30 de octubre de 2019

Mg. Daniela Palacio. Buenos Aires, Argentina.

Pretendo en este artículo resaltar la importancia que tienen las comunidades de docentes en general, y la RID en particular, en la formación continua del profesorado. E invitar a aquellos que aún no lo han hecho, a unirse a este espacio de construcción del conocimiento.

Una de las definiciones que ofrece la Real Academia Española del término comunidad es “Conjunto de personas vinculadas por características o intereses comunes” (1). A partir de allí, y al hablar de comunidades de docentes, podríamos reformular esa definición como un conjunto de personas cuyo interés común es el alumno, caracterizadas y movidas por la pasión de enseñar.

El porqué de escribir sobre las comunidades de docentes en general, y sobre Iberciencia en particular, es lo rico que ellas resultan para la formación continua del profesorado.

Porque enseñar, y sin entrar en detalles filosóficos, es acompañar al alumno con afecto y rigor en su preparación personal y académica. Es anticiparnos dándole las herramientas para que pueda seguir su camino.

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Ante lo grandioso de la tarea es soberbio pensar que podremos cumplirla en soledad. Por eso la importancia de las comunidades de docentes. Allí, cada uno expresa con humildad sus carencias desde el momento en que se involucra y acepta aprender de los otros. La lectura ávida de un artículo, la aceptación de una crítica, o la pregunta que nos auxilie, exponen una debilidad que es fortaleza: reconocer nuestra ignorancia.

El debate sobre la necesidad de una reforma escolar está casi agotado. Las nuevas tecnologías, la globalización, los avances científicos y los cambios en el mundo laboral son algunas de las razones que la justifican. En su lugar, el debate sobre cómo lograr una escuela coherente con las características de este siglo recién está comenzando.

Acordamos que la educación es mucho más que el simple desarrollo curricular. Es el desarrollo y fortalecimiento de habilidades, capacidades y valores de docentes y alumnos. Todo en el marco del trabajo cooperativo. Entonces la pregunta surge espontáneamente ¿lo estamos logrando? En mi opinión, aún falta mucho camino por andar. En el intento, necesitamos indudablemente del otro, de sus experiencias e ideas. Y es con el otro que surgen las comunidades docentes como lugares de participación solidaria.

En este aspecto, RID reúne, en comunidad, a miles de docentes interesados en mejorar cada día para, en definitiva, lograr un mundo mejor. Sus cinco nodos de trabajo: Investigación e Innovación, Formación, Evaluación, Promoción y Transferencia, hablan a las claras de su intención.

Para quien no sepa de qué se trata puede significar tiempo malgastado. Para quienes sí lo sabemos, es la enorme posibilidad de conocer otras realidades, de tener acceso al pensamiento de formadores destacados, de discutir ideas. Como muestra, basta con echar un vistazo a los Contenedores. Reunidos en siete ejes temáticos, ofrecen propuestas para trabajar en el aula desde las diferentes asignaturas porque, como se señala “La ciencia real no entiende de fronteras disciplinares” (Gordillo)(2). Por dónde nos llevarán los Contenedores dependerá de la pericia con la que sean empleados, pero será nuestro deseo los que marquen hacia dónde lo harán.

Quizás, y en principio, a quienes no son profesionales de la enseñanza les resulten poco atractivas las comunidades de docentes. Por el contrario, y en mi opinión, creo que hallarían esa chispa que los incentive a querer saber más y, aunque sólo sea, por enriquecimiento personal. Tal vez no sean los Contenedores, o sí. Quizás prefieran disfrutar de entrevistas científicas o de documentales, como En busca del futuro perdido. Como quiera que sea, las comunidades de docentes son, en sí mismas, un aporte al conocimiento.

Sería una mentira decir que nacieron en estos tiempos, aunque sí lo hizo el medio en el que se producen los intercambios. Hace años era personal o epistolar, por ende, difícil para acceder a comunidades lejanas. Hoy, gracias a las nuevas tecnologías, el intercambio desconoce tiempos y distancias. Este modo de trabajo, que facilitó indudablemente la tarea, también abrió otros debates. Lo adecuado para la educación en una región no lo es, necesariamente, en otra. Pero es justamente así como el intercambio se enriquece.

En ese sentido, RID lo propone, ya desde su nombre, para toda Iberoamérica. Son sus voces las que hablan en los foros, las que comparten experiencias, las que describen realidades.

La calidad de los procesos de enseñanza y de aprendizaje es multifactorial. Uno de los primeros factores, y responsabilidad ineludible de cada educador, es su formación continua. Por eso, pertenecer a una comunidad de docentes tiene ventajas. Algunas de ellas son: el conocimiento aparece como algo dinámico, que se va modificando según los aportes; las diferentes posturas frente a un tema se comparten, se discuten, no se critican; la empatía y sinergia de sus miembros mejoran la calidad profesional de ellos y favorecen la relación interpersonal; las experiencias compartidas por sus miembros proveen estrategias innovadoras a otros. Resumidamente, es un espacio de construcción colectiva.

Para el profesorado, aceptar la invitación de Iberciencia no es sólo contar con recursos académicos, es, sobre todo, tener acceso a las vivencias de otros colegas. Esto es, de algún modo, compartir sus clases, presenciarlas a la distancia, para seguir aprendiendo. Esta comunidad no se propone caminar delante de nosotros y, sin mirar atrás, lanzarnos su material. Muy por el contrario, nos propone caminar juntos. Nos enfrenta al trabajo cotidiano para que opinemos, compartamos y descubramos esas estrategias que nos harán mejores educadores. Porque, después de todo, el ser humano es un ser sociable y, como tal, se nutre en comunidad. Quedan todos invitados.

 

  1. http://www.rae.es/ consultado el 17.06.17
  2. Gordillo, M.M. – Contenedores – Rec. el 1.6.17 de http://grupoargo.org/contenedores/descripcion.php