27 de noviembre de 2021
Ciudadela Barcelona. La figura de la izquierda representa la cúpula mampostería, mientras que la de la derecha, de Francisco de la Pierre, proyecta la bóveda tabicada (1724). Author provided

Josep Lluis i Ginovart, Universitat Internacional de Catalunya y Cinta Lluis Teruel, Universitat Internacional de Catalunya

A veces desde fuera de casa se aprecian las cualidades que uno tiene y que, por sabidas, ni se difunden ni se conoce su trascendencia real. Eso es lo que ocurrió con la bóveda tabicada en la ingeniería militar, un sistema constructivo del que se conocen ya vestigios de su utilización en el siglo XII en Cieza en Murcia, y que fue transferido técnicamente desde el norte de África.

Se trata de una sencilla disposición operativa de poco peso, construido con la colocación plana de una pequeña pieza cerámica, un ladrillo, de tan solo unos 1,5 cm de grosor, unida con yeso, que, al “dormirse” (es decir, al tomar consistencia), se convierte en estable por sí misma en un corto espacio temporal. En función de sus necesidades, se pueden construir dos o tres capas superpuestas sobre la primera.

Ejemplo de una bóveda tabicada de rasilla. Scielo, Author provided

Es un sistema constructivo extraordinariamente rápido y económico, y por ello tuvo gran difusión en la corona aragonesa a partir del siglo XV. Con él se construyeron las iglesias de salón en los siglos XVII y XVIII en Aragón, Valencia y Catalunya en apenas cinco años. También fue empleada por el Modernismo, en cuya práctica profesional perduró hasta bien entrada la posguerra española ante la falta de hormigón. Aún continúa utilizándose en España en ámbitos rurales.

Un poco de historia

Retrato de Juan de Herrera. Brandi-Maea/Wikimedia Commons

Felipe II creó, en 1582, la Academia Real Matemática de Madrid, bajo la dirección de Juan de Herrera, para formar a los ingenieros del Rey. En su posterior enseñanza proliferaron los tratados de ingeniería militar inspirados en Vauban, donde se confiaba la absorción del impacto de los proyectiles al grueso del muro defensivo y al ángulo de incidencia sobre este elemento, de ahí que las fortificaciones se proyectasen con una forma estrellada.

El impacto se resolvió o bien por el grosor de los muros y bóvedas o por amortiguación de estos mediante tierra e incluso estiércol, especialmente en el diseño de los polvorines (de aquí nace la expresión “a prueba de bomba”). Este principio mecánico, que por tanto actúa mediante el contrapeso de los elementos constructivos, es diametralmente opuesto al sencillo sistema cohesivo de la bóveda tabicada.

Tras la constitución del Cuerpo de Ingenieros Militares en 1711, y con la entrada en Barcelona de las tropas borbónicas en 1714, Jorge Próspero de Verboom, ingeniero general, trasladó a esta ciudad la Academia de Matemáticas. Entre las funciones del Cuerpo no solo estaba la fortificación defensiva, sino también la construcción de ingeniería y arquitectura civil.

Con el estudio de los proyectos del Catálogo Colectivo de las “Colecciones de Mapas, Planos y Dibujos” de los Archivos Estatales se ha podido determinar que, aparte de la construcción gravitatoria en las cortinas defensiva y la utilización de la mampostería o roscas de ladrillo colocadas de canto para la construcción de bóvedas, utilizaron la técnica tabicada.

Con este procedimiento proyectaron cuarteles, caballerizas, almacenes de víveres, aduanas, hospitales, iglesias, faros y hasta elementos estrictamente defensivos, como las garitas de guardia o los almacenes de pólvora, donde las piezas cerámicas estaban dispuestas de forma plana y, por tanto, cohesiva.

Aquí se observa que los primeros proyectos realizados por el Cuerpo de Ingenieros, como el de la construcción la fortificación de la Ciudadela de Barcelona, incorporan de facto en sus diseños la bóveda tabicada, la volta catalana, utilizada para el esbozo de cúpulas, bóvedas, pisos de forjados o escaleras. Replican y reproducen así esta práctica constructiva civil ampliamente desarrollada en este entorno geográfico. En un primer momento, existen dubios entre el sistema gravitatorio y cohesivo (el primero es muy pesado y resiste mejor los impactos, mientras que el segundo es muy delgado, pero económico, y puede utilizarse en aquellos lugares que no son estratégicos en la defensa). Esto se ve en la duplicidad en algunos proyectos de cúpulas o garitas que se realizan con mampostería y bóveda simple con cerámica.

Exportación francesa

En este mismo periodo, Charles Fouquet, duque de Belle-Isle y mariscal de Francia, había conocido estas bóvedas operando bajo las órdenes del duque de Berwick. En el territorio ampurdanés, así como en el Conflent, Vallespir y Rosellón, ámbito de alguna de sus campañas, esa construcción habitual de bóvedas y escaleras era llamada voûte à la Roussillon.

La curiosidad y admiración por este tipo de bóvedas ligeras le llevó, años más tarde, a construir las caballerizas del Château de Bizy, apodado le Petit Versailles, contraponiéndola al uso de la pesada mampostería utilizada en aquel momento en las de Chantilly y Versalles.

Caballerizas del Château de Bizy. Orao productions/Château de Bizy

Otro militar francés, el Conde de Espié, viajó a Perpiñán para conocer a los operarios que habían trabajado para el duque de Belle-Isle, construyendo con el mismo tipo de bóvedas en Toulouse en 1750 su Palacete de Espié. El Conde había observado que, entre las propiedades de la bóveda tabicada, estaba su resistencia al fuego, frente la tradicional utilización en Francia de la fácilmente combustible madera. El fuego había destruido edificios, producido importantes incendios y devastado ciudades enteras en el país vecino, como Rennes.

Esta circunstancia llevo al Conde a intentar patentar este sistema para construir cubiertas incombustibles, justificándolo a través de la publicación de la Maniere de rendre toutes sortes d’édifices incombustibles (1754). La obra tuvo un gran éxito y fue traducida inmediatamente al inglés y alemán, y también al castellano como Modo de hacer incombustibles los edificios (1776) de Joaquín de Sotomayor.

Portada de Maniere de rendre toutes sortes d’édifices incombustibles. Gallica

Los intentos para homologarlo en la Académie royale d’architecture (1755) fracasaron, imponiendo sus miembros la notre maniere, cambiando, en la cúpula, la disposición plana del ladrillo por la de canto e incluyendo la recomendación de disponer refuerzos metálicos en su interior.

Ambos militares defendieron estas bóvedas cerámicas por la facilidad constructiva, económica, resistencia al fuego y facilidad de reposición. Por ello la bóveda tabicada ha tenido más fortuna crítica en los ingenieros militares y en la Académie royale des sciences que entre los arquitectos, aunque Pierre Patte, que conocía bien los debates sobre la bóveda tabicada, que fue empleada en la abadía Real de Panthemont y en el Tesoro de Notre-Dame, los difundió a través del Cours d’architecture (1771-1777) bajo el auspicio de Jacques-François Blondel.

La divulgación docente se realizaría primero en l’École Polytechnique y después a través de Traité Théorique et Pratique de l’Art de Bâtir de Jean-Baptiste Rondelet, cuyo texto fue la referencia en las Academias Europeas de Arquitectura.

El sistema de Guastavino

La historia continuará como consecuencia de los incendios de Chicago de 1871 y Boston de 1872, y la promulgación de la Normativa antiincendios. Ahí, la figura del valenciano Rafael Guastavino Moreno, formado en Barcelona, aportará las diferentes patentes con bóveda tabicada, en este caso armada como método edificatorio, es decir, una bóveda cerámica con acero, el tipo de bóveda impuesto por la academia francesa.

Biblioteca pública de Boston, con bóvedas diseñadas por Rafael Guastavino. Brian Johnson/Wikimedia Commons, CC BY-SA

Podemos decir que los militares franceses aprendieron del enemigo y que el chovinismo de la Académie recomendando el armado de la fábrica cerámica induciría a Guastavino, a lo mejor sin saberlo, a la difusión de este antiguo modo constructivo en los Estados Unidos.The Conversationhttp://theconversation.com/es/republishing-guidelines —>

Josep Lluis i Ginovart, Catedrático Intervención Patrimonio Arquitectónico, Universitat Internacional de Catalunya y Cinta Lluis Teruel, Ayudante de Investigación Júnior, Universitat Internacional de Catalunya

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.