31 de enero de 2022

Patrick Tomasso / Unsplash, CC BY-SA

Claudia Lorenzo Rubiera, The Conversation

Si algo nos queda claro de este 2021, el año de “después”, el año de la marmota, en el que vivimos en constantes altibajos pandémicos, es que estamos cansados, física, mental y existencialmente. Han sido muchos meses de enfermedad, normas, restricciones, miedos e impedimentos, y necesitamos buscar esperanza y sentido a nuestro alrededor.

Tal vez por eso uno de los artículos más leídos de este año es el escrito por el Laboratorio de Investigación en Estudios Literarios Globales de la Universitat Oberta de Catalunya, en el que nos recomiendan ocho libros para entender el mundo de hoy.

“Como sociedad, hemos necesitado recursos para entender y estar en este mundo. Hemos tenido que reaprender a mirar y a escuchar”, observan las autoras. Y para ello listan obras de Nuccio Ordine, Martha C. Nussbaum, Pierre Bourdieu o Judith Butler, entre otros, que inciden en la importancia de darle la mano a las Humanidades para entender el mundo y para entendernos a nosotros. Es hora de dejar atrás la clásica dicotomía entre ciencias y letras porque “la literatura nos permite explicar y preservar la experiencia del otro en el espacio y el tiempo”.

Leonor, feminista

A veces entender muchos aspectos del presente es más fácil si echamos la vista atrás. Algunos de los artículos más leídos de la sección de Cultura hacen hincapié en historias del pasado en las que, de una forma u otra, nos vemos reflejados. Así, Leonor de Aquitania, “la abuela de Europa”, fue un personaje que causó sensación gracias a la narración de Ana María Iglesias Botrán, de la Universidad de Valladolid.

Haciendo un repaso de su vida pero también de la leyenda que se creó alrededor de su figura tras su muerte, Botrán revive a una reina decidida, rebelde y amante de las artes, con personalidad propia. La autora también aclara que es un error definir a Leonor de Aquitania como feminista (es complicado juzgar el pasado con los criterios del presente), pero que no es menos cierto que fue una mujer inusualmente insumisa y valiente para la época medieval.

Un fraude con recorrido

Otro personaje de un pasado reciente cuya influencia llega hasta nuestros días es el que nos presentaron Francisco Pérez Fernández y Francisco López-Muñoz, de la Universidad Camilo José Cela: Tuesday Lobsang Rampa, autor del célebre best-seller sobre la cultura tibetana El tercer ojo. Es curioso reseñar que, como ellos cuentan, cuando Rampa le presentó su manuscrito al editor que finalmente lo publicaría, le confesó que le había elegido a él porque le daba buen karma…

Pese a que numerosos expertos, académicos e historiadores desmintieron gran parte de los hechos que Rampa narraba en su libro y cuya veracidad mantenía –al contrario que su editor, que incluyó en el prólogo el aviso de que no eran fidedignos–, y de que con los años se descubrió que Rampa era oriundo de Devon y jamás había pisado el Tibet, El tercer ojo fue el libro que despertó el interés por la desconocida cultura tibetana en Occidente.

Los agricultores, los más respetados

Y si nos vamos mucho más atrás, a los clásicos a los que, de una forma u otra, siempre volvemos, encontramos el artículo de Santiago Castán Pérez-Gómez, de la Universidad Rey Juan Carlos, sobre la consideración social que tenían los trabajadores en las sociedades grecolatinas. Partiendo de la base de que era una cultura que, en general, despreciaba el trabajo (consideraban que para eso tenían esclavos), hacían distinciones entre las diferentes profesiones.

Aprendemos, por ejemplo, que Cicerón rechazaba las labores de todos aquellos que recibían un salario por sus esfuerzos y no por sus talentos (artesanos, comerciantes) pero, paradójicamente, ensalzaba la agricultura, la medicina, la arquitectura o la enseñanza. No era el único y, si bien ahora las tornas han cambiado, no es menos cierto que seguimos, socialmente, valorando unos empleos por encima de otros, independientemente de su esencialidad.

El arte y la tecnología

En una época en la que la interacción de las máquinas con los humanos está resultando en híbridos artísticos cuanto menos cuestionables, estos asuntos interesan a expertos de todas las disciplinas.

Como nos cuenta José T. Boyano, de la Universidad de Málaga, en un artículo en el que analiza la sonrisa de la Gioconda, un programa de reconocimiento emocional intentó descifrar si la protagonista del cuadro de Leonardo era feliz o no y concluyó que, con su mueca, la Gioconda mostraba felicidad en un 83 %. Pero el ordenador no fue capaz de detectar los matices de esa sonrisa, algo que solo percibe la visión periférica humana y que nace del pincel de Da Vinci y su desarrollo de la técnica del sfumato.

Y con las plataformas de Internet nos hemos topado. Jose Valentino Ruiz, de la Universidad de Florida, explica por qué Adele tenía razón cuando le pedía a Spotify que su nuevo álbum, 30, se reprodujese por defecto en el orden en el que había sido creado y no en aleatorio, como la plataforma hace de forma predeterminada. Ruiz nos lleva de la mano por todo el proceso de creación de una obra musical y narra cómo se equilibran unos temas y otros para acabar contando la historia que el artista quiere contar.

Su análisis es uno de los últimos éxitos de la plataforma y una buena forma de demostrar que, si bien estamos interesados en todo lo que sucede “ahí fuera”, en realidad “ahí fuera” están sucediendo muchísimas más cosas de las que parece.The Conversationhttp://theconversation.com/es/republishing-guidelines —>

Claudia Lorenzo Rubiera, Cultura, The Conversation

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.