12 de marzo de 2022

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Màrius Vicent Fuentes i Ferrer, Universitat de València

Los mosquitos, insectos de la familia Culicidae, están distribuidos prácticamente por todo el planeta. Además de producir molestas picaduras, pueden transmitir enfermedades, algunas de ellas mortales, si no hay un adecuado tratamiento a tiempo.

Pero ¿por qué nos pican? En general, tanto los machos como las hembras se nutren de jugos azucarados, néctares y otras secreciones vegetales. Solo las hembras (al menos las de importancia sanitaria) se alimentan también de sangre y, por tanto, ejercen un papel activo en la transmisión de enfermedades.

Éstas necesitan ingerir sangre, humana o animal, para desarrollar los huevos a partir de sus óvulos fecundados. Éstas se aparean solamente una vez, pero tienen la particularidad de mantener viables hasta su muerte los gametos masculinos. Así, ingerirán sangre y pondrán huevos hasta que mueran. Lo hacen a través de una trompa recta y fina de longitud igual o superior a la de la cabeza y tórax juntos.

Esta ingesta es posible gracias a sus especializadas piezas bucales, capaces de atravesar, en muchas ocasiones, la ropa de una persona. La cantidad de sangre puede variar entre 4 y 10 milímetros cúbicos.

Se pueden alimentar tanto de mamíferos, como de aves, reptiles o anfibios y sus preferencias son extremadamente variables de una especie a otra. Esta última característica en la selección del hospedador del que se alimenta es de gran trascendencia en la transmisión de zoonosis, sobre todo las víricas.

¿Qué enfermedades pueden transmitir?

Durante el período de tiempo que dura la toma de sangre, hasta varios minutos si no son molestadas, las hembras pueden inocular con su saliva agentes infecciosos. Por ejemplo, los virus productores del dengue, la fiebre amarilla, el chikunguña, el zika (transmitidos fundamentalmente por la especie Aedes aegypti, pero también por Aedes albopictus), los protozoos del género Plasmodium, causantes de la malaria o paludismo (por mosquitos Anopheles), y las larvas de algunas filarias, sobre todo las causantes de filariasis linfáticas.

Además, existen otras afecciones víricas como las encefalitis producidas por el Virus del Nilo Occidental, la encefalitis japonesa y la fiebre del Valle del Rift, transmitidas sobre todo por especies de mosquitos del género Culex.

Sin duda, las afecciones víricas más importantes, tanto por su extensión, número de personas afectadas y su poder patógeno son el dengue grave o hemorrágico y la fiebre amarilla.

Todas éstas suelen cursar con fiebre, dolores musculares y articulares, dolor de cabeza, cansancio, vómitos y náuseas y erupciones cutáneas en algunos virus. En caso de complicarse, pueden producir hemorragias o afecciones orgánicas en el hígado y el riñón. El tratamiento para todas ellas es, exclusivamente, paliativo de los síntomas.

Solamente en el caso de la fiebre amarilla existe una vacuna fiable y eficaz, la cual se administra para conseguir la inmunización de grupo en zonas endémicas.

También se aplica a viajeros que lleguen a estas zonas, con la finalidad de que no sean portadores del virus a otras zonas en las que el mosquito transmisor está presente. Sobre todo, en los casos (bastante frecuentes) de afecciones asintomáticas que pasan inadvertidas.

Infecciones víricas en zonas tropicales

Algunas de estas infecciones víricas, como el dengue, el chikunguña y el virus del Nilo Occidental pueden transmitirse también en el continente europeo. Sin embargo, su mayor distribución y transmisión, al igual que la malaria y las filariosis linfáticas, se suelen adquirir en zonas tropicales y subtropicales de África, Asia (a excepción de la fiebre amarilla) y América Latina.

Por tanto, el viaje a zonas endémicas de estas enfermedades supone un riesgo importante de infección si no se toman las medidas adecuadas para evitar las picaduras.

Respecto a los parásitos transmitidos por vectores, el causante de la malaria es sin duda el de mayor importancia. Hay unos 300 millones de personas afectadas y más de 400 000 muertes anuales, más del 65 % niños y niñas menores de 5 años.

Para esta enfermedad, además de las medidas de protección, en ocasiones es necesario tomar medicación antimalárica adecuada antes, durante y después del viaje, ya que no existen, en la actualidad, vacunas suficientemente efectivas y fiables.

Las afecciones importantes producidas por las filariasis linfáticas, también transmitidas por mosquitos, difícilmente pueden afectar a personas que viajan a las zonas de endemia de forma puntual. Solamente afectarían a aquellas cuya estancia fuera larga. Es decir, al menos de varios meses o un año, como le ocurrió a parte de los componentes de las tropas que participaron en las guerras del sudeste asiático durante la Segunda Guerra Mundial.

En Europa, y también en España, puede contraerse, sin necesidad de viajar, el dengue, el cikunguña y el virus del Nilo Occidental, si bien los casos son muy puntuales. Además, existen casos de malaria en personas que no viajaron y que enfermaron, seguramente, tras la picadura de mosquitos infectados que fueron importados tras un viaje directamente en avión, barco, etc. o con el equipaje personal de algún pasajero.

Sin embargo, el calentamiento global y el cambio climático auguran un aumento de la transmisión de estas y otras infecciones que actualmente son mucho más frecuentes en las zonas tropicales y subtropicales, en las cuales las poblaciones de mosquitos transmisores están muy bien establecidas.

Medidas de protección frente a las picaduras

Par evitar la transmisión, tanto de enfermedades víricas como de la malaria durante un viaje a zonas de endemia, deben llevarse a cabo dos acciones fundamentales.

En primer lugar, debe consultarse la situación epidemiológica de la zona de visita, así como las potenciales recomendaciones de vacunas o tratamientos. Esta información está disponible en las instituciones responsables de salud internacional de cada país de origen, como por ejemplo la página web de “atención al viajero” del Ministerio de Sanidad de España.

Por otro lado, deben tomarse las siguientes medidas de protección individual:

  • Llevar ropa de manga larga, pantalones largos, sombrero o gorra.

  • Dormir en habitaciones con mosquiteras en puertas y ventanas, o incluso con mosquiteras de cama impregnadas con insecticidas.

  • Aplicarse en la piel sustancias repelentes de liberación prolongada (por ejemplo, DEET).

  • Si fuera necesario, utilizar insecticidas autorizados en habitaciones y casas.

  • Por último, en la medida de lo posible, evitar viviendas cercanas a aguas estancadas, lagos, ríos, etc. ya que los mosquitos tienen un ciclo acuático.

  • Prestar especial atención en las horas nocturnas ya que, como la mayoría de especies antropófilas (las que tienen preferencia por la sangre humana), los periodos de nutrición coinciden con las horas nocturnas o del crepúsculo, si bien no faltan especies que pican durante el día, como el mosquito tigre, Aedes aegypti y Aedes albopictus.

Dicho todo esto, y siguiendo las recomendaciones de los organismos de salud, puede viajar tranquilo y disfrutar de su estancia si la pandemia y la epidemiología de los mosquitos del lugar de destino se lo permiten.The Conversationhttp://theconversation.com/es/republishing-guidelines —>

Màrius Vicent Fuentes i Ferrer, Professor Titular de Universidad - Área de Parasitología, Universitat de València

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.