12 de octubre de 2019

El atrevido curso de la necesaria Agenda 2030

¿Qué razones hay para no empezar con valentía una rebelión educativa transformadora que acerque la escuela a los ODS?

¡No digan que no los conocen! Son nombrados por mucha gente, casi siempre en forma de deseos asociados a un futuro más o menos cercano. Nadie habla mal de ellos; en realidad muchos los citan a menudo, y poco más. Los buscan, eso dicen, los gobiernos, los ayuntamientos, las empresas; hasta salen como anuncio en varias cadenas de televisión. Se podría decir que va bien la cosa; incluso les han puesto una imagen chulísima: una corona circular con varios sectores de colores, que representan a la vida diversa, también a algo que tenemos o nos falta. Al menos eso pensamos bastante gente, algunos profesores y profesoras también. Por si en esa escuela no saben de quienes hablo, se los presento: los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), impulsados por la ONU y firmados/comprometidos por dos centenares de países. Son algo así como un deseo emocional, y a la vez una necesidad vital. Puestos a imaginar, serían algo parecido a un inmenso holograma social, tan magnífico que se puede divisar desde todo el mundo.

 

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