29 de junio de 2019

Adriana Sarmiento Rodríguez.
Durante los meses de mayo y junio, los estudiantes de sexto grado del Gimnasio Moderno (once y doce años), empezaron a aparecer en los espacios de descanso con recipientes de Icopor, que contenían sopas de pollo y fideos, de queso y otras llamativas recetas. Lo sorprendente era que cada día aparecían más estudiantes con sus sopas y llegó a tal punto el consumo que se reunían para contratar servicios de domicilios que trajeran hasta la puerta del colegio los recipientes que se distribuían hasta de a tres por cada estudiante.

Frente a esta situación, algunos profesores manifestamos nuestra inquietud, sin embargo lo que ocurrió después fue mucho peor; la tienda escolar, empezó a vender las sopas lo que terminó por generalizar el consumo.

A raíz de un artículo, que había sido publicado en mayo de 2010: “Advierten sobre exceso de sal en las sopas”, que abordaba el tema del alto contenido de sodio en las sopas instantáneas . Empezamos la discusión con los estudiantes.

Sin embargo, los argumentos de los jóvenes eran diversos pero todos apuntaban a la aprobación del libre consumo de este tipo de productos, sin importar las razones que discutíamos al interior de las clases. En este momento se introdujo el trabajo con el material didáctico compartido en la Comunidad de Educadores por la Cultura Científica: La guerra a la obesidad se librará en colegios e industria alimentaria, y empezamos a trabajar por grupos dichas actividades. Las encuestas y la revisión de los resultados se hicieron cuidadosamente; los niños empezaron a preguntar sobre los efectos de la sal en el cuerpo, el funcionamiento del riñón, etc. Progresivamente el consumo se redujo y desde la Coordinación del Área de Ciencias se solicitó a la tienda escolar la colaboración suspendiendo la venta.

Hoy las sopas maruchan y otras de sus características son apenas un recuerdo; desaparecieron de los espacios de descanso, con una reflexión importante al respecto. Finalmente lo que menos importaba era la marca del producto, lo que era realmente objeto del trabajo era la necesidad de generar la reflexión sobre el consumo, y sobre los hábitos adecuados de alimentación que con frecuencia se ven trastornados por productos que no benefician en nada una sana dieta pero además atraen a los niños con publicidad desmedida y costos elevados.

Esperamos que los niños vuelvan a tomar sopas, preparadas en casa, con bajas cantidades de conservantes y con mayor contenido de vegetales.

Fuente citada: Gabriela Sarrat, académica de la Escuela de Nutrición y Dietética de la U. Andrés Bello. El Líder de San Antonio