22 de diciembre de 2018

María Elena Guntiñas Rodríguez
IES As Fontiñas. Santiago de Compostela
Hace aproximadamente un mes tuve la siempre agradable, aunque no frecuente, visita de una exalumna. Había venido al instituto a recoger su título de bachillerato…pensaba que ya estaría perdido, dijo, a lo que le respondí que los títulos están custodiados hasta que el titular los retira.

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Era una alumna excelente y lo seguía siendo ya que actualmente está en la antesala de obtener su licenciatura en medicina, y después de cinco años seguía, aún, muy viva su gran ilusión por ser médico. No solo se mostró ilusionada si no, también, agradecida para con sus profesores por cuanto le habían enseñado y aprovechaba el motivo de su ida al instituto para saludar a aquellos que estábamos en el centro. Es cierto que son una minoría las alumnas y alumnos que expresan abiertamente su agradecimiento pero entre mis recuerdos más vivos está la frase que, hace ya mucho tiempo cuando la que escribe era muy jovencita y tenía pocos años de experiencia como profesora, me dijo una alumna: Gracias por Enseñar. Esta frase actuó como un gran motor y un “quitapenas” a lo largo de mi carrera docente.

En un momento de nuestra conversación le pregunté que especialidad médica tenía previsto hacer, a lo que me respondió: Pensaba hacer neurología pero la voy a descartar porque las posibilidades de cura son muy pocas. Al escucharla, de manera inmediata, brotaron de mí las palabras:… “ten presente que la ciencia, el conocimiento, avanza porque hay personas que dedican su tiempo, trabajan, para ello”. Ya, pero yo quiero curar, a mi me gusta curar, me respondió. La miré a los ojos y volví a repetir lo que le había dicho anteriormente iniciando la frase con “piensa…”. Desde entonces albergo la esperanza de que “lo piense” ya que en cualquier especialidad podrá ser una pieza importante en el avance del conocimiento por su capacidad de trabajo, por su voluntad, por su ilusión…pero, hoy por hoy, quiere tener un éxito garantizado, cuestión que es una incertidumbre en la exploración de lo desconocido.

Con posterioridad a ese día, de forma recurrente, mentalmente me planteo los siguientes interrogantes ¿Qué transmito a mis alumnos? ¿Solo conocimientos? ¿Soy capaz de contagiarles la alegría de saber? ¿Tendré la satisfacción de que alguno de mis alumnos y/o alumnas diga algo semejante a lo que dijo públicamente Margarita Salas…Severo Ochoa me enseñó la emoción de descubrir? No piensen que quiero igualarme con nuestro Premio Nobel aunque, ya me gustaría que alguna alumna mía fuese tan relevante en el mundo científico como Margarita Salas. Sin embargo, me pregunto ¿Cómo hacer? y a la vez envidio, el carisma o buen hacer de las personas que tuvieron éxito en el mundo científico, como Thomas H. Morgan (premio Nobel de Medicina y Fisiología de 1933) que además de aportar conocimientos muy importantes a la Genética algunos de sus estudiantes fueron también Premios Nobel como G. W. Beadle (1958). El Premio Nobel de Medicina, Psiquiatría y Neurofisiología en el año 2000, Erik Richard Kandel, escribió que debemos a T. H. Morgan el que la Biología se convirtiera en una ciencia experimental.

Es cierto que no siempre en los estudios de secundaria se manifiestan todas las aptitudes de los estudiantes, están en una edad de cambio, de rebeldía y de descubrimiento de muchas cosas, todo ello influye en su rendimiento escolar de tal forma que pasado el tiempo emergen excelentes profesionales. Así sucedió, según consta en su biografía, con Don Santiago Ramón y Cajal premio Nobel de Medicina en 1906, español y Nobel anterior a T. H. Morgan. Santiago Ramón y Cajal si bien fue un estudiante rebelde para iniciar sus investigaciones compró con sus ahorros todo el instrumental y reactivos necesarios, y su inteligencia y constancia le llevaron a conseguir el Nobel ¿Qué sería de la neurociencia sin S. Ramón y Cajal? Mi exalumna no era conflictiva, si no responsable y, también, constante pero me olvidé de hablarle de nuestro Premio Nobel, así como del Instituto Cajal, centro de investigación español especializado en neurobiología. Dudo de la importancia que pudieran tener estas informaciones en su decisión, muchas veces la falta de información nos lleva a tomar decisiones erróneas y ello me provoca un tenue sentimiento de culpa, en el caso de que le ayudase a descubrir nuevos horizontes.

Junto con estos científicos de renombre están los “sin nombre”, los olvidados, los que forman parte de los equipos de investigación que hasta hace pocos años ni eran nombrados, los que no pasan a la historia. ¿Como pedirles renuncia y sacrificio cuando toda persona anhela tener éxito y reconocimiento? ¿Cómo transferirles la emoción por investigar? ¿Cómo? Cuando la situación económica del país no oferta esperanza. En 1982 Severo Ochoa recibió el Premio Ramón y Cajal del MEC de manos de S. M. El Rey Don Juan Carlos que en su discurso dijo:… confío en que vuestra constante y creciente atención a estos quehaceres evite que los jóvenes y futuros investigadores tengan que trabajar en otras partes por no encontrar aquí los estímulos y recursos necesarios…Severo Ochoa murió en 1993 previamente a su muerte publicó su biografía titulada La emoción de descubrir. Tal vez su lectura le transmita su ilusión y perseverancia, el no tener miedo a emigrar con tal de conseguir el objetivo a aquellos que ya les haya picado el gusanillo del investigador como a Joan Massagué que es un referente mundial en la investigación contra el cáncer. Massagué considera fundamental que antes de los diez años se eduque en “poner en valor el prestigio social de los científicos” ya que es cuando se desarrollan los talentos. Si tiene razón a los 16 años llegamos demasiado tarde.

A pesar de este oscuro horizonte a alguno le pica el “gusanillo” porque tengo noticias de que un exalumno se ha ido este curso a rematar sus estudios de medicina a Alemania, para ello estudió alemán durante el verano y está encantado, parece ser que allí se siente más partícipe, más vivo. Era y, por los hechos, es un excelente alumno. ¿Sentirá la emoción por descubrir? Si la siente ¿la heredó o le fue transmitida? ¿Cómo? Cuantas preguntas y cuantas dudas.