7 de octubre de 2020

Kaspars Upmanis /Unsplash

Anupam Nanda, University of Reading

Las mayores ciudades del mundo cuentan con más habitantes y presupuestos que algunos países pero, a medida que aumentan en tamaño y complejidad, también se enfrentan a peliagudos desafíos que amenazan la salud y la felicidad de sus residentes. Los atascos, la contaminación y la falta de espacios comunitarios se han convertido en grandes obstáculos para las aspiraciones y las vivencias de la población urbana.

En consecuencia, las ciudades deben gestionar sus recursos y prioridades con el fin de crear lugares sostenibles tanto para los visitantes como para los residentes, así como fomentar la innovación y el crecimiento. Bienvenidos a Barcelona, donde se presentó por primera vez la audaz propuesta de planificación urbana de las “superislas” en 2016.

Situación inicial vs. superisla. ISGlobal., FAL

Las superislas o supermanzanas son agrupaciones de nueve manzanas, en los que el tráfico queda restringido a las calles circundantes, de modo que un gran número de calles quedan libres para la circulación de peatones y ciclistas. Tienen por objetivo reducir la contaminación procedente de los vehículos a motor y dar un merecido respiro de aire fresco a los residentes. Están diseñadas para crear más espacios abiertos en los que sus ciudadanos puedan reunirse, conversar y realizar actividades.

Mejor salud y bienestar

Actualmente hay seis supermanzanas en funcionamiento, incluida la primera y más importante en el distrito del Eixample. Los informes sugieren que, a pesar del rechazo que generó al principio, la mayor parte de los residentes dan la bienvenida a este cambio, cuyos beneficios a largo plazo podrían ser considerables.

Un reciente estudio llevado a cabo por el Instituto de Salud Global de Barcelona estima que si se creasen las 503 posibles supermanzanas que se han planteado a lo largo y ancho de la ciudad, habría 230.000 viajes menos en vehículos privados a la semana, ya que la gente se serviría del transporte público y las bicicletas o caminarían.

Los investigadores sugieren que esto mejoraría significativamente la calidad del aire y reduciría la contaminación acústica en las calles sin tráfico, ya que los niveles ambientales de dióxido de nitrógeno (NO₂) disminuirían en un cuarto, alcanzando así los niveles que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Asimismo, se espera que el proyecto beneficie la salud de los residentes en gran medida, dado que el estudio estima que podrían evitarse hasta 667 muertes prematuras al año a causa de la contaminación del aire, el ruido y el calor. Además, un mayor número de espacios verdes animaría a la población a salir de casa y a llevar un estilo de vida más activo.

Esto, a su vez, reduciría el número de personas que presentan obesidad y diabetes, lo que aliviaría a los servicios sanitarios. Los investigadores afirman que los residentes de Barcelona podrían vivir unos 200 días más gracias a los beneficios acumulativos para la salud si el proyecto llega a implementarse en toda la ciudad.

Más espacio para jugar. Mosa Moseneke/Unsplash., FAL

No solo se esperan beneficios para la salud física, sino también para la mental. Poder acceder a tales espacios puede mitigar la soledad y el aislamiento, especialmente entre los mayores, ya que los vecinos se relacionan más, por lo que se crean vínculos más fuertes.

Obstáculos

Fue Salvador Rueda, director de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona, quien defendió por primera vez la implementación de supermanzanas y argumenta que podrían aplicarse a cualquier ciudad. Pese a ello, las autoridades que deseen seguir el ejemplo de Barcelona o incluso llevarlo más allá deberán tener en cuenta ciertos aspectos.

Este tipo de cambios requieren una gran inversión de capital. Aunque las calles sin tráfico se renueven con mobiliario urbano y vegetación, las carreteras principales probablemente tendrán que adaptarse para acoger más tráfico.

Nada es gratis. Zvileve/Flickr., CC BY-SA

Podrían ser necesarias nuevas inversiones en infraestructuras, como la mejora de las carreteras circundantes para hacer frente a un mayor tráfico o la instalación de un sistema inteligente de gestión del tráfico, a fin de evitar grandes atascos. Sin embargo, surge una pregunta: ¿cómo se financian tales inversiones? Está claro que una subida de impuestos no tendría una buena acogida.

Por si fuera poco, cuando aumenta el atractivo de una zona, la demanda inmobiliaria también lo hace. La subida de los precios y de los alquileres podría crear barrios inasequibles, lo que podría contribuir a que se utilizasen estas propiedades con fines de inversión y, posiblemente, propiciase el desalojo de los residentes locales.

Además, cabe destacar que Barcelona es una ciudad europea antigua y relativamente bien planificada, pero las ciudades emergentes de Asia, África, Latinoamérica, así como otras más recientes de Estados Unidos y Australia, se enfrentan a un gran número de desafíos. Cuentan con grandes diferencias en lo que respecta a la escala, la densidad de población, la forma y la distribución, los patrones de desarrollo y los marcos institucionales de las ciudades. Algunas grandes ciudades pertenecientes a países en vías de desarrollo están saturadas de proyectos que carecen de control y normativas, y cuentan con marcos normativos precarios.

Reproducir lo que se ha llevado a cabo en Barcelona puede resultar difícil en estos lugares, por lo que se necesitarían transformaciones mucho mayores. No obstante, es cierto que los principios básicos de las supermanzanas, los cuales valoran a los peatones, los ciclistas y los espacios públicos de alta calidad por encima de los vehículos motorizados, pueden aplicarse en cualquier ciudad con algunos reajustes.

Liderando el cambio

A lo largo de nuestra historia, las grandes ciudades han estado a la vanguardia de la innovación y el progreso social, pero requieren una estructura sólida de gobernanza, que sea transparente y responsable, para garantizar un uso justo y eficiente de los recursos. Imponer la innovación ejerciendo el poder vertical, sin consultar a la ciudadanía ni contar con su aprobación, atenta contra de la idea del capitalismo de libre mercado, el cual ha sido una fuerza prevalente para las economías modernas y puede liderar la oposición de los ciudadanos y las empresas locales.

Además, los ciudadanos deben estar dispuestos a modificar su punto de vista y comportamiento para conseguir que estas iniciativas funcionen. Es decir, las “soluciones” urbanas, como el proyecto de las supermanzanas, deben contar con el respaldo de los ciudadanos a través de un compromiso continuo con los funcionarios de los gobiernos locales.

Un hombre habla en una consulta pública sobre la supermanzana del distrito del Ensanche en Barcelona. Ayuntamiento de Barcelona/Flickr., CC BY-ND

Para que la planificación urbana tenga éxito se requiere un liderazgo firme, con una visión clara y coherente del futuro, así como una hoja de ruta sobre la forma en la que se puede llevar a cabo. Además, debe realizarse en colaboración con los ciudadanos y todas las demás partes interesadas, como las empresas locales y las organizaciones privadas y públicas. De este modo, se garantiza que todo el mundo participe y asuma la responsabilidad del éxito de las iniciativas locales.

No cabe duda de que los principios y los objetivos de las supermanzanas son sólidos. La idea tiene suficiente potencial como para extenderse por todo el mundo, aunque es poco probable que adopte una forma única y específica en todas las ciudades.The Conversationhttp://theconversation.com/es/republishing-guidelines —>

Anupam Nanda, Professor of Urban Economics and Real Estate, Henley Business School, University of Reading

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.