15 de julio de 2020

Biól. Marcela Alejandra Quinteros- Carabajal
Deán Funes. Córdoba. Argentina
Comunidad de Educadores de la Red de Docentes IB
Comunidad de Educadores de la Red Iberoamericana de Docentes.
Debemos observar nuestros patrones de producción y consumo y nuestra visión dual humano – naturaleza; para generar un cambio de paradigma histórico hacia el desarrollo sostenible. Hacia la construcción de una ética biocéntrica.

La ética biocéntrica o “mediación social de la naturaleza” hace referencia a una unidad hombre-naturaleza, pero en donde unidad no es sinónimo de relación entre iguales. La ética biocéntrica es igualitarista porque considera que la totalidad de los organismos vivos poseen un valor inherente, es decir valor en sí mismos, distribuyéndose ese valor entre todos de manera uniforme (es decir, que ningún ser tiene más valor que otro). Concepción esta que subyace también, en la ecología profunda. Este enfoque hombre – naturaleza, es una preocupación relativamente reciente.

Durante la mayor parte de la modernidad occidental las inquietudes estuvieron dirigidas al grado de pertenencia del ser humano al mundo de la naturaleza, a la concepción evolutiva del hombre como forma apropiada del ser biológico/cultural, hacia una forma siempre más perfecta.

En el siglo XX, la naturaleza pasa a concebirse como ambiente o medio ambiente, y lo que importa es la conducta del hombre o de la sociedad respecto a este ambiente, resaltándose en la mayoría de los casos el carácter agresivo, destructor y dañino del ser humano.

 La articulación sociedad- naturaleza es vista desde cada óptica específica, disciplinar y no desde la problemática en sí misma, algo que trata de superar con la multidisciplinariedad, la transdisciplinariedad y la interdisciplinariedad. Esto para no acentuar la asimetría hombre – naturaleza, y adherir a la concepción del hombre como parte igualitaria de los demás componentes ambientales. Como sociedad de consumo nos preocupa “lo que le hacemos al ambiente” - como meros espectadores - ; y no “¿qué nos hacemos?”, si a un futuro sustentable nos referimos.

Al respecto, Taylor (2005) postula una ética basada en una perspectiva biocéntrica, individualista e igualitarista en relación al valor inherente que atribuye a toda forma de vida, que extiende esa consideración ética y moral a todo ser viviente individual. Y, que ningún ser tiene más valor que otro, en especial el ser humano. Se contrapone así a cualquier clase de valoración antropocéntrica pues no hay seres superiores y todos los seres vivientes son iguales y poseen el mismo valor. Construye de esta manera una estructura ética de una imparcialidad absoluta, es decir que todas las parcialidades son exactamente iguales, haciendo hincapié en la interdependencia de todas las cosas vivientes.

A su vez, Baird Callicott (1988), propone una ética ambiental de carácter holístico, ecocéntrica, y también claramente no antropocéntrica. Supone que hay que trascender las parcialidades hacia entidades trans-organísmicas y que los seres humanos formamos parte de una totalidad simbiótica integrada sistémicamente (el ecosistema), por lo que las crisis ambientales, serían un “biocidio”. Como los efectos provocados por la megaminería o la sojización, que violan estos preceptos por el daño ambiental que suponen en el presente y los pasivos ambientales que quedan a futuro.

La ideología social del Marxismo considera que el humano construye su historia al transformar la sociedad, la naturaleza y a sí mismo, que no existen límites impuestos por la naturaleza, y es concebida como un conjunto de recursos que pueden ser utilizados.

La categoría de escasez y necesidad, son la base del razonamiento económico, la aplicación de reglas racionales de decisión, señalan el carácter mutuo de las actividades de producción y consumo del humano en una sociedad determinada. La avaricia, potencia la autodestrucción de la sociedad.

Para el capitalismo, el ser humano trabajador es quien transforma la naturaleza y, por lo tanto, está incluido en un feed back naturaleza-hombre que, por un lado, obedece a leyes de la naturaleza y, por el otro, está regulado por la dinámica de la formación social capitalista.

Por cuanto, mientras que para unos la relación es holística, biocéntrica; para otros, está regida por las leyes dialécticas del capital (hombre – recursos naturales). Esto último, está siendo juzgado de modo más integral por el marxismo ecológico, aunque debe darse la transición entre las consideraciones teóricas y las prácticas políticas. Pues, la sustitución de ciclos y regímenes de tiempo-espacio naturales por los industriales, tiene un impacto perjudicial sobre el ambiente natural, el construido, y sobre el sistema social. Este es un factor fundamental para el agravamiento de la crisis ecológica del capitalismo y para la intensificación de los movimientos en su contra.

La cuestión es cómo estabilizar y finalmente disminuir el consumo sin perder la calidad genuina de vida para los humanos y las condiciones ambientales propicias de nuestro planeta; pues modificamos la naturaleza en los procesos de producción de valor al tratar de satisfacer nuestras necesidades. Esto lo hacemos mediante el trabajo, transformando la materia natural y energía en valores de uso.

“La producción y reproducción capitalista es un proceso (interrumpido por crisis periódicas) de crecimiento en espiral que avanza en el dominio sobre la naturaleza” –como Marx (1867) la llama– de forma cada vez más expansiva.

El valor es siempre una relación social entre los propietarios y sus mercancías; y sólo importan el valor de cambio en el enfoque tradicional de la crisis económica. Por esto, para analizar las relaciones entre sociedad, naturaleza y desarrollo es necesario considerar una de las tendencias básicas del capital que es la de debilitar y destruir sus propias condiciones de producción. Así, surgen contradicciones en el denominado capitalismo. La conocida como “primera contradicción” se refiere a la explotación capitalista del trabajo, que lleva a crisis recurrentes de realización o de “sobreproducción de capital”, por la tendencia inherente del capital de aumentar su tasa de explotación sobre el trabajo y la consecuente disminución que provoca esto sobre la demanda de productos.

En la teoría de la segunda contradicción del capitalismo, se sostiene que el capital tiende a socavar sus propias bases de sustentación, por cuanto en su lógica de maximización de las ganancias no tiene en cuenta (no puede tener en cuenta, por cuanto aumentaría sus costos) la tasa de reproducción de los recursos (en el caso de recursos renovables) o el ciclo de agotamiento o perjuicio sobre el ambiente (O´Connor, 2001). Se hace referencia explícitamente a la explotación instrumental de la naturaleza.

Naess (1986), sostiene que una ética ambientalista sería más efectiva si fuera implementada por personas que creen en su validez, más que en su utilidad. La ideología actual tiende a valorar las cosas porque son escasas y porque poseen un valor comercial. Además, hay prestigio en consumir masivamente y desperdiciar mucho.

Las categorías básicas de la crítica marxista de la economía política, como así también de la ecología profunda, con respecto a la relación de la sociedad con la naturaleza, están orientadas y preocupadas por la comprensión del metabolismo; esto es, de las transformaciones de la materia y la energía, el rol crucial de las necesidades humanas, el carácter dual del trabajo y la producción, la dinámica de las crisis económicas y sociales, la valorización del capital, la acumulación y expansión (globalización), la entropía y la irreversibilidad.

El pasaje de la razón como totalidad a la razón como instrumento permite explicar el proceso de alienación socio-natural del presente. La razón para dominar (racionalidad instrumental) está en la base del conocimiento moderno, y éste conforma junto con el mundo de la producción una unidad que explica las causas últimas de la multidimensionalidad de los procesos de explotación (de la naturaleza y de los hombres) característicos de la sociedad moderna capitalista.

La razón como totalidad, se sustentaba sobre la base de la concepción de un sistema abarcador con una jerarquía de todo lo existente, incluido el hombre y sus fines. Las acciones y pensamientos individuales en este contexto, tomaban como referencia a la estructura objetiva de la totalidad y no solo al hombre y sus fines. Prevalecía la concepción del bien supremo.

En cambio, la razón instrumental, se refiere exclusivamente a un objeto o concepto en relación con un fin dado y no a la particularidad de dicho objeto o concepto. La razón pragmática, subjetiva, excluye de sí misma, el mundo de los fines, es decir aquello para lo que algo sirve.

Rousseau (1762) postula la teoría del progreso humano vinculada a la desviación de la humanidad de ese progreso, al hacer surgir la avaricia, la codicia y la explotación durante su proceso de evolución. Sostiene que la sociedad humana, y su actual nivel de degeneración y corrupción; podría recuperar su virtud, y sobre todo la igualdad, llevando a cabo una reconstrucción política lo más radical posible. Fue quien elaboró una de las primeras advertencias profundas sobre los peligros del modelo racional, político y social que solo privilegia el individualismo extremo y el interés hedonista y material.

Para el pragmatismo contemporáneo, lo racional es lo útil, entonces, una vez decidido lo que se quiere, la razón será la que se encargará de encontrar y definir los medios para conseguirlo.

Estos paradigmas contribuyeron a los actuales procesos de alienación socio – natural, que están en la base misma del sistema racional que impone este modelo de explotación, sustentado por un modelo de aceptación de las normas de jerarquía y convivencia establecidas (como “naturales y universales”) para lo cual el modelo de conocimiento dominante (ciencia y educación) es absolutamente funcional.

Henry David Thoreau (1854) afirmaba que “La mayor parte de los lujos…no son solamente innecesarias, sino también impedimentos para la elevación de la humanidad”. Thoreau consideraba que lo
necesario para la vida, era todo aquello que obtiene el hombre por su propio esfuerzo y que después de largo uso se ha convertido en algo tan importante para la vida humana, que muy pocos, se atreven a vivir sin ello. Además de sostener, que nadie puede ser un observador sabio e imparcial de la raza humana si no se encuentra en la ventajosa posición de lo que deberíamos llamar pobreza voluntaria, como lo quiso vivenciar al irse a vivir al bosque en 1845.

La responsabilidad ambiental se ha convertido en el mandato de estos tiempos de modernidad industrial. Es decir, existe un amplio consenso en considerar la gestión ambiental como la respuesta apropiada para gestionar el daño potencial para la salud humana y el entorno, y para el uso eficiente de los recursos.
Implícito a la responsabilidad ambiental está la necesidad y la oportunidad de ir más allá de los límites empresariales tradicionales, puesto que el objetivo es mejorar la actuación económica, ambiental y social sobre el conjunto de las cadenas de valor y de los ciclos de vida.

La innovación en las maneras de operar y pensar los negocios es el reto y la oportunidad intrínseca de una implementación exitosa de la gestión ambiental, abarcando todos los aspectos de la industria y a cada eslabón de la cadena de producción, consumo y disposición final de desechos generados.

Se considera que es la manera más redituable para acercar la empresa al conjunto de la sociedad e insertar una marca en el mercado.

Según Hernández - Zubizarreta (2008), en la actual globalización económica, las empresas transnacionales se rigen bajo un nuevo paradigma: la Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Fundamentalmente en los últimos diez años, se ha pretendido cambiar la imagen social de muchas empresas. Quizá no sea la estrategia más efectiva, pero marca un avance superador ante la actual crisis ecológica.

La responsabilidad social que tenemos como educadores es la de formar en los preceptos de los ODS de las Naciones Unidas. Que la mirada sea biocéntrica y no meramente antropocéntrica.

Consulta Bibliográfica:
- Bookchin, M. (2016). “Nosotros los verdes, nosotros los anarquistas”. Disponible en:
http://www.ucm.es/info/bas/utopia/html/bookch1.htm
- Callicot, J. B. (1988): “En busca de una ética ambiental”. En, Kwiatkowska, T. y J. Issa (comps.) Los caminos de la ética ambiental. Una antología de textos contemporáneos. México, Plaza y Vladés; pp. 85-159.
- Hernández Zubizarreta, Juan y Pedro Ramiro (2008). “La responsabilidad social corporativa y las empresas transnacionales”. Boletín de recursos de información. HEGOA, nº 15.
- Marx, K. (1867) “El capital”. Crítica de la Economía política.
-Naess, Arne (1986): “El movimiento de ecología profunda: algunos aspectos filosóficos”.
Publicado originalmente en, Philosophical Inquiry, vol. VIII, nº 1-2, pp. 10-31.
-O´Connor, J. (2001) “Causas naturales. Ensayos de marxismo ecológico”. México,
Siglo XXI, 2001. (cap. 14, “¿Es posible un capitalismo sustentable?” pp. 276-298.
- Rosseau, J. (1762) “El contrato social o principios de derecho político”.
-Taylor, P.W. (2005): “La ética del respeto a la naturaleza”. Cuadernos de Crítica, nº 52, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filosóficas.
Thoureau, H. (1854): “Walden, la vida en los bosques”. (varias ediciones).

Biól. Marcela Alejandra Quinteros- Carabajal
https://orcid.org/0000-0002-0139-7455