6 de agosto de 2019

La llegada del smartphone, los vehículos autónomos y la nube es sintomática de un cambio profundo que está reescribiendo la sociedad moderna desde adentro: la Cuarta Revolución Industrial. Las nuevas tecnologías prometen la solución a varios problemas, pero ¿son estas siempre una fuerza del bien? En la primera parte de una serie de tres, Paz Serra Portilla de EcoPolítica sostiene que hay que reemplazar el optimismo ciego con un debate público en el que los avances tecnológicos estén sometidos al control democrático y puedan ser cuestionados.

La Ilustración trajo el progreso y lo dejó anclado en nuestro imaginario político y económico. Desde ese momento, la tecnología ha aparecido como la clave, solución única y universal a todos nuestros problemas. Esto, unido al fenómeno de aceleración histórica al que estamos sujetos en el contexto actual, ha hecho que se sucedan las revoluciones industriales sin que apenas dé tiempo a asimilar sus rasgos y consecuencias. En apenas 10 años, se han solapado dos revoluciones industriales, si en 2006 eran las energías renovables y la tercera revolución industrial, en Davos en 2016 el director del Foro Económico Mundial Klaus Schwab introducía en la agenda la Cuarta Revolución Industrial. Los nanochips, el internet de las cosas, la robotización y la nube habían llegado para solucionar los problemas que habían causado las dos primeras revoluciones industriales y que ahora nos abocan al desastre inminente. Ahora bien, ¿es esto cierto? ¿Puede la tecnología sacarnos del atolladero? ¿O es sólo una forma más de empaquetar la confianza en el progreso? El año pasado, EcoPolítica se propuso llevar este tema al debate público, cuestionando el axioma según el cual la tecnología es siempre buena y también abordando los límites materiales y de bienestar social de la revolución tecnológica.

 

...

Seguir leyendo y comentar

Requiere el registro gratuito en la Red Iberoamericana de Docentes, un espacio colaborativo con más de 40.600 docentes