25 de octubre de 2020

NASA Center for Climate Simulation

Manuel Peinado Lorca, Universidad de Alcalá

Para describir la historia humana, el crecimiento de la población y el excedente de alimentos, el escritor ambientalista Daniel Quinn dedicó un capítulo de su novela The Story of B a la metáfora de la rana en la olla: una rana que salta a una olla hirviendo tratará de salir a toda velocidad. Una rana que salta en una olla que se va calentando poco a poco, acabará cocida.

El año 2019, el segundo año más cálido en el mundo y el más cálido en Europa, fue el sexto más cálido en España desde 1965. El aumento de temperatura por década en nuestro país se cifra en 0,3 ℃ desde los años 60. Ocho de los diez años más cálidos se han producido en lo que llevamos de siglo y cinco de los seis con temperaturas más altas se han registrado en esta última década.

La subida de las temperaturas conlleva importantes riesgos para sectores clave de nuestra economía que dependen estrechamente del clima, pero también para otros muchos campos esenciales para nuestro bienestar como la salud humana, la biodiversidad o la vivienda.

Una agenda verde pospandemia

No hay un único futuro hasta que sucede y cualquier esfuerzo por imaginar el porvenir después de la pandemia debe incluir una gama de futuros posibles. No todos los escenarios son negativos. El más optimista es el de una agenda internacional verde. La opinión pública en muchas democracias está empezando a darle una mayor prioridad al cambio climático y a la conservación ambiental.

La UE y muchas empresas están reorganizándose para lidiar con estas cuestiones. Incluso antes de la COVID-19 se podía prever una agenda internacional para 2030 definida por el foco que los países ponen en cuestiones verdes. Al resaltar los lazos entre la salud humana y planetaria, la pandemia acelera la implantación de esta agenda.

Parafraseando a Einstein, no podemos salir de una situación con la misma lógica que la favoreció. Nuestro modo de producir, consumir y vivir es el que ha contribuido a transformar los procesos naturales en catástrofes. El coronavirus y el cambio climático nos han cargado de razón para acometer cambios ambiciosos y urgentes. Hemos llegado al punto de inflexión para iniciar el cambio.

Las emisiones siguen creciendo

El mundo está muy lejos de cumplir los objetivos del Acuerdo de París. Después de pasar 389 días en el mar, el rompehielos alemán Polarstern, en el que navegaba la mayor expedición científica al Ártico de la historia, ha podido constatar que el calentamiento global avanza sin aparente freno. La capa de hielo es la mitad de gruesa que hace apenas 40 años y el invierno ártico es 10 grados más cálido que hace 125 años.

El rompehielos oceanográfico alemán Polarstern. Hannes Grobe / Wikimedia Commons, CC BY-SA

Las reducciones de emisiones de carbono en el punto máximo de las medidas de confinamiento por el coronavirus, la etapa que un grupo de científicos ha denominado antropopausa, alcanzaron hasta un 17 %. Pero ya se acercan de nuevo a los niveles previos a la pandemia y no tendrán mucho impacto en las concentraciones de gases de efecto invernadero a largo plazo, que permanecen en niveles récord.

Según el informe científico United in Science, impulsado por Naciones Unidas, todo apunta a que el quinquenio 2016-2020 será el más cálido de la historia registrada, una tendencia que se mantendrá en los años que vienen.

Año tras año, los informes de la NASA reiteran que hay más del 95 % de probabilidad de que las actividades humanas, traducidas en la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), especialmente reflejadas en el aumento del CO₂, sean la causa del aumento del calentamiento global del planeta.

El gráfico de arriba muestra los niveles de CO₂ durante los últimos tres ciclos glaciares, obtenidos analizando núcleos de hielo. El gráfico de abajo muestra los niveles atmosféricos de CO₂ medidos en el Observatorio Mauna Loa, Hawái, en los últimos doce años. Los gráficos, basados en la comparación de muestras atmosféricas contenidas en núcleos de hielo y mediciones directas más recientes, proporcionan la evidencia de que el CO₂ atmosférico ha aumentado desde la revolución Industrial. Las 409 ppm son de octubre de 2018. Elaboración propia con datos de la NASA, Author provided

El Plan de Adaptación al Cambio Climático

El pasado 22 de septiembre, el Consejo de Ministros de España aprobó el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC) 2021-2030, una herramienta fundamental hacia la reconstrucción verde. Su principal objetivo es construir un país menos vulnerable, más seguro y resiliente a los impactos y riesgos del cambio climático, capaz de anticipar, de responder y de adaptarse a un contexto de clima cambiante.

La recuperación verde es la gran oportunidad de la UE para liderar el necesario cambio global. Hay propósito, mostrado en el Green Deal (Pacto Verde). Hay visión, como puede verse en las hojas de ruta para el 2050.

También hay recursos comunitarios, que se duplican en el Marco Financiero Plurianual (MFP) 2021-27 y en los fondos excepcionales de 750 000 millones de euros del Next Generation EU (NGEU, el nuevo instrumento temporal para medidas de recuperación postpandemia). Ambos van a contribuir a luchar contra los efectos de la crisis de la COVID-19 y a desarrollar las políticas europeas de transición ecológica contenidas en la nueva y más ambiciosa Estrategia Europea de Adaptación.

El 30 % del total de los gastos del MFP y de NGEU se destinarán a proyectos relacionados con el clima. No obstante, según el nuevo reglamento comunitario, es muy importante garantizar que las inversiones sean lo más verde posibles y ambientalmente sostenibles para evitar el greenwashing, es decir, que la sostenibilidad se convierta en un condimento verde para cualquier salsa.

La salida de la crisis es verde

En los fondos aprobados por los Estados miembros de la UE hay un elemento fundamental que quienes reclaman dónde está lo mío parecen olvidar: no son fondos para tapar agujeros o para seguir haciendo lo de siempre. La administración de los fondos de la UE no es una cuestión de café para todos. Esta vez hay una condicionalidad que tiene un eje verde horizontal, la sostenibilidad, y otro, la digitalización, para dar un impulso decisivo a la innovación y a la educación.

Los fondos pintan verde y no se van a poder pintar de verde como muchos pretenden. Nos interesa a todos que así sea: nuestro futuro está en juego. La salida es un salto verde, el green leapfroging, para escapar antes de que sea demasiado tarde de esa olla en la que nos estamos cociendo como la rana de la fábula.

Esta crisis ha supuesto un shock para el mundo. No podemos volver a la normalidad prepandemia, ni seguir instalados en el cortoplacismo. La salida a esta crisis es verde. La ecología no tiene que verse como un obstáculo, sino que debe estar en el centro de la nueva economía.

La reconstrucción cargada de futuro del PNACC incluye respuestas que ya deberíamos haber tomado de forma urgente ante el desafío del cambio climático y que ahora se vuelven apremiantes con la agravación del calentamiento global y su acumulación con la pandemia.

El plan debería suponer un punto final para el modelo socioeconómico prepandemia. Es probablemente nuestra última oportunidad para dar ese paso que ya deberíamos haber dado aunque no hubiera habido ni cambio climático ni pandemia.

Porque, si no es ahora, ¿cuándo saltaremos de la olla?The Conversationhttp://theconversation.com/es/republishing-guidelines —>

Manuel Peinado Lorca, Catedrático de Universidad. Departamento de Ciencias de la Vida e Investigador del Instituto Franklin de Estudios Norteamericanos, Universidad de Alcalá

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.