14 de febrero de 2022

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M. Angeles Alonso Riera, Universidad Internacional de Valencia

Cuando entramos en un aula en la que los niños están concentrados en tareas, aunque éstas sean diferentes las unas de las otras, entramos en el asombro. Nada centra más la concentración que el asombro ante un desafío.

Para que exista fascinación, interés, deseo de conocer o de actuar, son necesarios estos componentes:

  1. Uno o varios sujetos que motivan.

  2. Uno o varios sujetos que quieran motivarse.

  3. Un tema que sea sugerente para ambos sujetos (o grupos de sujetos).

  4. Un vínculo entre esos sujetos, que retroalimenta los intereses de ambos.

Parece sencillo, pero el detonante del asombro es anterior al asombro mismo: se trata del vínculo.

El asombro del asombrador

Se supone que el maestro debe ser portador del asombro para su alumnado, para conseguir su interés, sus ganas de acción y de profundizar en lo que se le propone. Pero para ello es necesario que él también esté asombrado por lo que hace.

Este es uno de los primeros fallos en la cadena de trasmisión del asombro: maestros que han perdido la capacidad de fascinarse por lo que presentan a su alumnado.

En bastantes ocasiones, esto es consecuencia de su situación laboral: demasiado exigente con los programas que se les imponen; demasiada carga docente, sin horario para preparar asombros; demasiadas exigencias burocráticas…

Pero, a su vez, existe otro condicionante que no es externo: a veces el asombro ha huido de ellos, porque su trabajo se ha vuelto rutinario, demasiado reglado por la institución en la que trabajan, demasiado dirigido por la editorial de sus libros de texto…

Sólo se puede asombrar a otros desde el propio asombro, desde la propia ilusión por ver cómo crece el interés del alumnado y desde el trabajo por contagiar la propia pasión de conocimiento.

Vincularse para asombrar

Lo que definitivamente es esencial en el mantenimiento del asombro del alumnado es el vínculo que debe establecerse entre él y el docente. Muchos niños vienen a la escuela ávidos de asombro e ilusión por conocer, pero no encuentran esa conexión que les haga mantenerse en la persecución de un objetivo.

El maestro debe cultivar el vínculo con cada uno de sus alumnos, que será específico para cada uno de ellos y anterior a esa situación de novedad que da lugar al interés por conocer algo nuevo.

Se puede presentar un tema, una actividad, un trabajo, de forma grupal, si (y sólo si) se mantienen vínculos afectivos con TODAS las personas a las que se les propone.

El marcador afectivo de Damasio

Existen otros factores que pueden explicar la falta de asombro del alumnado de educación primaria, como ya se ha escrito en muchas ocasiones: la cantidad de estímulos que reciben, la rapidez de esos estímulos en las películas y en los videojuegos, las recompensas continuas a sus acciones… Todo ello fomenta la impaciencia y la falta de perseverancia. Y todo ello puede provocar la urgencia de nuevos asombros continuos.

Pero ningún videojuego puede reemplazar el marcador afectivo que un maestro puede crear con su alumnado (con cada estudiante por separado). Ese marcador afectivo posibilitará esa disposición al asombro de lo que este le presente y sostendrá su interés inicial por saber de qué se trata.

La conexión emocional, que no puede legislarse, que no puede imponerse por normativas, que es un acto de voluntad entre dos seres humanos que desean conectar, es básica para desencadenar el asombro.

Esa conexión emocional es el marcador somático que el neurocientífico Antonio Damasio relaciona con el éxito de la especie humana. Dice Damasio que el afecto, que es un marcador somático positivo, genera respuestas emotivas que influirán sobre nuestros comportamientos.

No nos asombramos por un tema, una actividad, un concepto… Nos asombramos por cómo esa actividad, ese concepto, ese tema, puede ser compartido con otros y, por ello, puede empoderarnos y satisfacernos.

Uno pensaría que la mayoría de nuestras acciones estarían bajo el control único de nuestro discernimiento. Pero, el vínculo emocional con las situaciones vitales, positivo o negativo, tiene un papel muy importante en nuestras decisiones de acción.

Bitácora para asombradores

  1. Para asombrar, hay que estar asombrados.

  2. Para hacer vínculos hay que querer hacerlos.

  3. Para conservar vínculos hay que implicarse emocionalmente.

  4. Para implicarse emocionalmente hay que tener salud emocional.

  5. Existen enemigos del asombro en las aulas, pero podemos derrotarlos. ¿Cómo? Fomentando una vida emocional sana en el profesorado y un interés por la vinculación con el alumnado.

  6. El fomento de la vida emocional sana es una tarea que recae en las administraciones competentes. Esta salud emocional tiene muchos aspectos por atender y mejorar.

  7. La formación de vínculos afectivos con el alumnado recae directamente en el profesorado.

El Magisterio, sin capacidad de asombro personal ni establecimiento de relaciones afectivas con el alumnado y los compañeros de trabajo, es una profesión poco gratificante.The Conversationhttp://theconversation.com/es/republishing-guidelines —>

M. Angeles Alonso Riera, Maestra y Logopeda. Especializada en TDAH y en trastornos del lenguaje (TEL y Dislexia) en Educación Primaria, Universidad Internacional de Valencia

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.