12 de marzo de 2022

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Carmen Santín Vilariño, Universidad de Huelva

En nuestro entorno se ha pasado de ver la sexualidad como algo prohibido a contemplarla como algo accesible e interesante. No solo por el placer que pueda proporcionar sino por el estatus que otorga dentro del grupo de iguales. Se relaciona una mayor conducta sexual con más atractivo físico, reconocimiento o capacidad de liderazgo dentro del grupo. Así se pone de manifiesto en el cine, la música o las redes sociales. Pero esto no significa que sepamos más.

Partiremos de la base de que no son ciertas muchas afirmaciones populares sobre sexualidad. Por ejemplo, que “todos nacemos sabiendo”, que “llegado el momento todo el mundo sabe lo que hay que hacer” o “que el amor todo lo puede y lo enseña”. Persistir en estos mitos solamente perpetúa patrones de relación que generan gran insatisfacción en hombres y mujeres.

Del entorno familiar a las páginas web

Tanto niños como jóvenes tienen dudas (y muchos adultos también) y se sienten inseguros ante este aspecto esencial de su desarrollo personal y social. También respecto a las emociones que sienten y las sensaciones que experimentan. Por eso, tal y como hacemos en cualquier otro ámbito, tratan de buscar respuestas.

Estas dudas se expresarán abiertamente si el entorno familiar y educativo les ofrece seguridad. Si esto no ocurre, es posible que busquen el apoyo y comprensión de los iguales alejándose de los adultos de referencia. Otra posibilidad es que lo encuentren en lo que se ha convertido en su principal herramienta de información: internet.

En este sentido, no debemos olvidar que vivimos en una sociedad saturada de información, donde el acceso a la misma no solo es fácil sino inmediato. Los adolescentes actualmente tienen evidente acceso a muchas páginas sobre sexo, pero ¿a qué tipo de sexo?, ¿qué intereses tiene algunas de las páginas que visitan?, ¿están preparados para comprender los contenidos a los que acceden?

Y con estas preguntas no pretendemos hacer referencia únicamente al porno (quizás la principal preocupación de familias y formadores) sino también a cualquier contenido que puedan encontrar relativo a su salud sexual. Por ejemplo, recomendaciones sobre prácticas sexuales (muchas de ellas combinadas con el consumo de alcohol u otras sustancias) o sobre el papel que juega cada sexo en las relaciones emocionales y sexuales (en muchos casos perpetuando estereotipos de desigualdad).

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¿Cuál es el papel de la familia?

El papel que desempeña la familia en la formación sobre sexualidad y afectividad es esencial. No solo a través de la educación específica sino a través de los modelos que ofrecen a sus hijos e hijas y de las relaciones afectivas que establezcan con ellos.

Las relaciones de pareja que mantengamos a lo largo de nuestra vida estarán determinadas por las relaciones de apego que hayamos desarrollado previamente con nuestros padres o cuidadores principales. Es decir, aprendemos a sentirnos cómodos, seguros, a mostrarnos como somos, a buscar la intimidad y a saber dar y recibir afecto a lo largo de nuestra infancia. Sobre todo, a través de la seguridad y la confianza que hayamos recibido en las relaciones afectivas con nuestros padres.

Sin embargo, que los padres hablen abiertamente con sus hijos de sexo sigue sin ser todo lo frecuente que debería. Recordemos que cuando hablamos de sexo no solo nos referimos a los peligros y la necesidad de protegerse (de saber decir que no ante la presión o coerción, de las enfermedades de transmisión sexual o de los embarazos no deseados) sino también de cuidarse y quererse, de saber dar y recibir afecto, de placer y de comunicación.

En este sentido, muchos progenitores reconocen que les avergüenza hablar de este tema. O, sencillamente, que no saben qué decir o se sienten inseguros ante sus propios conocimientos o sus experiencias. Todo ello es una respuesta natural a la falta de formación específica recibida.

Ante tal situación, siempre pueden buscar ayuda en el profesorado de sus hijos, en sus pediatras o médicos de familia, en lecturas científicas sobre el tema: hay grandes autores en nuestro país que han trabajado mucho para acercar la educación sexual a todas las etapas de la vida, destacando el profesor Félix López, catedrático de la Universidad de Salamanca.

Pero sobre todo deben recordar que pueden ser un referente de educación emocional para sus hijos, incluso cuando reconocen desconocer algunos temas en profundidad pero se ofrecen a acompañarlos en su camino de descubrimiento.

¿Cómo debe intervenir la escuela?

Lamentamos tener que insistir en que la escuela tampoco está cumpliendo con su papel formador en este ámbito. Todavía encontramos que la única información sobre el tema que se ofrece a lo largo de la educación hace referencia a la reproducción y a los métodos anticonceptivos.

No ha existido en nuestro país ninguna ley educativa que haya incluido la educación afectiva y sexual en el currículum. No obstante, en Europa llevamos años trabajando para potenciar una educación sexual de calidad, basada en el conocimiento científico y que potencie la salud entre los ciudadanos. Para ello, se han desarrollado algunos documentos de consenso con la idea de homogeneizar unas bases generales que puedan compartir todo los países miembros.

Una muestra de esto es la publicación de la Oficina Regional para Europa de la Organización Mundial de la Salud y la organización alemana BZgA, en la que establecieron unas líneas generales que ayuden a los especialistas en salud a diseñar programas de educación sexual.

También en nuestro país se ha intentado establecer un marco general que ayude a los especialistas, principalmente profesionales de la salud y de la educación, a desmitificar algunas creencias sobre la educación sexual y a implementar propuestas basadas únicamente en el conocimiento científico. Así nació el documento Educación para la sexualidad con bases científicas. Documento de consenso, que indica qué es educación sexual y qué no debemos considerar como tal. Sus conclusiones incluyen:

  • Abordar un amplio número de temas relacionados con los aspectos físicos, afectivos, sociales y culturales de la sexualidad.

  • Fomentar la tolerancia y evitar juicios morales.

  • No limitarse a la prevención de enfermedades y no basarse en el miedo.

  • Fomentar el desarrollo de una actitud positiva hacia el bienestar sexual.

  • Utilizar un lenguaje apropiado y comprensible.

  • Debe basarse en el cambio de las personas en cada etapa del ciclo vital y adecuarse a sus necesidades.

  • Enmarcarse siempre en la defensa de los derechos humanos universales.

  • Cooperar con la comunidad y con las familias, entre otros.

Seguimos necesitando formación continua para los profesionales de la educación en el ámbito de la sexualidad, que se reconozca la educación afectiva como un ámbito esencial en el desarrollo de nuestros niños y niñas y que se incluya en los programas de estudio la sexualidad en toda su amplitud (placer, afecto, salud, comunicación, identidad).

Y debemos seguir ofreciendo apoyo a las familias para que puedan encontrar formación e información realista y fiable que les ayude a educar a sus hijos de manera sexualmente sana y libre de ideologías.

Si los padres o la escuela no cumplen con esta función se está dejando vía libre a la búsqueda de información en internet, las redes sociales o los iguales. Información que no siempre será fiable y ante la que siguen estando igual de indefensos sin la formación necesaria para seleccionarla. Si no se les ofrece formación específica, seguirán considerando la pornografía como un manual de aprendizaje básico, con todos los valores e ideales que, además de la conducta sexual, se transmite en esta.The Conversationhttp://theconversation.com/es/republishing-guidelines —>

Carmen Santín Vilariño, Profesora Titular de Universidad en el Departamento de Psicología Clínica y Experimental. Área de conocimiento Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos, Universidad de Huelva

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.