27 de mayo de 2020

Gerardo Mora (Ciudad de México). Comunidad de Educadores de la Red Iberoamericana de Docentes.
Conviene aclarar que relataremos un caso circunscrito a las secundarias de la Ciudad de México. Y que reconocemos el gran esfuerzo de estudiantes, familiares y colegas durante esta pandemia.

El repentino confinamiento tomó desprevenido al sistema educativo. Se programaron “clases” en los medios oficiales y se pidió a los profesores preparar actividades para continuar con los programas de estudio. Pero pocos estudiantes tienen a su disposición internet, computadoras o “teléfonos inteligentes”. Además, los problemas familiares y el estrés afectan a todos.

Por otra parte, la “educación a distancia” no es una extensión de la presencial. Requiere actividades de aprendizaje y evaluación especiales, diferentes a las “tareas” escolarizadas. Tampoco es “virtual” como el “e-learning”, aunque se realice con apoyo de tecnologías.

Google puso a disposición su “classroom” junto con la plataforma “Red magisterial”. Así en la “nube” pueden estar las actividades y las evidencias correspondientes, sin que sustituya a la “carpeta” con la que se evaluará cada estudiante. Asimismo, la televisión privada empezó a transmitir las clases virtuales. No obstante, la situación escolar se convirtió en “crisis” por la politización y antecedentes del sistema.

Esta crisis, de la que aún no se saben sus consecuencias, requiere la actualización docente no sólo respecto a las “TIC” sino pedagógica. En principio, porque no se trata de utilizarlas para un aprendizaje pasivo, para repetir información. Es necesario innovar el “enfoque” pedagógico. Esto con el apoyo de las “tecnologías” por la informatización de la vida cotidiana. En efecto, en la “nube” se encuentra todo tipo de contenidos en formatos más interesantes que las clases escolares. Asimismo, en las “redes” aumenta la presencia de los estudiantes, “nativos digitales”. Comunes son los conflictos por los celulares (móviles) en las aulas, aunque también se han convertido en un recurso para los profesores.

Si consideramos que se desperdician el potencial de los estudiantes (habilidades “invisibles”) por la clase “tradicional” y los recursos educativos disponibles en la nube, es necesaria una ruta para la innovación docente. Empezamos por la propuesta de la Dra. Yolanda Campos expuesta en sus libros y videos (http://camposc.net/). Parten de un diagnóstico de los “entornos de aprendizaje” de cada estudiante (recursos, condiciones y habilidades) para diseñar las secuencias apropiadas. Estas pueden conformarse por videos (motivacional, de contenido y técnicos), podcast, presentaciones con diapositivas, hojas de trabajo, pruebas integradoras, grupos “en línea” y comunicación en redes o correo.

Recordamos que no nos referimos a la educación virtual, como la plataforma Moodle (actividades controladas por un administrador) o los MOOC (cursos autoadministrables), sino al uso de la tecnología para la educación a distancia. Aquí el profesor requiere “innovar”:

1 Selección de contenidos digitales.

Todos los libros de texto para secundaria se encuentran en línea. Y en la nube hay disponibles vídeos, imágenes y documentos casi sobre todas las asignaturas. El problema es “editarlos” para su uso educativo. Esto requiere el uso de “software”, además de los programas de ofimática. Se puede empezar por conocer estos materiales para mejorar la exposición docente, archivarlos y utilizarlos sin edición. Su difusión pudiera ser en una plataforma oficial o redes colaborativas, como ya se hace informalmente por algunos profesores.

2 Diagnóstico de “entornos individuales de aprendizaje”.

Las condiciones de estudio son desventajosas en los hogares, sólo que hay extremas. Algunos estudiantes podrán acceder a las clases en televisión o recibir materiales en línea o por teléfono. Otros tendrán los tiempos y espacios adecuados para estudiar. Y todos tienen diferentes “estilos” de aprendizaje (más allá de si son kinésicos, visuales o auditivos). Así que el factor motivacional del profesor es importante para superar las adversidades. El profesor Joaquín García Andrés (2015. La motivación, el punto clave de la educación. Curso de cocina rápida. Universidad de Burgos) destaca tres aspectos: importancia del contenido, recursos interesantes y actividades significativas. Estos deberán materializarse en mensajes, vídeos, presentaciones, hojas de trabajo y “pruebas” disponibles en línea y por redes. Puede comenzarse por restablecer la comunicación con cada estudiante, con lo que nos apoyaremos mutuamente durante el confinamiento.

3 Planificar las actividades y definir la rúbrica de evaluación.

Aunque el currículo está organizado por “aprendizajes esperados” o “clave” se sigue enseñando por “temas” a repetir. Sólo que no todos los libros de texto tienen actividades que se puedan realizar “a distancia” y muchas de las “tareas” que dejan los profesores son “declarativas” (memorísticas). Ahora se requiere que las actividades sean procedimentales (identificar, explicar, resolver) y actitudinales (valorar, hacer, comunicar), factibles en la condición de emergencia que tenemos. Puede parecer fantasioso que los estudiantes aprendan “solos”, pero si tienen las condiciones y los ejercicios adecuados lo pueden lograr. Esto será evidente mediante “pruebas” que integren los “aprendizajes esperados” y sus habilidades “invisibles”. Podemos decir que son “proyectos personales”. 

Ahora la evaluación es “formativa”, mediante rúbricas que consideren procedimientos y actitudes, sean transparentes y permitan la superación (feedback).

Todo camino empieza por un paso. Este puede ser flexibilizar nuestras rutinas docentes, intentar adecuarse a los estilos de aprendizaje individuales. Y lo mismo para directivos, que algunos siguen priorizando lo administrativo para los profesores más que apoyarlos.

4 Elaborar presentaciones de diapositivas.

Permiten acotar lo esencial de un tema. Son archivos (pdf, ppt) accesibles y permiten integrar texto e imágenes con la exposición. Aquí se ocuparán los contenidos digitales que hayamos editado. Pueden incluir audio y video, incluso un recuadro con el profesor. Deben contener introducción, instrucciones, información y actividades de evaluación.

5 Elaborar hojas de trabajo (cuestionarios, ejercicios, multirreactivos, esquemas para completar) para la carpeta de evidencias.

Deben ser imprimibles y contener instrucciones. Aunque se recurre al libro de texto y vídeos transmitidos para aplicar cuestionarios, también pueden realizarse “hojas de trabajo” con ejercicios procedimentales para identificar, comprender o resolver que incluyan la información necesaria como textos, mapas, imágenes o infografías. En nuestro caso utilizamos esquemas conceptuales (Robert Marzano) para completar y responder preguntas.

6 Elaborar “pruebas” (esquemas propios, caricaturas, historietas, manualidades, audios, videos).

Son actividades integradoras de conocimientos y habilidades personales, por lo que son “libres” para que se manifieste la asimilación -no repetición- de conocimientos en el contexto del estudiante. Pueden ser “cartas”, breves audios o vídeos, dibujos, réplicas de objetos, manualidades, noticias, relatos, entrevistas, etc. Son posteriores a los ejercicios procedimentales y aplicación del conocimiento adquirido. Deben tener evidencias y permitir la superación. Supone un esfuerzo docente para favorecer las habilidades “invisibles” del estudiante.

7 Elaborar videos tipo “youtuber” para exponer una clase.

Hay expositores especialistas en vídeos de corta duración en línea, conocidos como “youtubers”. Inician con una presentación, a la que sigue una “cortina” y el tema, terminando con remisiones a su canal. Tienen miles de suscriptores y son “populares” por su estilo y contenidos. En la formación docente es una forma de microenseñanza, para mejorar la exposición, pero en su versión final será un recurso para el aprendizaje. Y, aunque seguramente no nos guste como salimos (https://www.youtube.com/channel/UC0aq38Ozsi9WVNK6kjC5lSQ?view_as=subscriber), es importante que nuestros estudiantes nos vean. Y puede grabarse con nuestro celular (teléfono).

8 Evaluar las evidencias y retroalimentar a distancia.

Teniendo a la vista los ejercicios y las pruebas de integración, requerimos evaluarlas para cada estudiante y su entorno de aprendizaje. Sabemos que un profesor de secundaria tiene cientos de estudiantes y otros tantos problemas personales. Pero conocemos a nuestros estudiantes y viendo sus trabajos podemos saber si se “esforzó”. Y en este caso es preciso decirlo a cada estudiante o preguntar por su situación. También ellos saben quiénes somos sus profesores y qué esperar de nosotros. Tenemos la oportunidad de restablecer un vínculo con ellos para conformar una “comunidad de aprendizaje” cuando regresemos a las aulas.

Cuando regresemos a las aulas, amén.