10 de julio de 2018

Alida R. Labarca. Maracaibo, estado Zulia Venezuela
La educación a través de políticas adecuadas, puede ayudar a formar los nuevos ciudadanos y líderes que se requieren para impulsar el desarrollo sostenible de cualquiernación.Pero, ¿Cuál es el papel que puede jugar la escuela en el manejo de desastres naturales como una necesidad para el desarrollo sostenible?

Enmarcado en la propuesta posmoderna, el desarrollo sostenible emerge como un enfoque diferente para el progreso social de nuestras regiones. Debido a esto, desde finales de la década de los años noventa y comienzos del siglo XXI, la educación ha sido reconocida como una estrategia elemental, fundamental por demás, para el desarrollo de las naciones (Rosell, 2006). La protección del ambiente y la prevención ante los desastres y preparativos ante emergencias, así como la concepción del desarrollo sostenible, que implican un tipo de desarrollo en todos los campos productivos y sociales que satisfaga las necesidades básicas de la actual generación humana, sin poner en peligro de las posibilidades de las sociedades venideras, requieren de voluntades, decisiones y la puesta en práctica de acciones políticas y económicas, científicas y educativas, entre las que se encuentran la educación ambiental y la educación sobre los desastres.

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 Asimismo, los problemas del medio ambiente y los desastres se han convertido en una de las mayores preocupaciones políticas, económicas, científicas y educativas de la época contemporánea a escala mundial, cuya solución depende, en gran medida, la existencia de la vida en la tierra. Se necesita trabajar sostenidamente por la protección del medio ambiente y reducir los riesgos ante los desastres, así como prepararse para actuar ante las emergencias y trabajar simultáneamente por lograr la paz mundial, erradicar el hambre, el terrorismo, las guerras, el analfabetismo; atender la salud del hombre, mejorar la calidad de vida y lograr la cultura general integral de la población.

 Como parte de los trabajos en el perfeccionamiento de la educación fueron introducidos nuevos planes de estudio, cuyo currículo incorporó la educación ambiental como contenido de la enseñanza general; sin embargo, estas reformas curriculares, no propiciaron el suficiente desarrollo de la educación ambiental en las escuelas, y su vinculación a los desastres y su prevención.

 En este sentido, se han realizado estudios, investigaciones, trabajos de desarrollo, proyectos pilotos y experiencias, cuya concepción, ejecución práctica y constatación, han posibilitado la determinación de una fundamentación teórica y metodológica con actividades y trabajos prácticos para el desarrollo de la educación ambiental, en los diferentes ecosistemas, pero no para el tema objeto de este proyecto: los desastres. Los estudios e investigaciones realizadas han posibilitado la obtención de resultados sobre la determinación enfoques, estrategias, métodos, procedimientos, técnicas y dinámicas participativas, actividades y trabajos prácticos sobre la educación ambiental en las escuelas, las comunidades y territorios de interés ecológico, como zonas urbanas, rurales, de montaña, pero no vinculados a la prevención de los desastres naturales.

 A lo largo de toda su historia, la naturaleza ha dado sobradas muestras de su gran poder, y cuando se produce un desastre natural, nos recuerda su presencia, son demostraciones de que el planeta está vivo y evolucionando. La vida del hombre, desde los tiempos más remotos, ha experimentado inundaciones, la fuerza de los huracanes y tornados, la violencia de las erupciones volcánicas y de los terremotos, entre otros. Año tras año, los desastres naturales provocados por cada uno de estos fenómenos traen como consecuencia un mayor número de pérdidas humanas y materiales.

 Es evidente, que el impacto de las catástrofes no sería tan devastador si los hombres fueran más prudentes y previsores. Existen muchas medidas que podrían adoptarse y que, sin embargo, son ignoradas. Sólo se puede estar prevenido y preparado para enfrentar una catástrofe cuando se tiene un buen conocimiento del fenómeno que lo origina y los riesgos que se corren. Es por ello que cada vez con más frecuencia se escucha la práctica de la llamada “cultura de prevención”. Es preciso conocer la difusión geográfica, la frecuencia, la intensidad de los fenómenos que pueden dar lugar a un desastre natural. El daño producido por una catástrofe natural a menudo resulta de una peligrosa combinación entre las fuerzas de la naturaleza y la actividad del hombre; por ejemplo, la deforestación aumenta la frecuencia y la magnitud de las inundaciones.

 En las últimas tres décadas, (1970-1990), se produjo un incremento de las pérdidas económicas y sociales provocadas por la acción de fenómenos naturales extremos, es por ello que en 1989, la Asamblea General de las Naciones Unidas, declara la década de 1990 como el Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales (DIRDN), amparada en la Resolución 44/132. Esta acción es considerada el primer esfuerzo de carácter universal en función de la prevención y la mitigación de los desastres; e indicó la creciente responsabilidad del hombre como elemento regulador del nivel de exposición, el ordenamiento y uso del ambiente. En el período entre 1990 y el 2000 el mundo sufrió la pérdida de aproximadamente 700.000 personas debido a los desastres de origen natural. Esta cifra es inferior a la registrada en la década anterior; sin embargo el número de eventos, su intensidad, los daños económicos y sociales rebasaron los niveles observados en los años ochenta.

 El área de las latitudes tropicales es propensa a la ocurrencia de fenómenos hidrometeorológicos potencialmente dañinos, que se producen estacionalmente tanto en el Atlántico como en el Pacífico. En América Latina y especialmente en el Caribe se han ocasionado afectaciones por diferentes eventos de origen climático que han ocasionado grandes daños debido a la vulnerabilidad de la región, entre ellos se encuentran:

• Huracán Georges 1998 (El Caribe)
• Huracán Mitch 1998 (Centroamérica y Caribe) 9 214 personas murieron, 1 191 908 damnificados y 6 008 millones de dólares de pérdida principalmente en Honduras, Nicaragua, Guatemala y El Salvador.
• El Niño 1997/1998 (Región Andina).

 En consideración a esto, los especialistas se han puesto de acuerdo en que para prevenir los desastres hay que trabajar en la prevención de los desastres naturales con esquemas alternativos en donde participen diferentes actores de la sociedad y, principalmente, educar a la población en este tema. La educación ha estado en el centro de los debates sociales de los últimos años, ante los rezagos educativos de muchos países del mundo, incidiendo esto en el acuerdo del Foro Mundial de Educación, celebrado en Dakar, Senegal en abril del 2000, de promover una Década de Educación para Todos, retomando las metas aprobadas en la Conferencia Mundial de Educación para Todos, celebrada en Jomtien en 1990.

 Estas metas se integraron a las Metas del Milenio y se reiteraron en el Plan de Implementación de Johannesburgo en el 2002, incluyendo la promoción de una Década de la Educación para el Desarrollo Sostenible. La Comunidad de Naciones Unidas intensificó los esfuerzos para incrementar y mejorar la información, la educación y la conciencia pública en relación con los desastres de origen natural. Se fortalecieron los sistemas de prevención, alerta temprana, atención a emergencias, rehabilitación y reconstrucción o reparación de los daños.

 Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos y las acciones emprendidas, en los últimos años ha ido aumentando la incidencia y la intensidad de los fenómenos naturales potencialmente destructivos, entre ellos las sequías, inundaciones, deslizamientos de tierra, tornados, sismos y ciclones tropicales, que han causado pérdidas que comprometen el desarrollo de múltiples comunidades, afectando sobre todo a los más pobres.

 Atendiendo a estas consideraciones la escuela, como polo de desarrollo constituye una base fundamental para comprender la dimensión social del desastre y, a partir de allí, pronunciar una cultura de prevención. Considerando la fundamentación de las características del currículo de cada país, tales como la centralización en la escuela, flexibilidad y la organización de conocimientos de cada uno de los contenidos; elementos estos que permiten considerar las características y necesidad de la comunidad, tomando en cuenta las necesidades e intereses de sus miembros y valorando a la vez la realidad de cada región.

Por ejemplo, en Venezuela, el caso más emblemático de desastre ocurrido en el país después del terremoto de Caracas de 1967, el deslave del litoral central en 1999activó una serie de aspectos negativos, derivados de la inexistencia de una cultura de prevención y cimentado en la actuación que tuvieron los diversos actores en la etapa de emergencia y reconstrucción. Se sacó a la luz, por ejemplo las diferencias entre principios, objetivos, plazos y recursos de los distintos programas ejecutados, el afán de protagonismo y competencias políticas y territoriales de los distintos actores. (Lozada, 2005).

 El deslave del año 99 ha sido calificado como uno de los peores desastres naturales ocurridos en Venezuela, debido a la elevada cifra de pérdidas humanas, damnificados y daños materiales. Según Genatios y La Fuente (Citado por Lozada, 2005) “...Vargas se convirtió en un laboratorio de aprendizaje en manejo urbano, ambiente e infraestructura. Se constituyó una sólida base para agendas en prevención de desastres, para realizar investigación y generar planes educativos de prevención y atención de las emergencias”. La sensibilidad nacional, adormecida por el trajín cotidiano y la sobrevivencia, despertó para recordarnos que somos un país vulnerable a fenómenos naturales que creíamos reservados para otras latitudes. A partir de la ocurrencia de este fenómeno, se desarrollaron, reforzaron, continuaron y/o profundizaron experiencias, proyectos, instancias, leyes y otros mecanismos importantes que han contribuido a que la reducción del riesgo de desastres se vaya incorporando poco a poco en la cultura del venezolano.

 Dado que, las consecuencias de los desastres naturales no se miran únicamente desde el punto de vista de las vidas que se pierden, sino también desde el punto de vista económico, pues constituyen un obstáculo para el desarrollo económico y social de la región; es importante lograr que la educación contribuya y facilite el logro de una cultura de prevención, que la población y las comunidades se preparen y actúen frente a los desastres. De aquí la necesidad de educar al ciudadano común, porque si el hombre no adquiere, desarrolla y manifiesta conciencia, conocimientos, comportamientos, actitudes y participación en cuanto a los riesgos de desastres, no será capaz de prevenirlos.

 Por ende, como institución social la escuela es la encargada de la instrucción y educación de los ciudadanos, de potenciar el protagonismo estudiantil, así como proyectarse por la satisfacción de las necesidades educativas de toda la comunidad y su protección. Aunar los esfuerzos de los docentes, detectar sus principales problemas y trazarse un plan de acción para su solución, constituyen las primeras actividades que deben realizarse con vistas a lograr que la escuela inicie su labor de educación para la prevención de desastres y preparativos para emergencias.

 Por todo lo anteriormente expresado, es pertinente preguntarse si es la escuela un escenario propicio para ofrecer a los individuos las herramientas básicas para el manejo de desastres naturales como una necesidad para el desarrollo sostenible.

Palabras clave: Desastre natural, prevención de riesgo, manejo de desastres, desarrollo sostenible.

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