22 de febrero de 2022
Universidad de Valencia Calle de la Nave (Nau). Vicente / Flickr, CC BY-NC-ND

María Nayra Rodríguez Rodríguez, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y Lía de Luxán Hernández, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

Sin gramática, todo falla, y no hay habla ni redes sociales que valgan.

No es únicamente el análisis sintáctico, sin aplicaciones prácticas. Estamos ante la columna vertebral del texto. La gramática es la clave de la comunicación, de la buena o mala información, de la emisión de lo que siento, sientes, sentimos… Es un nosotros y no un yo. Es la gramática la que nos permite unir los elementos de la teoría de la información de Shanon y Weaver: al emisor con su receptor, que se comunican mediante un código a través de un canal para emitir un mensaje que debe entenderse gracias a un contexto. La gramática no es dramática ni complicada. Es divertida, sencilla y adaptable a las nuevas convenciones sociales como las redes sociales.

No es mi gramática, sino nuestra gramática

La gramática puede ser tradicional, generativa, comparada, histórica, estructural, funcional, descriptiva o normativa. La gramática es divertida, con sus muchos apellidos y atributos. Pero no es “mi gramática”, sino “nuestra gramática”.

La falta de entendimiento se produce desde el momento en que un dativo de interés en “el niño no me come” es confundido con un complemento directo o cuando un “de” se cuela detrás de un “debe” si no estamos ante un enunciado de posibilidad. También si un complemento directo plural se confunde con un indirecto y escuchamos “se los dije”, en lugar de “se lo dije”, o si un “señora Presidente” entra en juego en nuestro discurso y se ofende, de este modo, a quien considera que lo correcto, en términos de igualdad, debe ser sustituir una “-e” por una “-a”, a pesar de que la “-e” no sea marcadora de género en la gramática tradicional. Se produce también si un “salva a todas” es entendido como “salva a todas las personas femeninas”, cuando el emisor del mensaje, en realidad, usa el femenino plural como género no marcado, en un afán por cambiar el sistema lingüístico y hacer visible la presencia de la mujer.

La brecha digital gramatical

Los usuarios de las redes sociales, al margen de su conocimiento sobre gramática, comunican sus pensamientos y emociones en un texto, el digital, difícil de clasificar entre la oralidad y la escritura. La brecha digital no solo viene dada por un uso tecnológico con más o menos maestría de las redes sociales o los dispositivos tecnológicos, sino también por la competencia discursiva en ciberpragmática, actual denominación de la gramática. Alcántara-Plá asevera que las “las pocas palabras que forman el mensaje digital deben ser suficientes para contextualizar la comunicación y permitir su interpretación”. En cualquier evento comunicativo, un mensaje puede tener tantas interpretaciones como usuarios lo lean.

Nos comunicamos pero ¿nos entendemos? Camilo Jimenez / Unsplash

Algunos internautas experimentamos la falsa sensación de encontrarnos en un entorno íntimo, de alcoba. Pero ese espejismo de paraíso con los amigos, dentro del desierto de la soledad, se desvanece cuando somos conscientes de que el mensaje se puede interpretar de diferente manera por millones de usuarios.

Un emisor “X” puede emitir el mensaje “qué cabrón” sobre un receptor “Z”. Unos internautas pueden considerar que se trata de un insulto, mientras que otros quizás perciban ironía en el mensaje y, por consiguiente, capten el grado de confianza entre el emisor y el receptor.

La gramática no deja a un lado la cortesía

La comunicación digital a través del teclado o de la pantalla, al no ser una conversación presencial, debe activar con más razón los mecanismos de cortesía, puesto que en la conversación “cara a cara” el mensaje se puede rectificar en el mismo instante e, incluso, cabe una disculpa inmediata.

Con el cibermensaje no ocurre lo mismo. Se juzga más. Desde el momento en que se pulsa la tecla “enviar” de un texto digital, hay muchos usuarios potenciales que pueden leerlo y comentarlo… Y aunque se rectifique o retire lo escrito, se puede grabar y sirve esto de pretexto para crear más contenidos. Y ya se sabe qué pasa en las redes: si algo se aclara, se oscurece…

Incluso on line tenemos que ser gramaticalmente corteses. Sara Kurfess / Unsplash

La cortesía es la piedra angular en toda relación social y en Internet tendría que prevalecer por encima de todo. En la ciberpragmática del español, la cortesía negativa es un acto de habla que puede resultar amenazante para el destinatario tales como las órdenes, los consejos, los insultos, los reproches… No obstante, se mitigan con elementos lingüísticos y extralingüísticos. Dentro de los primeros, nos encontramos con el diminutivo “cabroncillo” y el aumentativo “cabronazo”. El grado de confianza entre los interlocutores sería un factor extralingüístico. En una situación determinada, si un amigo se compra un coche de alta gama, “cabronazo” tendría sentido en el contexto y no rompería la cortesía. Sin embargo, estamos percatándonos de que en las redes sociales los malentendidos se multiplican exponencialmente por la falta de contexto lingüístico y extralingüístico de un mensaje.

La gramática no son solamente palabras

La era digital ha creado una gramática que no juega solamente con palabras, sino también con emoticonos, “me gustas”, “recomendaciones” en forma de clic… La gramática cambia, se amolda a los nuevos canales de comunicación, así como a las exigencias sociales.

No nos olvidemos de la gramática. Apoyémonos en ella para relacionarnos con los demás. La gramática no es un producto individual, sino colectivo. La gramática es bella porque nos permite entendernos y un mensaje escrito o hablado en un contexto adecuado es capaz de erradicar cualquier conflicto. Con una perfecta gramática en la centuria pasada, Gabriel Celaya cantó que “la poesía es un arma cargada de futuro”. En el siglo XXI, Internet puede ser el arma cargada de esperanza en donde la cortesía no solo sea una teoría gramatical aplicada al cibertexto, sino una actitud para unirnos a todos en una sociedad, la digital, repleta de “microsoledades”.The Conversationhttp://theconversation.com/es/republishing-guidelines —>

María Nayra Rodríguez Rodríguez, Profesora de Lengua española de la ULPGC y miembro del Instituto Universitario de Análisis y Aplicaciones Textuales (IATEXT), Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y Lía de Luxán Hernández, Profesora del Departamento de Filología Moderna, Traducción e Interpretación de la ULPGC, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.