La excepcionalidad del nuevo curso escolar no pasa solo por un cambio de paradigma en las clases con la creación de grupos burbuja o la combinación de la enseñanza presencial con la telemática. Las medidas de seguridad impuestas por la pandemia han obligado a muchos centros a habilitar, transformar y reutilizar espacios de los que ya disponían o a ocupar otros ajenos que les han cedido, con más o menos premura, Ayuntamientos y otras instituciones para favorecer los desdobles, impartir asignaturas no troncales o disponer de más zonas para los recreos y las clases de educación física.
Salones de hoteles, casetas de feria, salas de spinning, teatros, huertos de conventos, parques o aparcamientos son algunos ejemplos de nuevas aulas en tiempos de covid. Para algunos directores, son una oportunidad de poner en práctica otros sistemas de enseñanza y huir del modelo de escuela tradicional, mientras que para otros el hecho de no poder contar con los medios y tecnologías de las que disponen en las clases ordinarias implica una vuelta a la educación decimonónica y una merma en la calidad de la docencia. “La improvisación a la hora de buscar espacios o equipamiento puede hacernos desviar el foco de lo fundamental, que es la ratio. Lo importante no es que las clases se den en un teatro o en una capilla, sino cuántos alumnos vayan a asistir”, señala Manuel Ángel Río Ruiz, profesor de Sociología de la Educación de la Universidad de Sevilla.
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