7 de abril de 2020

Lucía Dina Galotti. Ciudad de residencia: Santa Rosa, La Pampa, Argentina. ¿Cuál es la relación entre las ciencias y las tecnologías? ¿Qué se entiende por innovación? ¿Pueden considerarse a las ciencias y las tecnologías como pilares del desarrollo local y regional? ¿Qué vínculo tiene la escuela con el desarrollo tecnológico?¿Cuál es el impacto de los cambios tecnológicos en esta sociedad desigual?

Los dos últimos siglos son y han sido testigos de monumentales revoluciones tecnológicas y de los cambios sociales, políticos y económicos que las acompañaron. Tampoco somos ajenos a su incidencia en la concentración y equilibrio de poder en el mundo.El actual siglo XXI, donde el conocimiento y la información son una pieza central del motor de la sociedad, es heredero de la historia de épocas pasadas.

La investigación científica y sus aplicaciones tecnológicas no se encuentran aisladas de la sociedad en la que se insertan, lo que genera amplias discusiones sobre el rol social de la ciencia. Ya en el siglo XVII, con Galileo, Kepler o Newton, se puso en marcha la revolución científica moderna y paralelamente uno de los movimientos de innovación tecnológicos más significativos en cuanto a su impacto transformador de la sociedad; la Revolución Industrial.

Pero el siglo XX pasado no se quedó atrás, tanto la electricidad, como el motor a explosión, las telecomunicacionesy más próximamente la informática,dieron forma a cambios aún más profundos y acelerados. Ni que hablar de la velocidad de las transformaciones acaecidas en este siglo XXI, en el que aparecen nuevas tecnologías que modifican la forma de comunicarnos, de movernos en el mundo, de abordar el tratamiento de enfermedades, o nuevos materiales, solo por mencionar algunos de los más relevantes.

¿En qué momento se dio este punto de inflexión en la historia de la humanidad? ¿Cuándo y cómo el conocimiento y sus aplicaciones pasaron a ser rentables y se constituyeron en factores del poder económico y político?

Hasta la revolución industrial, la ciencia y la técnica iban por carriles distintos. Los científicos se proponían avanzar en el conocimiento del mundo y la técnica era artesanal, un saber empírico nacido desde la práctica, que se transmitía de maestro a aprendiz, sin preguntarse por los fundamentos teóricos. ¿Había innovaciones? Sí, pero de manera pragmática, para resolver algún problema técnico. Fue de esta forma como nacieron la rueda hidráulica, el molino de viento y hasta la máquina a vapor. Esto se revirtió a partir de la revolución industrial. Los científicos comenzaron a involucrarse en la aplicación de sus conocimientos a la industria y los empresarios se interesaron en ella para obtener mayores ganancias. La Ciencia y la tecnología en la actualidad movilizan grandes inversiones, tanto estatales como privadas. Asimismo, se han desvanecido los límites tajantes entre ciencia pura, ciencia aplicada y tecnología. Generalmente hay equipos de investigación en los que se comparten los conocimientos. Por ejemplo, entre las personas que trabajan en los equipos de investigación y desarrollo, muchas veces es difícil diferenciar por su función, a científicos, ingenieros o técnicos.

En los tiempos actuales, los avances científicos y tecnológicos son vertiginosos, lo cual influye en la economía de los pueblos y por supuesto, en la economía mundial. También incide en la calidad de vida. Pero hay que ser cautelosos. ¿Quiénes tienen acceso? ¿Qué efectos provocan en el ambiente? ¿y en la salud? La carrera tecnológica no debería mantener al margen el incremento sostenido del bienestar de todas las personas de manera de lograr un desarrollo incluyente y sostenible.

Al mismo tiempo, el grado de acceso al conocimiento traza una línea entre los países. Los que tienen mayor desarrollo, acceden al bienestar y al ejercicio pleno de sus derechos. El resto, que no logran incorporar el conocimiento para innovar y crecer, se exponen a un deficiente crecimiento económico y a la pobreza. ¿Qué ocurre en América Latina? Creo que estamos a mitad de camino, ya que no logramos despegar del todo en lo que hace a desarrollo científico y tecnológico. Este es el desafío que tienen países como la Argentina, para superar el tipo de producción basada en la agricultura y la ganadería e incluir en su matriz productiva otros sectores como la agroindustria, la industria e innovación en los alimentos, en medicamentos, equipamientos médicos, nuevas formas de energía o biotecnología aplicada. 

¿Pero qué significa innovar? ¿Inventar algo nuevo? Es más que eso, ya que va desde un conocimiento hasta un producto, un proceso nuevo, una forma distinta y más eficiente de hacer algo, o un nuevo servicio, que llega efectivamente al mercado. Si un nuevo hallazgo no se logra vender, no hay innovación. No necesariamente se necesita una proeza tecnológica. Sí es necesario ser creativo, pensar diferente. El diseño de un producto, los materiales que se utilizan, mejorar la calidad y reducir costos, nuevas formas de venta, por ejemplo la venta a través de la web, son formas de innovación. ¿En la Argentina, la educación promueve la creatividad, el pensar diferente, o por el contrario favorece la repetición, conocer lo que ya está dado? ¿Cuáles son los desafíos que debemos enfrentar para educar pensando en el futuro, en los tiempos que vivirán nuestros niños y jóvenes? Es algo que hay que poner en el centro de la discusión cuando se debate qué tipo de educación científica debería promoverse.

¿Cómo suscitardesarrollos tecnológicos innovadores en la Argentina? ¿De qué manera se puede fomentar a la innovación tecnológica?

Como ya se dijo, habría que hacerlo tanto al nivel de las producciones más sencillas como en aquellas con un mayor impacto económico y social, en el marco de nuestras posibilidades, teniendo en cuenta nuestra realidad. Muchas veces es inútil copiar tajantemente otros modelos. Sí estudiarlos y analizarlos pero para pensar algo que se ajuste a nuestra peculiaridad. Para ello, es menester favorecer la incorporación de conocimiento en el proceso productivo. Lograrlo requiere de una sociedad en que se incrementen gradualmente los conocimientos de la población.

Tanto para generar riqueza, como para la reducción de los desequilibrios sociales y la democratización de la sociedad, es imprescindible que quiénes producen bienes y servicios tengan conocimientos sofisticados, elevados, que les posibiliten innovar y descubrir nuevos problemas y soluciones. Una sociedad con altos porcentajes y número creciente de personas con acceso a una educación de calidad, más cerca de las mejores prácticas internacionales, capaces de romper con lo que está dado, plantearse desafíos y formas creativas de resolverlos, es una sociedad más libre, más rica y más equilibrada.

Como país, debemos poner este tema sobre el tapete. Lo urgente no nos permite ver lo importante. Establecer redes entre las universidades, las empresas y el Estado, pensar en cuáles son las inversiones que hay que realizar de manera prioritaria y en qué áreas de la producción, en función de la realidad y las características de nuestro país, sin imitar otros modelos pero aprendiendo de ellos.