18 de diciembre de 2019

Lucia Dina Galotti
Ciudad de residencia: Santa Rosa, La Pampa, Argentina.
Una formación docente de calidad es la garantía de buenos docentes, maestros y profesores que enseñen en los niveles inicial, primario y secundario. Pero es necesario reflexionar sobre qué significa se un buen docente hoy, y qué se entiende por una buena enseñanza.

Partiendo de la premisa que todo cambio educativo implica también cambio cultural, expondré a continuación un conjunto de reflexiones en torno a la formación docente y su relevancia para el logro de mejores prácticas, en pos de aprendizajes que construyan una diferencia, tanto para los estudiantes como para la sociedad toda. En las instituciones educativas circulan un conjunto de significados compartidos que conforman la cultura institucional. Las ideas naturalizadas y enquistadas desde esta mirada cultural hacen difícil que se instalen procesos de mejora, generan resistencias. Por este motivo, pretender institucionalizar lo nuevo implica necesariamente problematizar los significados compartidos que no se ponen en cuestión, pero que suelen ser obstáculos para que aparezcan otras formas de ver la realidad educativa.

¿En qué supuestos se basa la demanda de mejorar la calidad de la formación docente? ¿Qué habría que mejorar? ¿Como dar el salto hacia el siglo XXI? Considero que no hay respuestas lineales ni unívocas. No siempre se piensa lo mismo cuando se habla de calidad educativa. Para algunos, esta puede relacionarse con estereotipos más tradicionales en torno a lo que se supone "una buena educación" Sin embargo, en la segunda década del siglo XXI tenemos un buen panorama sobre el impacto de las tecnologías de la información y la comunicación, no sólo en lo que hace a las interacciones sociales, sino también al acceso muy rápido y simple a una inconmensurable cantidad de información. También han modificado de manera radical el mundo del trabajo, de la producción de conocimiento y del aprendizaje. Cada vez más, hay certezas respecto del potencial que tiene la web para abrir nuevos espacios y formas de aprender.

Los institutos de formación docente y las universidades son el semillero que provee de maestros y profesores a los distintos niveles obligatorios del sistema educativo. La calidad de la enseñanza de los niños y jóvenes se relaciona de manera sustancial con la calidad de la formación de sus maestros y profesores. ¿Pero qué significa una buena formación? No es tan simple ponerse de acuerdo. ¿Como incluimos los cambios ya mencionados en la comunicación, el trabajo, la vinculación entre las personas o el acceso a la información? ¿Es válido seguir haciendo lo mismo? ¿Misma enseñanza y modos de evaluar? Las respuestas a estas preguntas se hacen mucho más complejas si no ponemos a proyectar cómo será el mundo y la sociedad dentro de unos 15 años, cuando nuestros estudiantes estén ejerciendo su oficio docente.

Comunidad de Educadores: Un espacio para visibilizar el pensamiento de los docentes

La Red Iberoamericana de Docentes (41.400 miembros) quiere aprovechar la gran visibilidad que tiene sus blogs, tanto en la Red como en abierto, y va a iniciar una etapa en la que se van proponiendo temas de interés para la profesión docente que se actualizarán cada dos meses y que serán revisados por nuestro Comité Académico con el compromiso de hacer un retorno de todo lo recibido. Los docentes que a lo largo de 2020 publiquen un mínimo de 5 artículos recibirán un certificado acreditativo. El registro en esta acción es libre y gratuito y las entregas se harán a través de una plataforma Moodle para tener un control y las herramientas de evaluación adecuadas. Todos lo interesados puede registrarse desde hoy hasta el 31 de diciembre de 2019. Los datos que se solicitan son los necesarios para emitir, en caso de haberlo logrado, los certificados. Registro en: https://forms.gle/ssatywJomDsff2T27

Y en 2020 haremos entre todos el Año Iberoamericano de la Cultura Científica

¿Qué conjunto de saberes y capacidades hacen a ese buen docente que ejercerá su tarea en la sociedad actual y futura? ¿Como formarlo? ¿Cómo salir de algunas lógicas que daban cuenta de una sociedad que ya no existe? ¿Alcanza con el buen manejo de contenidos disciplinares y una sólida formación académica? ¿Qué más hace falta? Por un lado, considero que el paisaje de las prácticas en donde se forman docentes tendrían que ser acordes a cómo se accede al conocimiento hoy, cómo se produce y se trabaja usando diferentes soportes, el libro, la toma de notas en lápiz y papel, pero también notebooks, tablets, e incluso celulares, que nos comunican con el mundo. También en la formación tendría que estar presente la comunicación virtual, en forma de aulas virtuales, con itinerarios de enseñanza específicamente planificados, pero también propuestas que incluyan redes sociales como, por ejemplo, facebook o Twitter. ¿Atenta esto contra el nivel académico? Todo lo contrario. Contribuye con mayor acceso a las publicaciones, a diversas fuentes de información, al intercambio y a la argumentación en foros y redes sociales y a los procesos de producción escrita y de construcción de conocimiento que enriquecen la formación y los procesos reflexivos.

Pero no alcanza si estamos formando docentes. Los saberes teóricos deben ponerse en diálogo con la práctica, con la enseñanza. Todo lo que se aprende durante el trayecto formativo debería cobrar sentido en el marco del futuro desempeño profesional. Hay que saber sobre el nivel para el cual se están formando los futuros docentes: la organización de las instituciones, la cultura de las escuelas, las características de los estudiantes y las políticas educativas, son algunos de los aspectos más sobresalientes.

Es decir, propender hacia una formación de docentes que cuenten con los saberes y las capacidades para enseñar en el marco de la realidad de este nuevo siglo, en el que la lectura, la escritura, la interacción social y el trabajo están atravesados por las TIC. Estos saberes profesionales, deben habilitar mejores formas de planificar la clase, lo cual tiene que entenderse como una enseñanza que pone el foco en los aprendizajes, significativos, valiosos y formativos, pero que también lleguen a todos los estudiantes. Esta manera de ver la enseñanza nos invita a concebir un docente capaz de pensar diversas estrategias que se adecuen a las diferentes formas de aprender y a los variados intereses y necesidades de nuestros estudiantes.

Ante los desafíos del contexto actual, cabe preguntarse entonces, hasta qué punto son válidas las formas tradicionales de enseñar y aprender. Suelen presentase miradas nostálgicas en este sentido. Es menester preguntarse y preguntarnos, repensar lo establecido, animarse a innovar y ensayar nuevos enfoques. La web nos interpela, también a los formadores de formadores, aún a aquellos que enseñan en el ámbito académico, más rígido, de la universidad, para revisar los modos de planificar la enseñanza, de manera de desafiar la centenaria pedagogía de la uniformidad.

Lo antes dicho nos obliga a volver a pensar cómo responder a la pregunta ¿qué significa formar un buen docente? Un buen docente ¿es "el que sabe los contenidos disciplinares? ¿El que explica bien? ¿O es aquel que planifica buenas intervenciones para hacer pensar a sus estudiantes, para que hablen, argumenten, escriban textos propios, o amplíen sus ideas usando los textos? Creo que un buen docente tiene que conocer sus estudiantes y saber planificar procesos diversos y variados para el logro de lo que se propone que sus estudiantes aprendan. Una buena formación docente tiene que contemplar una sólida formación pedagógica y didáctica además de disciplinar. Asimismo, la formación debe estar vertebrada por el campo de las prácticas, a lo largo de toda la formación inicial, en un ir y venir entre la mirada en las escuelas, la enseñanza y los conocimientos disciplinares y del campo de la formación general, como la filosofía, la sociología o la historia del conocimiento.

Por último, no hay que olvidar poner la mirada en las escuelas de los niveles para los que se forma, y contribuir de esta manera con la articulación entre teoría y práctica, además de fortalecer pedagógicamente a las propias escuelas asociadas a los institutos superiores o a las universidades, y así achicar la brecha entre los modelos teóricos y la realidad de las escuelas. Esto debería también estar acompañado del apoyo y seguimiento a los nuevos docentes que se incorporan al sistema y fortalecer el proceso de transición entre la formación inicial y su desempeño profesional.