24 de marzo de 2020

Sabina Ximena Inetti Pino, Montevideo, Uruguay. Comunidad de Educadores de la Red Iberoamericana de Docentes.
Hace muchos años tuve la oportunidad de leer las diversas obras del pedagogo brasileño Paulo Freire. Me sirvieron para interpelar nuestras acciones como docentes, pero hubo una frase, entre muchas, que me pareció transformadora: “La educación basada en respuestas a preguntas inexistentes”.

La “Pedagogía de la Pregunta” de Paulo Freire y Antonio Faundez me parece fundamental, pues nos encontramos en un mundo en donde los ritmos asociados al diálogo profundo, problematizador son cada vez más efímeros. Es por ello que jerarquizar el rol preponderante de la pregunta en los procesos de enseñanza y aprendizaje es una necesidad para que cada docente y alumno aplique su pensamiento crítico a una realidad cada vez más global.

 La pregunta nos permite situarnos en un lugar y tiempo determinado para pensar y activar el presente lo que implica activar los procesos de lectura y escritura para valorar la palabra como forma de transformar la forma de ver el mundo teniendo en cuenta los diversos contextos socioeconómicos, culturales y políticos. A través de la pregunta se desea ir más allá de una única interpretación del texto, en sus diversos formatos dependiendo la asignatura, sino que su alcance implica abrir múltiples ventanas que dependen del diálogo entre docentes y alumnos. A lo que es importante agregar que los movimientos corporales también son parte de la pregunta y formulan interpelaciones implícitas.

 Muchas veces mientras planificamos construimos preguntas desde un conocimiento dado que es muy lejano al mundo cotidiano de los alumnos, es decir son preguntas inexistentes, pero si en la dinámica de clase dejamos la puerta abierta a que ellos propongan nuevas preguntas vamos a lograr su interés y a generar curiosidad en el tema. Con ello vamos a aprender como docentes nuevas perspectivas, estrategias de enseñanza como a hilar fino en cómo aprenden nuestros alumnos y qué preguntas pueden llegar a su curiosidad. Es un proceso ensayo y error continuo que permite nuevos procesos de enseñanza y aprendizaje integrales de ida y vuelta. Con ello hacemos visible que los docentes también aprenden de sus estudiantes y que no es un proceso unidireccional. Con dicho diálogo podemos analizar la realidad en el cual se encuentra inmersa la comunidad educativa y reescribir textos teniendo en cuenta otras culturas que implican nuevas realidades. Muchas veces en nuestro quehacer docente conocemos realidades que nos impactan y que van más allá de la literatura tradicional. A veces lo obvio no es tal, ya que responde a otras formas de pensar, ser y hacer. Y aquí es cuando la pregunta que no se encuentra contextualizada pierde anclaje en el tema objeto de estudio como en su llegada a los alumnos.

 A menudo cuando queremos llevar adelante el diálogo en la clase como método se producen muchas resistencias por parte de los alumnos ya que se espera un discurso con determinados contenidos y de forma unidireccional, aspecto que se encuentra muy arraigado. Cuando se plantean preguntas que habilitan a los alumnos a opinar, a fundamentar sus posiciones desde los historiográfico pero también desde lo vivencial se produce un gran quiebre debido a que no siempre se sienten parte de la construcción de sus propios aprendizajes. En ese ida y vuelta se llegan a explicar los procesos que implican las conclusiones de los autores lo que permite internalizar los contenidos académicos y a profundizar sobre aspectos no mencionados o escritos en el texto.

 Es necesario que los alumnos descubran la relación entre la pregunta inicial y las preguntas mediadoras que enlazan con la realidad como si fuera una espiral continua en la construcción del conocimiento. El acto de preguntar debe abrir paso a la curiosidad y al riesgo de lo contrario la pregunta se burocratiza. Un claro ejemplo de ello es: ¿Cuáles son las características de…? De lo contrario, si partimos de la realidad a través del concepto para comprenderla será mucho más fácil llegar a esas características desde su contextualización, es decir desde el cómo, cuándo y dónde. Es necesario que el proceso realidad-concepto-realidad sea muy claro y explícito. El concepto es una mediación que es interpelado con nuestras preguntas al contrastarlo con la realidad. Los nuevos paradigmas educativos nacen de ese proceso constante que la pregunta aporta al conocimiento de docentes y alumnos de su realidad cotidiana.