7 de mayo de 2020

Sabina Ximena Inetti Pino, Montevideo, Uruguay.
Si un alumno aprende a estudiar abriendo ventanas a la realidad podrá resolver problemas y será capaz de cambiar el mundo que lo rodea ya que no se acostumbrará a las certezas sino a los cambios de ida y vuelta entre el conocimiento científico y el cotidiano.

Hace unos días cuando ingresaba a una de las clases me encuentro con un espontáneo torbellino de alumnos de primer año que tenían una novedad para mí: “Profesora, el viernes fuimos a una actividad y nos hablaron de los sectores primario, secundario, terciario y cuaternario de la Economía. En ese momento nos acordamos de usted y pudimos hablar de lo que trabajamos en clase”. En ese momento sentí mucha felicidad y recordé una de mis premisas “contextualizar los contenidos para comprender, interactuar y explicar la realidad”. Y ello responde a una pregunta muy frecuente en clase, en los corredores y en los propios hogares ¿Para qué venir al liceo? o ¿Para qué tenemos que estudiar? Uno de mis objetivos es tratar de cambiar esa percepción que se tiene hacia las instituciones y sus contenidos. Creo que es fundamental ver alumnos felices disfrutando de una buena lectura, haciendo preguntas, investigando para reconocerse como los constructores de sus propios futuros.

En el ejemplo planteado los alumnos lograron resignificar los contenidos trabajados en clase y asociarlos con las actividades de contextualización o enlace con la realidad cotidiana. Un recurso muy bueno es la lectura de artículos cortos de periódicos sobre el tema y su posterior problematización. Esto les permite reconocer, a través de sus conocimientos, cuando un artículo es netamente científico de otro que no lo es, gracias al previo análisis de fuentes, autores y al uso de vocabulario técnico. Es más, ellos pueden reconocer la procedencia académica o especialidad de estudio por las diversas redacciones y expresiones utilizadas. 

De forma paralela durante el año trabajamos mucho estudiando sobre las causas, problemas, consecuencias y posibles resoluciones buscando luego evidencias de ello en la realidad cotidiana y sobre todo en los medios de comunicación. Aquí me parece interesante manejar las redes sociales como Twitter, Instagram y Facebook (entre otras) ya que por allí circula mucha información. En ellas también podemos encontrar muy buenas páginas científicas que invitan a los alumnos a interiorizarse en los temas de su interés. A su vez analizar la información que reciben cotidianamente en los programas de televisión despierta muchas críticas constructivas y los lleva a dar razones de por qué es certera o no la información. En un principio es necesario guiar la observación y análisis con actividades cortas para luego progresivamente complejizar su nivel. Es importante agregar que la Universidad de Standford hace un par de días publicó un artículo basado en un estudio sobre la dificultad que tienen muchos alumnos para juzgar la credibilidad de la información online ya sea en los canales sociales o en los “pops up” en el buscador de Google. Además, plantean la necesidad de crear materiales que ayuden a los jóvenes a navegar por el mar de la desinformación que se encuentra en línea. Si desean pueden acceder al mismo en: https://ed.stanford.edu/news/stanford-researchers-find-students-have-trouble-judging-credibility-information-online

Comenzar un tema con una pregunta asociada a un acontecimiento socioeconómico y cultural o fenómeno físico de la realidad capta mucho el interés de los alumnos para así brindar explicaciones con lo estudiado sobre sus causas, problemas derivados y consecuencias. Esto implica un abordaje integral del tema estudiado, sino que también se agrega la sumatoria de todo lo aprendido anteriormente. Todo ello conduce a una mini investigación científica del tema en el aula gracias a la contextualización del contenido académico.

Paralelamente es muy bueno que los alumnos puedan comenzar a escribir sobre la información encontrada, su punto de vista, en qué aspectos observa que la misma no es fiable, sus conclusiones, etc. Hago hincapié en “escribir” ya que es un nivel de complejidad académica mayor que interactuar oralmente sobre un tema. Al escribir es necesario ordenar las ideas, pensar en formular oraciones, párrafos con sentido y enlazados de tal forma que permita explicar determinados problemas. Esto conlleva una gradual madurez conceptual y debe ser enseñado de a poco ya que no siempre nuestros alumnos llegan a primer año del Ciclo Básico con las mencionadas habilidades por muchas razones. Realmente es todo un desafío pensar actividades, buscar materiales como artículos que tengan un bagaje científico y que se puedan comprender sin la necesidad de adaptar. Pero cuando no se puede una alternativa es traducir el lenguaje técnico en lenguaje fácil para cuando se hayan entendido los conceptos y el significado del texto, en base a los contenidos trabajados en clase, volver al lenguaje inicial. Por ello se trabaja tanto desde la oralidad haciendo un enlace con las experiencias previas para luego bajar al texto y por último a la redacción preferiblemente en papel ya que implícitamente incorpora otras habilidades en el alumno. También es necesario enseñar a construir conclusiones desde las más simples a las más complejas. No es un ejercicio en el que se obtengan resultados instantáneos sino que es necesario guiar al alumno desde su forma de aprender y asociar. Un juego que ayuda mucho es trabajar con pequeñas situaciones cotidianas de causa y efecto para luego aplicarlo a los contenidos académicos.

Es entonces que dentro del proceso de contextualización del contenido académico es bueno trabajar desde una educación centrada en el alumno. Esto se debe a que uno se encuentra orientando constantemente en el trabajo colaborativo que incluye reflexionar, criticar constructivamente, fundamentar, ser cada día más autónomo y sobre todo que se acepte la existencia de la posibilidad, la duda y el error para superarse continuamente. Además, te brinda mayor flexibilidad a la hora de planificar y evaluar el proceso de enseñanza-aprendizaje ya que el contexto cotidiano es muy rico en ejemplos y experiencias propias que permiten hacer el enlace conceptual con el contenido académico.

Por lo tanto, si un alumno aprende a estudiar abriendo ventanas a la realidad podrá resolver problemas y será capaz de cambiar el mundo que lo rodea ya que no se acostumbrará a las certezas sino a los cambios de ida y vuelta entre el conocimiento científico y el cotidiano.