1ro de septiembre de 2022
Imagen de 1999 de la central térmica Compostilla II, en Cubillos del Sil (León), hoy en desmantelamiento. Cesar J. Pollo / Shutterstock

Manuel Alcázar Ortega, Universitat Politècnica de València

Debido a las consecuencias internacionales que está teniendo el actual conflicto en Ucrania, el encarecimiento del gas natural en los mercados internacionales o incluso la potencial indisponibilidad de gas procedente de Rusia en el muy corto plazo, algunos estados europeos se están planteando incrementar la producción de energía eléctrica a partir de carbón.

Por ejemplo, Alemania, cuya dependencia del gas ruso es crítica, aprobó el pasado 13 de julio la reactivación de centrales de carbón, lo que deja en stand by su compromiso de eliminar este combustible de su mix de producción eléctrico en 2030.

En España, la reducción de la generación de electricidad a partir de carbón se ha venido produciendo paulatinamente desde el año 2010. Ha pasado de disponer de 21 centrales de carbón en aquella fecha a tan solo cinco en la actualidad:

  • As Pontes, en La Coruña, es la de mayor tamaño, con 1 468 MW de potencia –el 40 % de la potencia instalada disponible para la producción de electricidad con carbón en nuestro país a día de hoy–.

  • Aboño (que también utiliza gases procedentes de la industria siderúrgica como combustible) y Soto de Ribera, en Asturias.

  • Los Barrios, en Cádiz.

  • La central térmica de Es Murterar, en la isla de Mallorca.

Así, la potencia instalada se ha reducido en un 70 %, pasando de una producción anual de 70 TWh/año hace diez años a tan solo 5 TWh/año en la actualidad.

Según el último informe anual de Red Eléctrica de España, la potencia instalada en centrales de carbón supone un 3 % de la capacidad total instalada en el sistema eléctrico nacional, lo que en 2021 significó algo menos del 2 % de la producción de energía eléctrica a partir de este combustible.

Emisiones de la centrales de carbón

Los motivos que llevaron a eliminar el carbón del mix de producción eléctrica y a sustituirlo por el gas natural fueron, principalmente, dos: el medioambiental y el económico.

Desde el punto de vista medioambiental, producir electricidad con carbón conlleva unas emisiones de 0,95 toneladas por kWh frente a las 0,37 toneladas por kWh del gas. Esto implica que, por cada kWh eléctrico producido con carbón, las emisiones son 2,5 veces más altas que si se utilizara gas para producir esa misma cantidad de energía eléctrica. Por lo tanto, parece evidente que, desde esta perspectiva, el gas natural como combustible le ganaría la partida al carbón.

Las emisiones de CO₂ tienen también consecuencias desde el punto de vista económico más favorables para el gas. La producción con carbón comporta un mayor coste de los derechos de emisiones en el mercado europeo, que en los últimos cuatro años ha visto multiplicado su precio por 9, pasando de los 10 € por tonelada a finales de 2017 a los casi 90 € por tonelada actuales.

Sin embargo, todo ha cambiado en los últimos meses. El gas natural en el mercado internacional TTF, que es el de referencia para los consumidores europeos, ha multiplicado por 5 su precio en el último año. Esto ha supuesto un grave inconveniente para quienes habían apostado por este combustible como una manera casi exclusiva de cubrir sus necesidades energéticas a un bajo coste.

Sin vuelta atrás

La vuelta al carbón en España en el corto plazo no es viable, ya que muchas de las antiguas centrales térmicas han sido desmanteladas o destruidas. El último ejemplo se produjo el 13 de mayo de 2022, cuando fueron demolidas las tres torres de refrigeración de la antigua central térmica de Andorra, en Teruel. Pese a ello, si los precios del gas se mantienen en niveles como los actuales, habrá que plantearse prolongar la vida útil de las centrales en operación.

Parece evidente que, en el largo plazo, el futuro de la producción eléctrica pasa por las tecnologías renovables, no solo por sus implicaciones medioambientales, sino también por la independencia energética con respecto a terceros países.

Salvo que se decida utilizar tecnologías como el fracking, España no dispone de reservas naturales de gas o petróleo para cubrir sus necesidades energéticas, lo que supone tener que importar estos recursos de terceros países como Argelia, Nigeria o Qatar. En este sentido, incrementar la producción de electricidad a partir de fuentes de energía renovable supondría una reducción de nuestra dependencia exterior y daría lugar, por tanto, un sistema energético más fiable.

Energía de respaldo

No obstante, la generación de electricidad con tecnologías renovables, como eólica y solar, sigue teniendo inconvenientes significativos como su imprevisibilidad, variabilidad a corto plazo y escasa capacidad de adaptarse a la demanda. Desgraciadamente, la tecnología actual no permite almacenar electricidad en grandes cantidades de forma barata. Esto conlleva la necesidad de producir en tiempo real la cantidad de energía eléctrica que demandan los consumidores.

Por lo tanto, para ser fiable y robusto, un sistema eléctrico con generación totalmente renovable requeriría de un desarrollo paralelo de sistemas de almacenamiento de energía o regulación que, en la actualidad, no están maduros. Por esta razón, en el corto plazo, resulta imprescindible seguir utilizando tecnologías convencionales si queremos garantizar la cobertura de nuestras necesidades energéticas a unos precios asequibles.

Es necesario seguir incrementando el número de infraestructuras para producir electricidad a partir de fuentes renovables, así como fomentar medidas de eficiencia energética y gestión para reducir el consumo energético que resulte prescindible (medidas estructurales como mejorar aislamientos térmicos en edificios para reducir pérdidas, o buenas prácticas como ajustar las temperaturas de los equipos de climatización a valores eficientes o cerrar puertas y ventanas de recintos climatizados).

No obstante, si el precio del gas continúa creciendo como lo ha hecho en el último año, habrá que asumir la necesidad en el corto y medio plazo de mantener en operación, si no incrementar, la capacidad de producción con otras tecnologías, como son las centrales nucleares y las centrales térmicas que utilicen otros combustibles.


Este artículo fue publicado originalmente por Science Media Centre España.The Conversationhttp://theconversation.com/es/republishing-guidelines —>


Manuel Alcázar Ortega, Profesor titular en el departamento de Ingeniería Eléctrica e investigador en el Instituto de Ingeniería Energética, Universitat Politècnica de València

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.