27 de diciembre de 2018

Juan Carlos Gómez Barriga.
El presente artículo pretende brindar al lector un panorama general acerca de la importancia que tiene la educación para la cultura científica en el marco del desarrollo mundial. Sin lugar a dudas, el acercamiento a la formación en el campo científico tiene hoy en día un especial campo en las agendas de los diversos países por cuanto supone el avance regional en materia de conocimiento, de inversiones económicas, de restructuraciones sociales, políticas, educativas, etc.

En tal sentido, las estrategias didácticas son de vital importancia para acercar a los niños, niñas y jóvenes a temas en relación con la ciencia y la tecnología al interior de las aulas de clase. Desde esta perspectiva, habría que decir que si bien la lectura especializada resulta ser indispensable para la apropiación de los distintos saberes de las disciplinas, no menos importante es la búsqueda, análisis y planeación de actividades por parte de los docentes. En este ámbito, un apoyo esencial es la propuesta novedosa orientada por la Comunidad de Educadores por la Cultura Científica que sin lugar a dudas ha ayudado a que muchos educadores logren mostrar la importancia no sólo del conocimiento científico sino también los diversos adelantos en las disciplinas.

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 La reflexión sobre la educación para la ciencia y tecnología obliga a pensar que en la actual sociedad de conocimiento, es necesario adquirir las habilidades necesarias para una formación integral en el marco de la eticidad y el desarrollo humano (Acevedo, Vázquez y Manassero, 2003). Esta quizá ha sido la inquietud y la pretensión permanente de los países y de manera consecuente se han formulado reformas sociales, políticas y económicas para alcanzar el desarrollo sustentable en el marco del avance científico. Producto de lo anterior, y de la necesidad de consolidar didácticas que apunten a la formación en ciencia e investigación, es la creación de las facultades de ciencias en las universidades, así como también de las instituciones de financiación de investigaciones científico-tecnológicas en América Latina como lo son: el Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación (Colciencias) o el Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico (IDEP), en Colombia; el Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES) y la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE) en Argentina; el Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (INASED) en Bolivia; el Instituto de Estudos, Formacao, Assesoria em Politicas Sociais (POLIS) en Brasil; el Centro de Estudios Socio-Económicos para el Desarrollo (CED) en Chile y toda la RED de Centros de Investigación de América Latina y el Caribe.

  No obstante, bajo el paradigma de la cultura de la competitividad en que se han encaminado los países bajo el horizonte de políticas neoliberales, surge al parecer una llamada carrera tecnológica. Una carrera que, a mi modo de ver, no garantiza el bienestar de los ciudadanos, sino que apuesta por una investigación científica que favorece el desarrollo a costa de ellos, es decir, se enrutan todos los recursos hacia la investigación de punta para la creación de nuevas tecnologías que no necesariamente benefician a toda la población sino a un cierto sector de ella. Se requiere entonces, pensar en una verdadera educación de y por la cultura científica en la cual los seres humanos vean en la ciencia y en la tecnología el camino hacia la libertad, la igualdad y la democracia. Sólo así, la producción de bienes culturales, económicos y tecnológicos que requieren los países para mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos dentro del nuevo orden mundial, se comprenderá como un verdadero ethos cultural y como elemento fundamental para pensar el desarrollo humano en el marco de políticas públicas garantes de derechos.

 En este sentido, y como lo menciona el documento de la OEI (2012), es necesario repensar la ciencia y la tecnología en Iberoamérica, lo que equivale a pensar en los estilos de ciencia más adecuados y en la definición correcta de lo que entendemos por excelencia y relevancia. Una pregunta debe ser formulada: dadas estas necesidades nacionales e iberoamericanas, ¿que ciencia y qué tecnología pueden contribuir más a la solución de los problemas?” (pág. 8). Evidentemente no puede ser una ciencia pensada únicamente para responder a los requerimientos de la competitividad internacional propia de la cultura científica occidental, sino un proceso de adelantos científicos que favorezcan el desarrollo de las regiones los cuales, sin desconocer la realidad mundial, propendan por reformas sociales y políticas de Estado tendientes a favorecer las necesidades de las comunidades.

 Cabe mencionar que contrario, precisamente, a esta carrera tecnológica mencionada, los estudios investigativos de la ciencia como eje estructurador de la cultura han puesto de manifiesto que no existe el imaginario de una superioridad del conocimiento occidental. En tal sentido, Yehuda Elkana (1977) afirma que “no hay diferencia de base, ni en términos de conocimiento ni en términos de lógica, en los modos del pensamiento entre sociedades occidentales y no occidentales, y que tampoco hay diferencia de base entre el pensamiento científico y no científico". Lo anterior conlleva a pensar entonces, que sí se requiere una educación en cultura científica contextualizada, una educación científica que toque la realidad de los países pero proyectándose a los avances del mundo contemporáneo globalizado y no propender por grandes avances científicos que beneficien a las universidades y los investigadores mismos desconociendo la realidad y las necesidades de las regiones.

 Ahora bien, en medio de la discusión sobre las diversas perspectivas, conceptos y concepciones que se tienen sobre la ciencia y cultura, se podría establecer que la ciencia, tanto básica como aplicada, es un elemento esencial de la cultura y para la cultura y por lo tanto, es necesario repensarla como un recurso esencial para satisfacer necesidades e intereses de la sociedad (Godin y Gingras, 2000). Para lograr lo anterior, es incuestionable el papel de la escuela en la formación de la cultura científica, hecho que sin lugar a dudas requiere de la inversión económica del Estado ya que si bien la educación para la cultura científica tiene una dimensión teórica, fruto de la capacidad de reflexión y de construcción de los seres humanos, demanda igualmente números recursos para su praxis los cuales, en conjunto, pueden convertirse en procesos generadores de cambios profundos en ámbitos científicos, económicos, en las transformaciones de los medios de producción, en la formulación de política públicas, en las actitudes, los imaginarios y las mentalidades de la ciudadanía. 

 La apuesta y el reto en este marco de formación para la cultura científica, como ya se mencionó, lo hace la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) a través de la cualificación de los docentes que forman parte de la Comunidad de Educadores por la Cultura Científica. ¿Pero qué es lo novedoso del material aportado por la comunidad? Es la pregunta obligada para quien se acerque a este escrito. La respuesta en primer lugar, es el tratamiento que se realiza para el análisis de un documento. La ciencia comprende un discurso bastante complejo para un lector especializado y en el caso de estudiantes en formación aún lo es más. En este sentido, las actividades que se proponen para analizar y comprender los artículos, reportajes, noticias y demás, hacen que los educandos se familiaricen con el tema tratado y logren procesos de comprensión (y aprehensión) más fáciles pero no por ello menos rigurosos. Por otro lado, actividades de Falso o verdadero, preguntas abiertas y demás hacen volver sobre un documento de manera obligatoria para hallar una respuesta, ahondar en las lecturas para encontrar nuevos significados y buscar nuevos horizontes que en realidad no es una práctica habitual en las aulas de clase.

  Finalmente, los docentes (y comunidad en general) tienen a su disposición un banco de materiales organizados en ámbitos como: Hábitat Humano, La Sociedad digital, La conquista del espacio, Los desafíos ambientales, Los retos de la salud y la alimentación, Las nuevas fronteras de la materia y la energía, Otros temas de cultura científica. En cada uno de estos contenedores, como han sido llamados, se encuentran no sólo lecturas sino diversas estrategias didácticas que sin lugar a dudas coadyuvarán en la formación de jóvenes investigadores.

Referencias

- Acevedo, J. A.; Vázquez, A. y Manassero, M. A. (2003): “Papel de la educación CTS en una alfabetización científica y tecnológica para todas las personas”, en Revista Electrónica de Enseñanza de las Ciencias, 2 (2), <http://www.saum.uvigo.es/reec/>.

- De Greiff, A. (1995). Diversidad: camino hacia la supervivencia. Congreso Internacional de Tecnología, Desarrollo Sostenible y Desequilibrios, Terrassa-Barcelona, diciembre 14-16.

- Elkana, Y. 1977. La culture scientifique dans le monde contemporaine, en Rossi Mathieu-P. (comp.), UnescoScientia, Roma: 275-311. Traducción al castellano de J. Charúm, J. Granes (ed.). 1983. "La ciencia como sistema cultural: una aproximación antropológica", Boletín de la Sociedad Colombiana de Epistemología, 10-11:65-80

- Godin, B. e Y. Gingras (2000): “What Is Scientific and Technological Culture and How
Is It Measured? A Multidimensional Model”. Public Understanding of Science 9: 43-5

- Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo, MCED. 1994. Colombia: al filo de la oportunidad. Bogotá: Cooperativa Editorial Magisterio, Colección Mesa Redonda.

- OEI. (2012). Ciencia, tecnología e innovación para el desarrollo y la cohesión social. Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la Tecno­logía y la Sociedad del Centro de Altos Estudios Universitarios. Madrid.

- Trejo, R. (2001). La Sociedad de la Información. Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología, Sociedad e Innovación. (1). OEI.

 

Juan Carlos Gómez Barriga
Licenciado en Lingüística y Literatura
Magíster en Comunicación y Educación
Diplomado en Artes y Letras
Diplomado en Políticas Públicas
Colombia-Bogotá