27 de agosto de 2019

 Walter Arceluz, Buenos Aires.
Acciones locales de articulación institucional, alineadas con las políticas públicas de fomento de las vocaciones hacia la ciencia y la ingeniería; permiten multiplicar esfuerzos orientados a la mejora de estándares para el ingreso de jóvenes de escuelas de gestión estatal al sistema de educación superior.

En 2012, el Ministerio de Educación de la República Argentina (MEN), promovió –junto a diversos actores, el Plan Estratégico de Formación de Ingenieros 2012-2016; el cual tiene entre sus objetivos centrales incrementar la cantidad de graduados. Para su primer eje, el programa estableció una serie de líneas de acción, entre los cuales se destaca “la generación de vocaciones tempranas”. En el plano internacional, esta línea guarda absolutamente congruencia con los ejes planteados por las Metas Educativas 2021 (OEI, 2010) en materia de aumento de la participación de los jóvenes en carreras de formación científica/técnica y en efecto, también aportan a la promoción de la Propuesta 14 -Promoción de las Vocaciones Científicas- del Programa Iberoamericano en la Década de los Bicentenarios

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Poco tiempo antes, en 2009, el Consejo Federal de Decanos de Ingeniería de la República Argentina (CONFEDI) había publicado un acuerdo denominado “Competencias requeridas para el Ingreso a los Estudios Universitarios” –ratificado en 2014-, en el cual se establecían los lineamientos básicos que el sistema de educación superior recomienda al nivel medio, en términos de competencias de acceso para sus alumnos.

Este acuerdo -que surgió del debate y las propuestas de diferentes asociaciones, consejos, redes y foros de Decanos-, diagnosticó una serie de debilidades presentadas por los ingresantes a las carreras de ingeniería; básicamente ordenadas en la siguiente secuencia: dificultades en relación a la lectoescritura, la interpretación de textos y la selección de contenidos, dificultades para aplicar estrategias de profundización, carencias en la expresión oral y escrita y habilidades matemáticas poco desarrolladas para responder a los requerimientos exigidos por el sistema de educación superior.

En ese contexto, el desafío que se le plantea a las unidades académicas que forman ingenieros es la articulación de acciones institucionales con el nivel medio para fortalecer prioritariamente competencias básicas (comprensión y elaboración de textos) y transversales (autonomía en el aprendizaje), antes que saberes específicos (competencias en biología, química, física y matemática).

Algunas de las prácticas de articulación institucional que atienden este objetivo, se llevan adelante desde el Laboratorio de Cultura Científica, Tecnología y Educación (CiteLAB) de la Universidad Tecnológica Nacional Facultad Regional Avellaneda, en alianza –cada año-, con ocho escuelas de gestión estatal que se encuentran en su zona de influencia.

La primera de estas prácticas se implementa desde 2013 y se denomina “Selva Marginal Costera” y básicamente se trata de una propuesta de educación en ciencias basada en la indagación que tiene como propósito abordar la problemática ambiental local en una franja de selva marginal periurbana –como objeto de estudio-, alternando el diseño y uso de recursos digitales propios en el aula, visitas a campo y prácticas supervisadas (de análisis bacteriológico y determinación de cromo) en los laboratorios de las carreras de grado de la universidad.

La segunda práctica, fue recientemente presentada a nivel local y hace eje en la “Robótica Educativa”, una propuesta de aprendizaje basada en la resolución de problemas que incluye la realización de talleres en las escuelas; focalizados en la programación y ensamble de componentes electrónicos y mecánicos con los que se pueden desarrollar distintos dispositivos tecnológicos de automatización y robótica, sistematizando y comunicando sus resultados.

Más allá de las competencias técnicas que se ponen en juego en este tipo de proyectos, el mayor aporte de estas intervenciones se encuentra vinculado al desarrollo de competencias tecnológicas que permiten identificar, formular y resolver problemas, diseñar, planificar, ejecutar y controlar proyectos, así como promover competencias sociales que favorezcan el buen desempeño en equipos de trabajo, la comunicación efectiva, la responsabilidad profesional y el compromiso social.

En prospectiva, resultará necesario monitorear la evolución y los resultados de este tipo de experiencias no solo en lo que respecta a la mejora de sus prácticas pedagógicas, sino en lo que refiere a la medición del impacto sobre la promoción misma de las vocaciones tempranas asociadas a la ciencia y la tecnología en la escuela media. Estas conclusiones no solo permitirán dar mejores respuestas a la enseñanza de grado, mitigar la deserción en el ingreso y favorecer el acceso, sino que además promoverán y aumentarán la inserción de los jóvenes egresados del sector estatal en empleos formales y de calidad.