10 de marzo de 2019

Roberto Mauro Velásquez Rondón. Arequipa Perú.

Los derechos humanos son esenciales para que una sociedad se desenvuelva en forma normal, para que no haya discriminación social, religiosa, étnica, de género o por la orientación sexual. Entonces, en la educación es fundamental desarrollar estos derechos para lograr un futuro ciudadano equilibrado respetuoso de ellos.

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Según WIKIPEDIA, el aprendizaje: “es el proceso a través del cual se adquieren o modifican habilidades, destrezas, conocimientos, conductas o valores como resultado del estudio, la experiencia, la instrucción, el razonamiento y la observación”. También, establece que: “en el aprendizaje intervienen diversos factores que van desde el medio en el que el ser humano se desenvuelve así como los valores y principios que se aprenden en la familia en ella se establecen los principios del aprendizaje de todo individuo y se afianza el conocimiento recibido que llega a formar parte después como base para los aprendizajes posteriores”.

Todos estamos de acuerdo con este concepto de aprendizaje. No podemos impartir cualquier materia y decir que se ha logrado un aprendizaje, si no hemos conseguido modificar conceptos, pero sobre todo actitudes y comportamientos.
En ese sentido, una enseñanza de derechos humanos en educación impartida como en la enseñanza tradicional, donde los conceptos son abstractos, sin sentido para los estudiantes, que no tienen relevancia porque no se relacionan con su vida, estaremos formando futuros ciudadanos insensibles a la situación en la que se desenvuelven; primero bullying, después discriminación tanto social como religiosa, de etnias, de género o por la orientación sexual.

Si de esta manera vamos a tratar de integrar los derechos humanos en la educación, entonces estaremos agregando otro fracaso, a los muchos que hay, en un tema que es fundamental para la educación.

En la ley general de educación de mi país, y estoy seguro que también está incluida en las legislaciones de otros, en su artículo 9, inciso b, se establece que: “es un fin de la educación a contribuir a formar una sociedad democrática, solidaria, justa, inclusiva, próspera, tolerante y forjadora de una cultura de paz que afirme la identidad nacional sustentada en la diversidad cultural, étnica y lingüística, supere la pobreza e impulse el desarrollo sostenible del país y fomente la integración latinoamericana teniendo en cuenta los retos de un mundo globalizado”.

Tenemos la base legal, pero los hechos que están ocurriendo, tanto en mi país como en el mundo, nos indican que esa cultura de paz, que esa tolerancia hacia los que son diferentes en lo étnico, en lo lingüístico, en la riqueza, no se da; que la violencia de género es noticia de primera plana en los periódicos y noticieros, por lo que es necesario tomar medidas urgentes, siendo la educación la mejor manera. De este modo, se busca que el futuro ciudadano no lleve estas taras cuando le toque desempeñarse en la sociedad que le corresponda. Los docentes tenemos una gran responsabilidad para tocar estos temas, los cuales serán meramente abstractos si no van acompañados con nuestra forma de pensar, pero sobre todo en nuestra forma de actuar, que tiene que tener sentido con todos estos principios, en otras palabras: no solo debemos serlo si no también debemos parecerlo.

Nuestra participación en las aulas no debe ser meramente evaluativa: está mal o está bien o de enseñanza directiva y autoritaria. Tampoco debe ser aquella donde se reciten y memoricen los derechos humanos, debemos generar diálogos, debates sobre valores, reflexiones sobre derechos humanos, a animarlos a que den un paso atrás y a preguntarse con base a qué vierten sus opiniones y adquieren sus creencias y para qué sirven. Es decir que cuestionen sus propias actitudes y que ello conlleve a una modificación de su comportamiento, debemos motivar que realicen acciones que demuestren solidaridad, como por ejemplo: exposiciones de trabajos sobre cierto derecho, obras de teatro donde se desarrollen estos derechos y se observe cómo son violados antes de ser reconocidos.

Debemos buscar la formación de sociedades en donde los derechos sean conocidos por todos, de tal manera que se vuelva responsabilidad de todos. Si logramos que ello ocurra, entonces, la educación en derechos humanos será importante para prevenir la violación de éstos.

Decíamos antes, que si nuestra enseñanza de estos temas se hace de la forma tradicional, se convertirán en conceptos abstractos, por lo tanto, nuestras estrategias deben estar basadas en buscar la participación activa y dialogada por parte de los estudiantes; y en analizar y reflexionar sobre aquellos temas de desigualdad en todos los aspectos y violencia en todas sus manifestaciones. Ello no será difícil, porque están presentes, se han convertido en algo cotidiano, y lo peligroso de ello es que nuestros jóvenes lo están viendo como algo normal y sin remedio.

Además, creo que sería importante relacionar los derechos humanos con sus propias vivencias, con sus sentimientos y satisfacciones para hacerlo más real, para que comprendan que tiene mucho que ver con la vida, con lo que puede ocurrirles más adelante. Para conseguir este propósito es indispensable que no se brinde dicha educación en una sola asignatura, sino que debe ser transversal a lo largo de toda la vida en la escuela y el currículo.

Entonces, nuestra responsabilidad es grande, se lo debemos a nuestros jóvenes. Prepararnos para que ello sea posible depende de nosotros, es fundamental cambiar paradigmas, lo cual debe estar unido al trabajo con la familia; allí donde muchas veces nuestro trabajo se esfuma o se afirma por las decisiones equivocadas o correctas de ellos. Muchas veces hay que educar primero a la familia, para que nuestro esfuerzo tenga los resultados esperados. Es imprescindible cambiar los hechos de violencia donde los derechos humanos se vulneran impunemente, por lo tanto el rol de la educación es muy importante.

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