3 de junio de 2022

Ricardo Ramírez, Bogotá Colombia Comunidad de Educadores de la Red Iberoamericana de Docentes.

El uso apropiado de la ciencia no es conquistar la naturaleza, sino vivir en ella. (Barry Commer. Biólogo estadounidense)

La evaluación en el aula incide en sumo grado el proceso de enseñanza-aprendizaje, por ello es necesario conceptualizar los aspectos básicos que la estructuran. Entre los aspectos fundamentales cabe mencionar a los instrumentos por medio de los cuales se obtiene información con su consecuente aplicación, es decir el cómo evaluar de manera sostenible.

Si pensamos en nuestro quehacer como formadores es necesario incidir en el desarrollo competencial de los educandos para facilitarles moverse en un mundo dominado por la incertidumbre y promover las competencias y capacidades necesarias para integrarse de forma activa y crítica a esta sociedad. En este sentido los problemas socio ambientales a los que se enfrenta la sociedad, requieren una interacción dialógica y una implicación conjunta entre científicos, políticos y agentes sociales para una toma de decisiones coherentes con la sostenibilidad. Como indicaba Brown y Pickford, (2013) la forma de entender la evaluación condiciona el proceso de enseñanza-aprendizaje. Por ello, es tan importante caracterizar los aspectos que conforman un proceso evaluativo: el por qué, el para qué, el qué, el cómo, el cuándo y el quiénes.

Ello conlleva la necesidad de educar agentes de cambio, capaces de transformar su realidad, ya que «la situación de crisis que experimenta el mundo actualmente requiere la construcción colectiva de nuevas formas de sentir, valorar, pensar y actuar en los individuos y en las colectividades que posibiliten a toda la ciudadanía del planeta alcanzar una vida digna en un entorno sostenible» (Bonil et al., 2004, p. 5).

Incorporar la educación para la sostenibilidad en la cultura y la vida de la escuela no es un proyecto más. Es uno de los grandes retos que tenemos planteados para participar, también desde la escuela, en la construcción de comunidades sostenibles. Supone emprender un viaje colectivo (Martínez Huerta, 2010).

Un viaje, con incertidumbres, que se integra en una de las grandes aventuras de la humanidad: la búsqueda de la sostenibilidad. Esta necesidad de encuentro no es una iniciativa más, u otro requerimiento a añadir a la ya basta lista de emprendimientos. Es un nuevo modo de pensar, un enfoque compartido del desarrollo de la escuela y su mejora.

El aprendizaje para la sostenibilidad no es un nuevo programa o línea transversal; es el núcleo, la esencia ética de la actividad de la comunidad escolar que brinda a gente de todas las edades a comprender mejor el mundo. Es una referencia a través de la cual la escuela puede valorar su contribución al futuro de su estudiantado.

En síntesis, aprender para la sostenibilidad constituye una forma de viajar más que una meta determinada a la cual hay que llegar. Simplificando la idea podemos decir que esta travesía de aprendizaje tiene destino, pero no final, siempre podemos seguir aprendiendo para acercarnos más a la sostenibilidad de la escuela y la comunidad.

Cada institución educativa trabaja en un contexto definido por su trayectoria, sus planes, su entorno y las expectativas de su comunidad. Es por ello por lo que cada escuela decidirá cuál es la mejor vía para satisfacer las necesidades de su estudiantado y su entorno. Esto se traduce en entender que no hay, por lo tanto, un itinerario único, ni un guion estricto a seguir. Es posible avanzar hacia las metas por caminos diferentes. El viaje de la escuela hacia la sostenibilidad está guiado por el principio de atención y cuidado. Éste incluye el cuidado de sí mismo/a, el cuidado para con los demás –aunque algunas personas estén lejos en el tiempo y/o en el espacio- y el cuidado del medio ambiente, tanto desde una perspectiva local como global. Estas atenciones y cuidados se manifiestan a través de nuevas vías y contextos, abriendo los ojos del estudiantado a la viabilidad de una vida sostenible. Ello de tal forma, ayudará a crear un sentimiento de responsabilidad compartida por mejorar la escuela y la comunidad.

Hemos de tener en cuenta que realizar este viaje exige cambios, y que cambiar es difícil para las organizaciones estables –la educación formal está compuesta por organizaciones estables-. Puede ser útil, al menos durante el periodo de transición, crear sistemas y estructuras temporales. Necesitamos claves para analizar, comprender e intervenir en las aulas, entendidas como sistemas complejos, que nos permitan comprender los cambios en la educación como algo dinámico. Habitualmente los profesores planifican las clases, indicando básicamente un listado de contenidos, unos objetivos y las actividades a desarrollar (Contreras, 2010)

Esto puede significar contar con la asesoría de personas expertas que nos ayuden a diseñar los proyectos y a visualizar caminos alternativos. La sostenibilidad es un concepto amplio que engloba múltiples cuestiones. El papel del docente consiste en acompañar a los educandos en sus procesos de construcción del conocimiento, de reconocimiento de sí mismos, de los demás y de su entorno, para la apropiación de saberes significativos, natural, social y culturalmente, y para la toma de decisiones; igualmente, apoyar a la comunidad en la comprensión de la problemática ambiental y toma consciente y responsable de decisiones para el manejo sostenible del ambiente.

La experiencia demuestra que es mejor empezar poco a poco, pero con una perspectiva integradora y participativa, aprovechando muchas de las cosas que ya se hacen y dotándoles de un marco común y coherente. Para conseguir esto, la acción en el aula debe ser coherente, configurando un conjunto articulado. Aunque es habitual que los profesores organicen la secuencia temporal en el aula en función de la lógica de los contenidos, desde el enfoque de enseñanza que defendemos, el hilo conductor de la acción lo constituye la evolución de las ideas de los estudiantes. Los conocimientos se consideran herramientas para abordar los problemas investigados y para promover el desarrollo de las competencias necesarias. Promover cambios de la naturaleza que sugerimos implica que el profesor, guíe, oriente y tome decisiones para gestionar colaborativamente el contexto de enseñanza-aprendizaje. En este sentido es importante analizar la coherencia de dichas decisiones con los principios de la sostenibilidad. Reflejar los principios de la sostenibilidad en el sistema «aula» como escenario de construcción fundamentada, requiere un clima de intercambio, debate y diálogo, de acción y participación.

Bibliografía de Referencia

Contreras, S. A. (2010). Las creencias y actuaciones curriculares de los profesores de ciencias de secundaria de Chile. (Tesis de doctorado). Universidad Complutense de Madrid.
Bonil, J., Sanmartí, N., Tomás, C. y Pujol, R. M. (2004). Un nuevo marco para orientar respuestas a las dinámicas sociales: el paradigma de la complejidad. Investigación en la Escuela, 53, 1-20.
Brown, S. y Pickford, R. (2013). Evaluación de habilidades y competencias en Educación Madrid: Narcea.
Martínez Huerta, J. (2010). Viaje a la sostenibilidad. Una guía para la escuela. Los Libros de la Catarata, Madrid.