15 de diciembre de 2020

María Elena Guntiñas Rodríguez. Santiago de Compostela.
Uno de los objetivos de la persona que se dedica a la enseñanza es buscar materiales y recursos que faciliten el aprendizaje de aquello que imparte. A lo largo de mis años de profesión se han producido grandes avances tecnológicos que se han podido utilizar en las aulas. Este hecho determina que un docente tenga que estar reciclándose de forma continuada, invirtiendo para ello su tiempo y dinero, aspectos que no son reconocidos y valorados ni por la administración ni por la sociedad.

Tengo a mis espaldas un poco más de 35 años dedicados a la docencia. Es cierto que era muy joven cuando inicié esta profesión con mucha alegría por tener trabajo, con mucha ilusión y muchas expectativas ante lo que podría enseñar. Y…con mucha inexperiencia. Sin embargo, me sentía capacitada para realizar esta tarea de enseñar que ahora, después de tantos años, sé que es muy difícil. En aquellos tiempos pensaba que la formación adquirida en los estudios de una carrera y de una segunda en ciernes de terminar, junto con la realización de dos cursos de Aptitud para Profesores (CAP), me capacitaban para la labor docente.

Recuerdo las relaciones de convivencia con mis compañeros de profesión de mis primeros años y, a estas alturas de mi vida, especialmente las vividas con los de más edad, los que tenían el poso de la experiencia, que habían labrado a base de voz, tiza y pizarra. Yo, también, utilicé tales recursos didácticos, aún tengo viva la imagen de mi mano derecha con la piel resquebrajada de pura sequedad por el polvillo de la tiza, de tener la voz rota y quedarme sin habla, pero empezaban a llegar otros recursos como las diapositivas y sus proyectores, los acetatos de transparencias y los retroproyectores, el alquiler de películas de divulgación científica… dicho de otro modo, los famosos recursos audiovisuales.

II Congreso Iberoamericano de Docentes. Docentes frente a la pandemia

Para usar estos nuevos recursos los jóvenes teníamos ventaja, ya que se nos había enseñado a manejarlos y utilizarlos. Asique, si la colección de diapositivas era escasa o no existía sobre la materia o tema, las hacíamos o las pedíamos prestadas, o cuando visitábamos un museo era fundamental el ver la tienda para conseguir unas buenas diapositivas, láminas maravillosas… lo importante era que hubiese proyector, y aún en su ausencia comprábamos uno con nuestros honorarios, lo mismo sucedía con las transparencias no así con el retroproyector, demasiado armatroste como para tener uno en casa. En el caso de las películas, lo difícil era conseguirlas junto con el proyector, ya que había que ir a buscarlas y luego devolverlas a algún centro, o bien se dependía del servicio de correos, lo que suponía todo un reto ya que no siempre coincidían los tiempos de recepción con los previstos para la proyección, en fin, se trataba de disponer de tales recursos que considerábamos fundamentales para impartir unas clases de calidad basándonos en el dicho de una imagen vale más que mil palabras. Al cambiarnos de centro llevamos nuestras colecciones y aparatos personales ante la duda de que en el nuevo destino no hubiese la dotación de tales recursos. Los compañeros avezados decían ¡estos jóvenes! Y poco a poco se iban apuntando.

Más tarde llegaron a los institutos los televisores y se comenzaron a utilizar para clase algunos programas que tenían interés para tal o cual materia, qué decir en relación a las asignaturas de ciencias. Pero había el inconveniente de los horarios de emisión, la mayoría solo eran compatibles con las jornadas del turno de nocturno, y de la disponibilidad del salón de actos. Todos estos inconvenientes se solucionaron con las televisiones portátiles y los videos…Grandes Avances. En este punto el afán del profesorado era tener buenas colecciones de videos, no importaba si llegaban como dotación al centro de trabajo o si había que pedirlos prestados o directamente comprarlos con cargo a la propia cuenta…Lo que fuese necesario con tal de que las imágenes pudieran esclarecer aquellos conceptos en los que las palabras no habrían sido suficientes.

Hoy día estamos en la etapa de los ordenadores, del Word, del Excel, Power Point, Pdf, USBs, tabletas, del correo electrónico…que maravilla hacer gráficas fabulosas y poder olvidarse del papel milimetrado, fenomenal la presentación de diapositivas con animaciones de lo más diversas, impensable la elaboración de materiales didácticos con una presentación excelente…El recurso de internet, es impagable el poder resolver dudas de forma inmediata…Okazaki…vaya sorpresa, son dos hermanos…Leonor Michaelis…pensar que era una mujer y resulta ser hombre, Maude Menten era mujer…Poder poner cara a tantos y tantos nombres importantes para la ciencia, poder leer sus breves pero interesantes biografías… Cuanta información al alcance de la mano en un plis-plas.

A punto de terminar mi carrera docente observo a mis jóvenes compañeros y los veo decididos, resueltos, conocedores de estas nuevas tecnologías, sin miedo y pienso: claro, han nacido con un ordenador bajo el brazo. Nosotros, los prehistóricos, hemos tenido que adaptarnos, que vencer el miedo y poco a poco hemos introducido estos fantásticos recursos en nuestras clases y en nuestras vidas. Ahora andamos con el ordenador portátil, mejor las tabletas ya que pesan menos y muchísimo mejor los USBs, que seguimos comprando con el dinero que nos pagan. Sí, hemos cambiado las colecciones de diapositivas, de transparencias, de cintas de video, de CDs por USBs. Todo ese material lo tenemos acumulado de tal forma que podríamos montar, cada uno, una exposición sobre la evolución de los recursos audiovisuales en las aulas. Todo ello sin grandes sueldos, sin sobresueldos, ni dietas, ni pago de gasolina, sin dotación para ordenadores, para móviles de última generación, ni para USBs… personales…sin tarjetas negras. Y es que el que se dedica a esta profesión solo piensa en enseñar de la mejor forma posible y no en llenar los bolsillos. Por todo ello no somos merecedores de respeto y reconocimiento?