3 de enero de 2022

Jorge Tigrero Vaca
Guayaquil-Ecuador
Comunidad de Educadores de la Red Iberoamericana de Docentes.
El presente artículo aborda la estrategia de que, por medio de las prácticas estudiantiles universitarias, se puedan desarrollar programas de formación en las comunidades, esto permitiría enfrentar la elevada deserción escolar originada por la falta de centros abiertos producto del COVID-19.

Una de las consecuencias más contundentes que ha dejado la pandemia del COVID-19 es el nivel de deserción escolar que, sumado a los problemas provocados por la virtualidad, representan un factor que seguirá pasando factura en los diferentes niveles educativos.

Ante esta situación una de las estrategias que más se implementaron en distintos escenarios fue tratar de crear o facilitar condiciones para que los estudiantes puedan mantenerse vinculados a las instituciones y de alguna manera seguir su formación mediante la entrega de recursos como fichas de trabajo, guías y libros didácticos, vinculados a los niveles educativos en los que se encuentran. Sin embargo, este escenario, presentaba un serio problema, la figura del facilitador, del guía, del docente, estaba ausente y provocaba que los procesos de formación no se llevaran a plenitud.

Sumado a las situaciones de la pandemia, se tiene también que muchas veces, los estudiantes no cuentan con los recursos económicos necesarios, por ello, es indispensable que los procesos educativos brinden herramientas que fomenten el pensamiento crítico, la creatividad y posibiliten los conocimientos necesarios para su formación integral. En ese sentido, la figura del docente es clave y no puede obviarse o relegarse.

A nivel colegial, pero principalmente en la universidad, en las diversas carreras, los alumnos deben cumplir con sus prácticas obligatorias. En muchos casos, se dividen en prácticas preprofesionales y comunitarias, independientemente del enfoque, una estrategia fundamental para combatir el problema de la deserción escolar debe ser el poder enfocar las prácticas a procesos que permitan llevar la escuela a las comunidades. Es decir, no solo vincular los escenarios a que el estudiante haga una actividad en particular, si no que pueda diseñar procesos de enseñanza-aprendizaje pertinentes dirigidos a colectivos específicos para que de esta manera se establezcan puentes entre las instituciones educativas y las comunidades, haciendo que el principio de aporte al desarrollo social de las universidades realmente se vivencie.

Este plan de prácticas no consiste en generar acciones puntuales o que tengan un enfoque asociado solo a algún tópico de la carrera a la que pertenezca el estudiante practicante. El aporte de estas acciones debe apuntar a estructurar procesos pedagógicos. Para ello resulta indispensable desarrollar acciones ordenadas en fases, que partan de interiorizar el contexto de las comunidades, diagnóstico de necesidades, determinación de temáticas a desarrollar acorde al nivel educativo de los miembros de la comunidad y crear las condiciones para una continuidad en cuanto a los saberes impartidos para que en cada semestre los miembros comunitarios reciban los contenidos fundamentales para su formación básica.

Para lograr una inmersión educativa plena, es sumamente importante que se tome en cuenta el contexto social de los estudiantes, tanto de los practicantes como de la comunidad. Puesto que, de nada sirve impartir un taller, aplicar un proyecto, etc., si se hace caso omiso al participante; simplemente sería volver a parámetros de una educación tradicional con la diferencia de que se está ejecutando fuera de un salón de clases. Por ello, si la intención es buscar una educación integral, conocer su contexto social es prioritario.

Siempre se debe tener presente que la educación tiene como eje el desarrollo de conocimientos; como educadores debemos partir de los niveles de comprensión de los educandos, de la comprensión de su medio, de la observación de su realidad. Por ello, es necesario diagnosticar los conocimientos, habilidades, necesidades, intereses y motivaciones de los estudiantes, de tal modo que el proceso de enseñanza-aprendizaje resulte efectivo, dinámico y, sobre todo, significativo para afrontar las condiciones actuales.

Entonces, los docentes responsables de direccionar los procesos de prácticas deben tener experticia en pedagogía, para que puedan capacitar a los estudiantes en todo lo concerniente a planificar clases, manejar los lineamientos del currículo y estructurar ambientes de aprendizaje fuera de sus instituciones. No es una tarea fácil, involucra una planificación y diálogo constante entre profesores, responsables de la planificación académica y del modelo pedagógico de las universidades.

Sumado a lo anterior, es muy importante destacar la importancia de desarrollar una etapa de diagnóstico de las comunidades, tal como se indicó anteriormente, para conocer el contexto en donde se trabajará, si bien, en condiciones de pandemia, es prioritario cumplir con las normas de bioseguridad, otro elemento trascendental es el desarrollo de métodos analíticos formales que permitan medir desarrollo de competencias, identificar falencias y fortalezas respecto a los tópicos que se plantea enseñar; para que con base a estas referencias se puedan ejecutar las planificaciones pertinentes que respondan verdaderamente a lo que las comunidades necesitan y no a algo ajeno a sus realidades.

Planificación docente, capacitación en pedagogía e inmersión comunitaria, estrategias pertinentes de diagnóstico y desarrollo de metodologías para la enseñanza en distintos ambientes de aprendizaje, constituyen los pilares fundamentales para la estructuración de prácticas estudiantiles que permitan aportar con soluciones a los problemas acarreados por la deserción estudiantil.

Hay un elemento que debe estar firmemente establecido y es poder dar continuidad a los procesos, de nada sirve que durante un semestre se hagan ciertas actividades, si luego se cambian las acciones o no se toman en cuenta los contenidos que ya se han abordado, esto significa que el área encargada de la dirección de los procesos de prácticas debe tener muy presente la importancia de lograr que cada semestre o año, las acciones estén fuertemente vinculadas, buscando que los miembros de la comunidad puedan recibir conocimientos que aporten significativamente a su formación, ya que con una continuidad académica formal, realmente estarían nivelando sus saberes acorde a los lineamientos de las normativas vigentes en cada territorio.