28 de mayo de 2021

Matías Denis, Observatorio de Educación, Tecnología y Desarrollo Humano Universidad Autónoma de Encarnación, Encarnación, Paraguay. Comunidad de Educadores de la Red Iberoamericana de Docentes.
Una pregunta habitual en el ejercicio docente es “cómo ser un buen docente”. Además del conocimiento técnico necesario, para ejercer bien la docencia se necesita desear, desear aprender, por lo que el buen docente nace en la capacidad de ser uno mismo un buen aprendiz.

Una de las preguntas más habituales como profesionales de la educación es “qué hacen los mejores profesores y profesoras”.

Las respuestas pueden ser variopintas, todas verdaderas, todas autorizadas. Permítanme compartir esta respuesta: los mejores profesores y profesoras cambian vidas. Pero, ¿cómo hacen para cambiar vidas?

Lo primero que hacen es razonar de forma valiosa, original y con evidencia sobre sus áreas, sus materias. Por eso, amplían constantemente sus conocimientos e intereses buscando argumentos y contraargumentos a las teorías. No es sinónimo de formación extra, de llegar a un doctorado o de tener múltiples cursos de formación-capacitaciones. Esa práctica, que surge de cada persona misma, le podemos llamar “deseo”. El deseo por aprender, por mejorar, por estar en constante actualización. Ese deseo es considerado uno de los puntos clave en todo proceso de innovación. Innovar es desear ser mejor, como diría Martínez Bonafé.

A su vez, esa práctica de búsqueda, de razonamiento, de argumentación y contraargumentación se posiciona como un punto central en la sala de clases. La concepción de la sala de clases cambia, todas las personas buscan, razonan, argumentan y contra argumentan, el saber está en manos de cualquiera y solo -que no es poco- requiere de un orden, de una gestión, pero que no es ni mucho menos estática. A esto, técnicamente y según manuales y teorías del ámbito educativo, le podemos llamar “estilos de aprendizaje activos”, “rol del estudiante activo”, “estrategias didácticas innovadoras” “aprendizaje basado en proyectos” y tantos otros nombres más. El concepto que se elija y use es lo de menos, pues la importancia está en el deseo por ser mejor en compañía de las demás personas mediante la construcción conjunta del conocimiento. A esto también le llaman “aprendizaje cooperativo”.

Hoy, el conocimiento ya no está en poder de unas pocas personas por ser de una clase social o por tener un rol profesional. El acceso al conocimiento es un derecho humano resguardado en el derecho a la información y el derecho a la educación, el derecho a participar en la vida social, en la vida política y hasta en la ciencia.

Como vemos, la responsabilidad que tienen profesores y profesoras parece ser que no es conseguir grandes resultados académicos, es conseguir personas deseosas de ser parte del mundo para ejercer sus derechos con y para las demás, lo que conlleva el mayor aprendizaje académico posible, porque enseña desde la educación para la vida.

Los niños y las niñas nacen con el deseo de socializar, de descubrir, de aportar. Desde la educación formal, desde los colegios y desde las universidades se acompaña en ese transcurso, que supone nada más y nada menos toda la etapa de maduración de una persona. ¿En algún momento finaliza la maduración? En etapas posteriores a la educación obligatoria, la maduración, que tiene un ritmo más pausado y con cambios menos abruptos según la Psicología del Desarrollo, sigue desarrollándose, se tiene mayor bagaje previo y más conocimientos, cambian los intereses y deseos y cualquier profesional de la educación tiene la posibilidad de ser parte.

Desde la educación, junto con las familias, tenemos la responsabilidad de acompañar en la generación de una trayectoria de vida que marcará el presente y el porvenir de una persona, de su familia y, por extensión, de la sociedad, quizá con más influencia en etapas tempranas, pero siempre será influyente.

Nuevamente, permítanme preguntarles, ¿qué es ejercer una buena profesión docente? ¿Importan más o menos los resultados? ¿Importan más o menos los conceptos?

Hoy todo es opinable. Por eso, conforme obremos profesionalmente el estudiantado será un fiel reflejo. Según el compromiso que asumamos con la labor docente estaremos comprometidos con nuestra persona, con grupos de estudiantes y, nada más y nada menos, con la sociedad. Según nuestro compromiso, el estudiantado tendrá un ejemplo en el cual verse reflejado para seguir con sus trayectorias de vida, para seguir con su propio compromiso como personas y con la sociedad, ejercer sus derechos y ser libres. 

¿Qué les parece si concluimos con esta idea? Ser un excelente docente, por tanto, es responsabilizarse y comprometerse con cada persona misma y con las demás para cambiar vidas a partir del deseo.