4 de junio de 2021

Las familias no van a la escuela. Tampoco tienen por qué hacerlo y, si quisieran, en esta educación de la era pandémica tampoco pueden casi, ya que los centros, en aras de la protección de la comunidad escolar, se han convertido en búnkeres acorazados repletos de medidas para entrar, permanecer o salir. Este es el papel de las familias en la revuelta educativa probablemente más compleja de la historia y así lo están afrontando.

Es habitual abanderar como causa de los malos resultados a través de los informes de rendimiento escolar la escasa implicación de las familias en el seguimiento y desarrollo escolar de los menores. 

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