6 de febrero de 2022

Shutterstock / Everett Collection

Claudia Lorenzo Rubiera, The Conversation

Ha sido un año raro y un año largo. El año en el que pensábamos que íbamos a dejar atrás la tristeza de 2020 pero nos vimos envueltos no solo en hechos y pensamientos recurrentes sino también confrontados con nuevas amenazas. A pesar de todo, las colaboraciones en el ámbito de la filosofía nos han ofrecido reflexiones sobre la amplitud del mundo que nos rodea y nos invitan a cuestionarlo todo con esperanza pero con rigor.

El 11 de noviembre de 2021 se conmemoraron los 200 años del nacimiento de uno de los grandes escritores de la literatura universal: Fiódor Dostoievski. A propósito del aniversario, Antonio Fernández Vicente, de la Universidad de Castilla-La Mancha, analizaba la visión que el ruso tenía, y había ofrecido en su obra, de la maldad inherente al ser humano.

Fernández Vicente repasaba personajes y tramas para ofrecer un mosaico de las oscuridades que pueblan el alma humana, destacando que el autor escribía en su novela Memorias del subsuelo que “hay secretos que confesamos a unas pocas personas, otros que no confesamos a nadie y nos atormentan en la clandestinidad, y aquellos que, como la maldad, pueblan las profundidades más recónditas y escondidas del alma”.

Sin embargo, a pesar de que, precisamente por el exhaustivo retrato de las profundidades del alma humana, leer a Dostoievski y asomarse a esos abismos de perversidad y deshumanización no es fácil, Fernández Vicente concluye en una nota positiva, mencionando un cuento, El sueño de un hombre ridículo, en el que el autor afirma “No quiero ni puedo creer que el mal sea una condición normal en las personas”.

Y quién mejor para hablar del mal que otra de las autoras más leídas de la filosofía del siglo XX: Hannah Arendt. Santiago Iñiguez de Onzoño, de IE University, destacaba la vigencia de su pensamiento y el afán de la autora por dedicarse precisamente a esa actividad, a darle vueltas a las cosas.

Volvemos a Goebbels

Otro tema que nos preocupa, y mucho a juzgar por la cantidad de lecturas que ha tenido, es la relación que tenemos con los medios de comunicación y cómo estos sirven de altavoz a según qué voces. Roberto R. Aramayo, del Instituto de Filosofía (IFS-CSIC), echaba la vista atrás para analizar cómo los preceptos por los que se regía la propaganda nazi pueden seguir vigentes hoy en día.

Aramayo destacaba no solo los mensajes que se transmitían desde el poder sino el contexto en el que llegaban esos mensajes para alertar del peligro que nos acecha si no tenemos un pensamiento y una actitud crítica ante la información que recibimos. Cuanto más se polarizan la sociedad y los debates, más fácil es que alguien nos cuele un eslogan con el que, en el fondo, no comulgaríamos.

Frente a los blancos y negros o el ruido mediático, el pensamiento crítico desarrollado gracias a la filosofía es nuestra mejor arma.

La filosofía y la educación

Hablando de armas… Llevamos años arrastrando el mismo problema: la constante reducción de horas lectivas de filosofía y ética en Secundaria y Bachillerato. Hace tres años, los partidos políticos acordaron reforzar la asignatura de filosofía, pero la nueva Ley de educación (LOMLOE) no lo contempla. Paradójicamente, como comenta Ekai Txapartegi, de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea, algunas de las competencias que se requieren en esa misma ley de los alumnos vienen esencialmente dadas por el conocimiento filosófico. ¿Cómo conjugar ambas realidades?

Txapartegi reflexiona sobre el mundo al que se enfrentan, y se enfrentarán, los adolescentes de hoy en día y los retos que van a tener que asumir. Se ven dominados por el ruido, el cual rechazan, y también angustiados por el futuro tecnológico en un planeta que estamos destrozando. Si Platón se refugió en la filosofía para intentar entender por qué su ciudad, Atenas, había matado a Sócrates, es justo creer que los jóvenes de hoy en día querrán unos brazos filosóficos en los que guarecerse. ¿Qué sentido tiene recortarles horas de la asignatura de filosofía a aquellos que han identificado que el mayor problema al que se van a enfrentar es el blablabla que les rodea?

Soñar despiertos

Desde la Universidad Complutense de Madrid, Eva Aladro Vico utilizaba la figura de otro sabio ruso, Pavel Florenski, para introducirnos en el mundo de los sueños.

Aladro comenzaba su relato haciendo referencia a esas experiencias que todos tenemos en duermevela en las que el mundo onírico se mezcla con el real. Así, por ejemplo, en nuestra habitación una persona nos repite en voz alta que ya es de día y que debemos despertar y nosotros, mientras tanto, mentalmente estamos tumbados en la playa, con los ojos entrecerrados, preguntándonos qué es eso que nos está gritando otro bañista.

A partir de esta anécdota recurrente, que sucede a tanta velocidad que resulta asombroso que nuestro cerebro procese tan rápido esos estímulos, Florenski enuncia su teoría del tiempo invertido, en la que asume que la estructura de lo real puede organizarse de un modo que no sea lineal hacia el futuro, sino que cuanto ocurre es simplemente la huella de lo que sucede en el presente.

Mentes vivas y despiertas

Concluímos con otro aniversario, el 100 cumpleaños del filósofo clave del siglo XX, Edgar Morin. Manuel Ángel Vázquez Medel, de la Universidad de Sevilla, nos explicaba la carrera de un hombre que “proclama la esencial mixtura de la vida, la complejidad que rige el universo, la riqueza de la diversidad, la solidaridad que debe llevarnos a construir un mundo mejor, una nueva civilización planetaria”.

Vázquez Medel resalta que, de acuerdo con Morin, todos debemos asumir que, a corto plazo, necesitamos realizar una metamorfosis total, no parcial, de nuestra forma de vivir para que surja una nueva civilización, una civilización mejor.

Volviendo a las infinitas posibilidades que nos ofrece la filosofía, tomo prestada una frase de Ekai Txapartegi, sustituyendo “juventud” por “humanidad”:

“La humanidad nos exige menos ruido y más música, necesita herramientas para pensar filosóficamente su realidad”.

Porque sí, la filosofía es ritmo, es armonía, es música.The Conversationhttp://theconversation.com/es/republishing-guidelines —>

Claudia Lorenzo Rubiera, Cultura, The Conversation

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.