8 de junio de 2022

Bárbara Andrea Vásquez Manzo
Estudiante de Educación mención Ciencias Pedagógicas sede Caracas. Cursante de la cátedra de Pedagogía Comparada
Alumna de Claritza Arlenet Peña Zerpa. Comunidad de Educadores de la Red Iberoamericana de Docentes.

La autora presenta la idea de educar sin género. Esta idea se enmarca en el respeto por el otro, la comprensión y el reconocimiento. Es clave el desarrollo de los programas de formación para los actores de la escuela.

Palabras clave: educación, respeto, diversidad, género

La educación cumple con fines claros de acuerdo a la realidad contextual, político y social de cada país. Por ello se reconoce como uno de los factores que más influye en el avance y progreso de las sociedades. Como medio para facilitar el conocimiento, enriquecer la cultura, el espíritu, los valores y todo aquello que nos caracteriza como seres humanos, también permite potenciar nuestras capacidades intelectuales, morales y afectivas.

Somos productos de las normas de convivencia, modos de actuar y de pensar, modos de esquematizar la realidad; modos que han destacado aspectos que, no siempre, van en armonía con el bienestar y la inclusión de todas las personas.

Por lo general, la influencia de cánones religiosos, culturales o moralistas de las generaciones adultas a las más jóvenes permanece como una constante. Si bien, los adultos definen modelos a seguir; también fomentan prejuicios y discriminación. A través de la autoridad se aprende a distanciarse del otro o a amar al otro.

Los discursos educativos actuales contienen los conceptos de igualdad e inclusión de la comunidad LGBTQ+. Cada vez son más comunes, pero también malinterpretados. La complejidad de los fenómenos sociales y psicológicos se siguen presentando de manera dinámica.

La escuela como institución sigue anclada en argumentos rígidos concernientes al color de la vestimenta, la masculinidad y la femineidad, además de estar en constante tensión ante manifestaciones estudiantiles (contrarias a las normas sociales establecidas). No solo se pone en tela de juicio la autoridad escolar sino cuánto se ha avanzado en materia de tolerancia y respeto por el otro.

La escuela se ha visto en la necesidad de romper con la resistencia al cambio y buscar de manera urgente la reinvención. Ello implica el cuidado de no menoscabar los derechos de los grupos que exigen un reconocimiento y validación como la comunidad LGBT así como de los grupos heterosexuales.

Si hay educación y orientación es posible el reconocimiento del otro en el marco del respeto (quién soy, qué quiero, a dónde quiero llegar, cuáles son mis intereses, qué me define más allá de mi identidad sexual). Me refiero a una educación sin género. Idealmente los espacios de enseñanza- aprendizaje deben ser escenarios no solo académicos sino de socialización y por ende de diversidad. Diversidad desde el respeto y orientado a los procesos individuales, pero asumiendo, más que la aceptación de cualquier inquietud, el desarrollo de programas de formación. Éstos guiarían ante cualquier confusión a estudiantes, padres y/o representantes, maestros y directores. Dichos programas suponen la atención y trabajo de acuerdo a las etapas del desarrollo cognitivo, físico y emocional del ser.

 Es importante que en las instituciones se fortalezca el apoyo de la triada hogar-colegio-comunidad, así como el trabajo interdisciplinario entre educador-psicólogo. Ahora más que nunca es pertinente para que las personas crezcan con autoestima, seguras y más conscientes de su proceso de crecimiento, el de su grupo y su entorno.

El respeto es el valor que debe regir una sociedad. Del respeto se deriva la aceptación del otro. A pesar de las opiniones contrarias, modos de vidas alternativos y elecciones de vida; no debe ser motivo de enfrentamiento y exclusión en ningún ámbito. La educación debe ser el medio para lograr cambios en la esfera pública que protejan a cada uno de sus actores.