30 de diciembre de 2020

El 8 de mayo de 2002, en una sesión especial dedicada a la infancia celebrada en la sede de Naciones Unidas de Nueva York, la pequeña Gabriela Azurduy de 13 años, leyó ante el pleno de representantes de todos los países del mundo una declaración en la que afirmaba: “Somos las víctimas de la discriminación política, económica, cultural, religiosa y del medio ambiente.

Somos los niños y niñas cuyas voces no se oyen: es hora de que nos tomen en cuenta”. En su discurso inaugural de aquella jornada, Kofi Anan, entonces secretario general de la ONU, había dicho “Nosotros, los adultos, os hemos defraudado de una manera deplorable”. Desde entonces, se han hecho muchas cosas, pero deben cambiar muchas más para que la situación de la infancia en el mundo sea mínimamente aceptable.

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