8 de marzo de 2022

Mixzaida Yelitza Peña Zerpa
Caracas, Venezuela
Comunidad de Educadores de la Red Iberoamericana de Docentes.
En tiempo de crisis climática, mujeres y niñas, se enfrentan a una serie de obstáculos de tipo económico, social y ambiental. Diferentes retos que demuestran habilidades y conocimientos no solo aprendidos sino aquellos adquiridos a raíz de la propia crisis climática. Problema acelerado por el modelo de consumo de combustibles fósiles responsable de menos del 10% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono en América Latina y el Caribe.

Son mujeres que gracias a la perseverancia, valentía y amor por la familia logran aplicar algunos procesos de mitigación y adaptación. Aun cuando la mayoría de autores indican que el problema se concentra en mujeres campesinas e indígenas, no escapan de esta realidad, aquellas que viven en las ciudades. A cualquier edad, podrían ser alcanzadas por la llamada crisis climática.

Diferentes ubicaciones en tiempo y espacios que marcan diferencias pero al mismo tiempo puntos de convergencias. Por ello, la importancia de darle voz a todas aquellas mujeres que no pueden expresarse por diversas causas. Ellas buscan bienestar, paz, seguridad e igualdad de género para garantizar un futuro mejor para el planeta y toda la humanidad. Sociedades resilientes, inclusivas y más pacíficas mediante Estados y gobiernos más fuertes en el diseño e implementación de políticas públicas.

Son mujeres que piden empoderamiento y salvación. Ahora bien, la autora responsable de este artículo expresa diferentes vivencias a través de casos que se aproximan a la conexión intrínseca entre género y clima. Algunos sucesos se reservan el derecho de anonimato mediante el cambio de nombres dentro de la narración.

Primer reto: Vivir sin agua

Un problema que puede tener diferentes causas. María no se cansa de repetir la mala gestión y nivel de responsabilidad de las autoridades competentes. Mientras, Margot se queja de los dolores de espalda y columna vertebral causados por la carga de agua cerro arriba y abajo.

Rosa, Amanda y Ana venezolanas que viven en el estado Miranda buscan alternativas como medios de vida. Las primeras dos jóvenes mujeres compran tanques para almacenar agua en su hogar. Mientras, Ana junto a su esposo contrata a una empresa para perforar un pozo de agua subterránea en el terreno donde vive. En comparación con las mujeres que viven en el Corredor Seco de América Central, denuncian los viajes cada vez más largos para conseguir agua.

Segundo reto: Vivir sin energía

No es de extrañar que la falta de agua en los embalses afecte la generación de energía. Luisa desde Venezuela no se olvida de los frecuentes racionamientos eléctricos en su lugar de trabajo y hogar debido a las olas de calor y escasez de agua. Por otro lado, la escasez de gas natural impulsa el uso de la leña y carbón natural como fuentes de combustibles sólidos dentro de la cocina venezolana. María Auxiliadora desde el estado Mérida, relata cómo diseña un fogón de leña desde un balcón de su pequeño apartamento.

Tercer reto: Ante la escasez de gasolina

Yajaira, madre venezolana, madruga para abastecer el vehículo de gasolina. Pierde un día completo, pero el esfuerzo le permite cumplir con las normativas laborales, entre ellas el horario. Mientras, Elizabeth se le dificulta vender los productos lácteos que produce desde un pueblo del estado Barinas. Solo depende de una moto para trasladarse rápidamente y no perder la producción.

Cuarto reto: Salvar la agricultura para la alimentación

Las sequías, las inundaciones y la propagación de plagas, como consecuencia del cambio climático, están amenazando la producción agrícola en Latinoamérica. Específicamente en los estados andinos venezolanos muchas cosechas se pierden por la escasez de combustible y las bajas temperaturas. Sorpresa para Paula Chacón, despertar y encontrar la cosecha y plantas del conuco congeladas desde el estado Táchira.

Quinto reto: Aprender nuevos conocimientos/habilidades

Ante la pérdida de cosechas, escases de agua y racionamiento de energía, las mujeres buscan en primer lugar cómo protegerse ante los cambios extremos de temperatura. Algunas mujeres se organizan, pero también siguen formándose y educándose. Tratan de fortalecer la conciencia y la comprensión de vulnerabilidades particulares. Sin embargo, también buscan oportunidades de financiamiento, liderazgo e inclusión en los procesos de toma de decisiones dentro de las comunidades locales y nacionales. Hasta el punto de incluir temas de prevención para evitar la violencia de género y desnutrición.

Bernabela Cifuentes, Silvestre Figueroa y Carolina García, mujeres de Guatemala, lideran un grupo de ahorro y crédito que forman parte del proyecto de resiliencia que mejora la seguridad alimentaria y nutrición de las poblaciones más vulnerables desde Huehuetenango. 

Sexto reto: Ser migrante

La inseguridad económica hace vulnerables a las mujeres latinas. Migran desde Venezuela y Centroamérica en búsqueda de servicios básicos esenciales, seguridad social y alimentaria. Los casos Rosemary, Nayebis y Ana, madres caraqueñas reflejan la situación. Ellas afirman que estaban muriendo de hambre y se fueron a Brasil. Ahora bien, huyen pero están más expuestas a la inseguridad, discriminación y violencia de género. No encuentran fácilmente protección, apoyo ni mucho menos justicia social debido a la condición migratoria. En cambio, los hombres del hogar obligados a migrar por la falta de alimentos, crea una nueva situación donde aumenta las responsabilidades de las mujeres.

Séptimo reto: Ante la ausencia de condiciones sanitarias

Por lo general, son las mujeres que cuidan a los enfermos en cualquier hogar. Bárbara de Centroamérica comenta cómo pasa más tiempo cuidando de familiares a causa del aumento de enfermedades, como el Zika, y el dengue, cuyas epidemias son exacerbadas por el cambio climático. Al mismo, son mujeres que se enfrentan a mayores riesgos de salud cuando los sistemas de abastecimiento de agua se ven seriamente comprometidos.

Son siete retos marcados por la desigualdad socioeconómica y la pobreza; los patrones culturales patriarcales, discriminatorios y violentos y la cultura del privilegio; la división sexual del trabajo y la injusta organización social del cuidado; y la concentración del poder y las relaciones de jerarquía en el ámbito público.