con los estudiantes con necesidades educativas derivadas de la discapacidad, pero con prevalencia en lo cognitivo y conceptual. Y no hay una integración efectiva en lo social, en la relación con sus pares. Que logren sentirse parte activa y comprometida de un grupo clase. Que no sientan que “son diferentes”, y que por ello “hacen cosas diferentes”.

No es fácil lograr una planificación diversa, ni tampoco una implementación diversificada de actividades. Pero, el diseño de proyectos puede minimizar las tan mentadas barreras para el aprendizaje, y lograr la inclusión genuina de todos los estudiantes. Que no baste con que “sepan”, sino que lleguen a “ser”, “en” y “con otros”. Si no, no se los preparará para ser individuos independientes en la sociedad en la que les toque actuar. Se debe alcanzar una efectiva inclusión social.

Biól. Marcela Quinteros.- https://orcid.org/0000-0002-0139-7455