21 de noviembre de 2021
Varias mujeres se tapan la boca mientras caminan por Ciudad del Cabo (Sudáfrica) en mayo de 2020. Shutterstock / Chadolfski

Fabio Andrés Díaz Pabón, University of Cape Town y Murray Leibbrandt, University of Cape Town

El crecimiento de las economías y la mejoría en los indicadores de pobreza de varios países africanos trajeron la promesa de un aumento en la calidad de vida para la población del continente en las últimas décadas. Sin embargo, África tenía que alcanzar estas expectativas partiendo de los niveles más altos de pobreza en el mundo, y una gran desigualdad (el legado de los proyectos coloniales europeos).

Crecimiento del PIB (% anual) de África subsahariana (azul) y el resto del mundo (verde).

Pese al crecimiento económico de las últimas décadas, el número de personas viviendo en condiciones de pobreza multidimensional ha aumentado y se prevé que alcanzará una cifra de más de medio billón de personas en 2030 (el doble que en 1990).

La persistencia de la pobreza en el continente se relaciona con los modelos económicos de sus países, que zanjan el acceso a las oportunidades y las recompensas económicas para la mayoría de la población, la dificultad para crear industrias más allá de la extracción de recursos naturales y la debilidad de instituciones estatales.

Estructura de las economías y el trabajo en África

Por estas razones, la riqueza generada en África en las últimas décadas ha esquivado a la mayoría de su población. La dificultad de traducir la riqueza en una mejoría en la calidad de vida se relaciona con las barreras que enfrentan quienes viven en pobreza para alcanzar una vida mejor.

Estas barreras están asociadas al acceso a servicios públicos, sistemas de protección social y con la falta de empleo de calidad. Si bien el desempleo en África podría parecer bajo, la realidad es que el 85 % de sus habitantes vive en condiciones de trabajo caracterizadas por una alta informalidad y niveles extremadamente bajos de protección social.

Beneficios de los trabajadores (%) entre 2010 y 2018: más de un permiso parental (azul), solo programas de seguridad social (naranja), solo programas de asistencia social (verde) y sin ninguna prestación (rojo).

La baja oferta de empleo de calidad se relaciona con la naturaleza de las economías africanas, que continúan siendo dependientes de la extracción de recursos minerales y la producción agrícola para la generación de empleo. Estas condiciones estructurales interactuarán con las secuelas de la pandemia, los retos de la cuarta revolución industrial y los impactos futuros del colapso climático, ejerciendo presiones sobre los gobiernos.

Los impactos aún no vistos de la pandemia

Se estima que en 2021 el número de africanos viviendo en la pobreza extrema ha aumentado en 38 millones de personas. En este contexto, el continente continúa siendo vulnerable a la pandemia dada la baja cobertura de los sistemas de protección social –más que cualquier otra región del globo–.

Si bien los casos de pacientes y muertes relacionados con la pandemia en África parecen pocos, la dificultad para informar con precisión del número de casos en un territorio en el que el 90 % de la población sigue sin acceso a sistemas de seguridad social alerta sobre la necesidad de expandir los sistemas de protección social.

Por ello, las intervenciones que estimulen el desarrollo equitativo y la expansión de los sistemas de protección social resultan urgentes para el futuro de África.

La urgencia de fortalecer la capacidad de los Estados

Cualquier intervención que apunte a enfrentar las limitaciones que afectan al crecimiento económico y las barreras a la movilidad social no pueden desconectarse de los sistemas políticos de los que forman parte. Esto llama a la necesidad de programas de desarrollo.

Si bien África empezó la carrera por su desarrollo con múltiples barreras, estas realidades históricas no alteran la obligación de apoyar y desarrollar políticas y planes que respondan a los retos del presente, el futuro y que puedan aprovechar las previsiones del aumento de la población del continente en la próximas décadas.

La pandemia ha puesto de nuevo el foco de los Estados en su función de proteger a la ciudadanía y promover el desarrollo equitativo. Sin embargo, cualquier programa de desarrollo tiene que abordar las barreras a la movilidad social (que se manifiestan en clave de género, identidad, clan o “raza”) y la capacidad para crear trabajos de calidad.

Proponer políticas de desarrollo que aborden estas barreras no sera fácil. Sin embargo, eventos como la conferencia para los Objetivos de Desarrollo Sostenible que tuvo lugar el pasado septiembre en la Universidad de Ciudad del Cabo pretenden generar respuestas conjuntas por parte de instituciones académicas, ONG y donantes internacionales para discutir y proponer intervenciones de desarrollo sostenible y equitativo. Este tipo de respuestas son imperativas para el futuro de África.The Conversationhttp://theconversation.com/es/republishing-guidelines —>

Fabio Andrés Díaz Pabón, African Centre of Excellence for Inequality Research (ACEIR), University of Cape Town y Murray Leibbrandt, NRF Chair in Poverty and Inequality Research; Director of the Southern Africa Labour and Development Research Unit, University of Cape Town and UNU-WIDER Non-Resident Senior Research Fellow., University of Cape Town

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.