22 de octubre de 2019

Por César Vicente Benavides Torres
Museo Interactivo Casa de la Ciencia y el Juego. I.E.M. Aurelio Arturo Martínez.
Facultad de Educación Universidad de Nariño.
Dentro de la gramática tradicional, el ¡NO! se clasifica como un adverbio de negación, aunque se puede emplear de múltiples usos. En este artículo, se presenta una aproximación del nocivo papel que juega el ¡NO!, en las aulas de clase, en los centros interactivos, en la familia, en la sociedad y que presta flaco favor para el fortalecimiento de las vocaciones científicas de los jóvenes y los infantes.

Probablemente la invención por la que Dean Kamen es más conocido puede ser el Segway un vehículo de transporte ligero giroscópico eléctrico de dos ruedas, con auto balanceo controlado por ordenador. También es co-inventor del iBOT una silla de ruedas todo terreno. Pero lo más grandioso es el SlingShot, un purificador de agua universal que podría solucionar el 50% de las enfermedades del Tercer Mundo. Este empresario, es fundador de FIRST, cuyos programas están enfocados a enseñar las aplicaciones de ciencia y tecnología a jóvenes desde preescolar hasta el 12° grado. Me cautivó un párrafo sobre la enseñanza de las ciencias que encontré en una entrevista y señala lo siguiente: “Imagina que les dices a los niños "vamos a jugar futbol mañana”, y al llegar al día siguiente no hay una cancha, tampoco hay una pelota, y en lugar de eso, solo hay un libro de 50 páginas llamado “La Historia del Fútbol”, y un examen para ver si se saben las reglas. Si nunca has jugado, si nunca has pateado una pelota, es difícil que a alguien le guste el fútbol. ¿No es así como enseñamos las clases de ciencias?, aprendemos una fórmula, y luego otra fórmula, y luego aplicamos un examen sobre esta fórmula y luego un examen sobre aquella fórmula. Pero si les dices a los alumnos “vamos a construir un robot”, y para construir un robot los alumnos tienen que conectar esto con aquello, y necesitan aprender sobre voltaje y corriente, y necesitan entender sobre cómo medir cosas, cómo cortar piezas y ensamblarlas… Y después, los robots van a estar moviéndose y si no lo hiciste bien, no va a funcionar, tal y como la primera vez que pateas una pelota y fallas. Pero sigues practicando, mejoras y lo vuelves a intentar, y ves cómo tu robot es capaz de hacer más cosas, eso te emociona y te enorgullece”. Una interesante reflexión que nos puede provocar una autocrítica a quienes estamos comprometidos con la enseñanza de las ciencias. Lamento si, que las buenas reflexiones lleguen de otras disciplina y no de nuestro ramo.

Compartiendo los planteamientos anteriores, quiero poner el acento en un enemigo invisible, poco estudiado, de mucho cuidado que circula libremente en todos los espacios pedagógicos de la sociedad y que causa impactos fuertes y profundos en la confianza, en los procesos de desarrollo cognitivos, en la creatividad, la imaginación y en el fomento de las vocaciones científicas. Es la temida palabra ¡NO! que escucho frecuentemente en las visitas que estudiantes realizan a la Casa de la Ciencia y el Juego y que sin darse cuenta opaca la participación de los invitados.

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La situación se desarrolla de la siguiente manera. Luego que los participantes recogen una basurita de los alrededores de la Casa de la Ciencia y el Juego como su “boleta de entrada” que es gratuita, se los recibe en un espacio donde se presentan algunos experimentos interesantes, asombrosos, que motivan, alimentan la sorpresa y emocionan, para luego pasar al recreo científico, espacio donde todo se puede tocar, está prohibido prohibir y solo se “prohíbe” estar aburrido. En dicho espacio que le hemos denominado la zona de las experiencias discrepantes y asombrosas, se aplica y desarrolla la metodología de Indagación, donde los jóvenes y señoritas tienen que hacer hipótesis para luego ponerlas en experimentación. Ante la primera hipótesis, suena un gran monstruo que grita: ¡NOOOOOO!. Sus compañeros son expertos en descalificar la primera intervención o hipótesis, ejercen una presión de grupo, que literalmente, deja apabullado(a) a la persona que se atrevió a hablar. Nosotros estimulamos la formulación de hipótesis, y en muchas ocasiones, la señorita o el joven que se atrevió a pensar y fue abucheada, luego de la experiencia, resulta que había formulado una hipótesis verdadera a la situación plantada. Este resultado educativo, los orienta en otra dinámica que les da confianza y comienzan a formular hipótesis incluso alocadas, que luego se validan o descartan. El monstruoso ¡NOOOOOO! que muchas veces se escucha, no quiere que piensen, que se comprometan, que se atrevan. Quiere, que no hagan preguntas, que no se molesten, que sigan en su zona de confort, que coman sin masticar, que se dejen explotar, que se dejen engañar. 

Hablando con los estudiantes sobre el impacto del ¡NOOOOOO! cuentan que es tan fuerte la huella que deja, que deciden no hablar, menos preguntar, deciden no pensar y evitan así ser matoneados. Este tema ha sido poco investigado y debería ser tenido en cuenta. Y sucede en todos los espacios educativos vitales: en la casa el NOOOO es comida diaria de padres y madres, en las aulas de clase, el profesor lo utiliza para señalar que el camino no es el adecuado, en la sociedad, en los laboratorios de colegios y universidades, en los jardines infantiles. Usted puede completar la lista.

Que sucedería si en un grupo de investigación, el monstruo del ¡NOOOOOO! fuera visitante diario? Que sucedería si a Tomas Alva Edison el inventor de la bombilla se le hubiera instalado el monstruo del ¡NOOOOOO! en su laboratorio? Pues con la talanquera del ¡NOOOOOO! se detiene cualquier proceso creativo. Y ello es lo que está sucediendo en el proceso educativo. Así no se hace investigación, así no se fortalece la capacidad de asombro, así no se crea, no se inventa, no se avanza. Por eso es urgente producir un cambio radical en la forma de enseñar ciencias: no podemos seguir utilizando metodologías del siglo diecinueve, con los niños y jóvenes del siglo veintiuno, porque vamos a seguir siendo países y regiones pobres.

No es del todo cierto que ellos y ellas tengan poco entusiasmo por las ciencias, si lo tienen y mucho. Lo que pasa es que el monstruoso ¡NOOOOOO! nos está ganando la batalla, está invisible por doquier y no lo podemos permitir. Ahora que lo hemos detectado, lo tenemos en la mira, podemos cazarlo y exterminarlo, para cambiarlo por expresiones más amigables, como ¿Qué sucedería si?, ¿Porque no lo probamos? ¿Qué tal si sucede?, ¿Experimentamos?, intentémoslo, interesante idea, maravilloso, espectacular, impresionante, o sencillamente buena idea.

El increíble desarrollo de las ciencias y las tecnologías de las últimas décadas ha creado una brecha cada vez mayor entre quienes tienen acceso a ellas y otras comunidades menos privilegiadas. A eso agréguese el fastidioso ¡NOOOOOO! que cunde por todas partes y desanima a las niñas, niños, jóvenes y señoritas para que incursionen en el fantástico mundo de la ciencia.

 

Los chiquillos y jóvenes de hoy serán responsables de tomar decisiones en un tiempo muy cercano. Debemos promover una educación basada en la evidencia experimental, donde se pueda pensar, equivocarse, probar, tener confianza con la cual el alumno construye sus propios conocimientos. Con esta didáctica, el estudiante adquiere las habilidades y competencias que requiere el mundo laboral moderno: creatividad, espíritu crítico, comunicación, trabajo en equipo, recopilación, exploración y discusión de evidencias, solución de problemas, diseño de experimentos, argumentación, iniciativa personal, aprendizaje colaborativo, solidaridad, emotividad, capacidad de asombro, capacidad de realizar tareas, gestionar las emociones, flexibilidad y liderazgo. Creo que combatir el ¡NOOOOOO! que paraliza las mentes, es una buena alternativa para contribuir a crear vocaciones científicas y despertar la curiosidad por la ciencia, necesaria para formar a los investigadores que necesita nuestra región. ¡NO al NO!