18 de marzo de 2022

Mª del Rosario Mendoza Carretero (Madrid, España)
Comunidad de Educadores de la Red Iberoamericana de Docentes.
Actualmente, gran parte de la sociedad, con o sin conocimiento de causa, sigue utilizando etiquetas para definir a las personas. Esto parece no tener importancia y no repercutir en el desarrollo de las personas, pero no es así.

Actualmente, gran parte de la sociedad, con o sin conocimiento de causa, sigue utilizando etiquetas para definir a las personas. Esto parece no tener importancia y no repercutir en el desarrollo de las personas, pero no es así. En palabras de Soler y Roger (2020) “las etiquetas tienen un enorme poder, hasta el punto de llegar a condicionar la conducta, los pensamientos y las emociones de quien carga con ellas, así como de quienes las rodean” (p. 82).

Es curioso que, aún sabiéndolo, cuando se conoce a alguien, y aunque tengamos poca información sobre la persona, nos creemos una impresión inmediata sobre ella en función de, por ejemplo, su tono de voz, su forma de saludar… En esos momentos, cuando la impresión es negativa, no solemos preguntarnos: ¿Y si ha tenido un mal día? ¿Y si se encuentra mal? Directamente la etiquetamos como una persona antipática, distante,… Estas etiquetas, que parecen carecer de valor, pueden condicionar nuestras percepciones y pensamientos sobre esa persona. Y, por consiguiente, la próxima vez que coincidamos con ella, tenderá a comportarse de acuerdo con la etiqueta que le hayamos asignado (Soler y Roger, 2020).

Esto que, a priori, parece fácil de mejorar, continúa sucediendo en las aulas. En línea con Río (2015) “las expectativas docentes transmitidas influyen y repercuten en el rendimiento de los alumnos, en su identidad y disposiciones como “buenos” o “malos” estudiantes (p.312). Sin embargo, esto, como bien sabéis, no ha surgido “de la noche a la mañana”, ya en 1968 autores como Rosenthal y Jacobson revelaron que la atribución de etiquetas, generaba las expectativas del profesorado y estas repercutían en el desempeño académico del alumnado. Esto también se conoce como la profecía autocumplida (predicción realizada, convertida en realidad).

Un ejemplo de ello, queda recogido en la segunda fábula, denominada ¿Por qué defendió María que eran más importantes que los sueños de sus amigos que un puñado de falsas convicciones?, del libro El código de Cuomo. Las fábulas de María: una niña a la que no le gustaba la escuela (Álvarez et al., 2021). Esta fábula nos sitúa en el aula, en una actividad de lectura en voz alta, donde el alumnado es el protagonista de la misma. El profesorado solicita que un par de alumnos, allí presentes, lean en voz alta algunas páginas de un cuento que previamente él había seleccionado. Estos menores se traban, leen a un ritmo más lento, etc., y parecen bloquearse. Sin embargo, María, que confiaba en el potencial de sus compañeros, les invita a leer a la hora del recreo. Eligen cuentos con los que ellos disfrutan (es importante romper con el bloqueo generado en clase) y ambos compañeros leen gustosamente, comprenden lo que leen y ¡hasta realizan carreras de lectura!

Es una fábula breve, pero el mensaje que transmite es básico y fundamental. Debemos confiar y potenciar las capacidades de las personas, evitando el etiquetaje.

Referencias

Álvarez, J.M., Díaz, Y. y Molina, J. (2021). El código de Cuomo. Las fábulas de María: una niña a la que no le gustaba la escuela. Dykinson.
Río, M.A. (2015). Procesos de etiquetaje en el ámbito escolar: los grandes temas. Revista de Sociología de la Educación, 8(2), 312-320. https://ojs.uv.es/index.php/RASE/article/view/8386
Soler, A. y Roger, C. (2020). Niños sin etiquetas. Cómo fomentar que tus hijos tengan una infancia feliz sin limitaciones ni prejuicios. Paidós