29 de enero de 2023

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Estefanía Hita Egea, Universidad Internacional de Valencia

La llegada de LOMLOE a las aulas ha recuperado el habitual debate entre un tipo de educación más tradicional y el enfoque competencial con el que la nueva ley quiere transformar la manera de enseñar.

Además, viene acompañada del laberíntico trabajo de concreción curricular y de integración de las diferentes competencias clave y específicas que permita a los docentes reorientar las prácticas educativas para el desarrollo de situaciones de aprendizaje competenciales.

El nuevo paradigma educativo deja a un lado el proceso memorístico del aprendizaje para dar paso a metodologías activas que permitan fomentar el espíritu crítico, la autonomía, la cooperación o la motivación, entre otras.

El perfil de salida del alumno, uno de los elementos más novedosos de la ley, es, sin duda, el eje central en el que deben confluir los diferentes elementos curriculares que, en consecuencia, deben marcar las prácticas educativas que se llevan a cabo en las aulas, algo positivo a nivel teórico, pero no tan fácil de llevar a la práctica.

Implantación en el aula

Una de las mayores novedades de LOMLOE es la irrupción de las situaciones de aprendizaje que, según el Ministerio de Educación, “representan una herramienta eficaz para integrar los elementos curriculares de las distintas materias mediante tareas y actividades significativas y relevantes para resolver problemas”.

Estas situaciones de aprendizaje deben estar contextualizadas, es decir, deben estar vinculadas con la vida real y, en ellas, se deben trabajar los diferentes saberes de forma competencial. Además, la elaboración de un producto final es clave en este tipo de trabajo, el cual los alumnos van “fabricando” desde que arranca la situación de aprendizaje planteada.

En consecuencia, el día a día en el aula se transforma: pasamos de aulas donde los alumnos miran hacia delante y el profesor explica desde una pizarra, a aulas donde los alumnos trabajan de forma cooperativa y el docente se encuentra en movimiento, guiando estos aprendizajes y comprobando que, realmente, los alumnos están aprendiendo.

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Competencias digitales

Otro de los enfoques de la normativa es “conceder un papel central al desarrollo de la competencia digital” y para ello se hace hincapié en la necesidad de integrarlas de forma eficaz en los procesos de aprendizaje.

Por tanto, las nuevas tecnologías (internet, dispositivos, programas y aplicaciones informáticos) se convertirán en un elemento clave para impulsar el aprendizaje. Los alumnos aprenderán a utilizarlas de forma correcta y eficaz para resolver problemas, mejorar sus habilidades de comunicación y ampliar su conocimiento.

Para ello, contarán con robots, impresoras 3D u otros dispositivos electrónicos que, a partir de ahora, serán parte del mobiliario del aula.

El aprendizaje, por tanto, se convierte en un proceso reflexivo y constructivo, donde el alumno crea el conocimiento partiendo de lo que previamente ya conocía. Los alumnos se enfrentarán a diferentes tareas que les resulten interesantes y que, estimulando su motivación, generen un aprendizaje significativo.

¿Cómo se evalúa?

No podemos olvidar que LOMLOE también trae novedades a nivel de evaluación, y en su artículo 20 señala que “la evaluación del alumnado será global, continua y formativa, y tendrá en cuenta el grado de desarrollo de las competencias clave y su progreso en el conjunto de los procesos de aprendizaje”.

¿Qué conlleva este cambio? En primer lugar, se deja atrás un modelo basado únicamente en exámenes para incluir el uso de un amplio abanico de instrumentos de evaluación que nos aporten información sobre la adquisición de las diferentes competencias.

Las rúbricas, listas de cotejo o escalas de observación pasarán a ser parte del día a día en las aulas y convertirán la evaluación en una herramienta de aprendizaje que ayudará a alumnos y profesores a tomar las decisiones necesarias para avanzar en el camino del aprendizaje y la adquisición de diferentes habilidades.

Se acabaron las notas numéricas

Es importante señalar que la evaluación en LOMLOE es una evaluación criterial, en la cual los docentes deben evaluar cada uno de los criterios de evaluación que, previamente, se han trabajado en el aula, por lo que el clásico concepto de “nota” se pierde para dar paso a una evaluación formativa que busca la mejora constante del proceso de enseñanza–aprendizaje.

Este aspecto también afecta a la información que las familias reciben sobre sus hijos e hijas, ya que los boletines de notas, tal y como los conocíamos, desaparecen y se convierten en informes cualitativos sin nota numérica (salvo en bachillerato) que informan sobre el avance de cada alumno y alumna a nivel competencial.

Distancia de la teoría a la práctica

En esta ley, normativamente correcta, existen una serie de planteamientos que, a priori, conseguirían la mejora de la educación. En la práctica, la falta de recursos y la escasez de medidas organizativas que apoyen la implantación de dicha ley son un obstáculo para conseguir el verdadero objetivo. Impiden que el profesorado pueda implantarla de forma eficaz y, a su vez, que las familias puedan comprender cómo se está llevando a cabo, algo que genera incomodidad.

Aun así, familias y profesores debemos seguir el consejo de Dori y “seguir nadando” para conseguir que todos los alumnos y alumnas aprendan de forma eficaz y consigan adquirir todas las habilidades necesarias para el siglo XXI.The Conversationhttp://theconversation.com/es/republishing-guidelines —>

Estefanía Hita Egea, Docente y formadora de profesorado experta en tecnología educativa y liderazgo., Universidad Internacional de Valencia

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.