29 de marzo de 2019

Dra. Florinda González Villafuerte. Tapachula, Chiapas; México.
Ser docente, desde la simplicidad de la frase nos adentramos en dos concepciones que tienen un lazo invisible que los une; el ser como la esencia de nuestra humanidad y la función primaria del hombre cuando vive en comunidad: enseñar; permitiendo de este modo tratar de vivir en armonía uno con el otro.

En esta relación de enseñar-aprender como si fuera algo estático en donde el que enseña es el docente y el que aprende es el alumno nos obliga a hacer un alto y reflexionar ¿Cómo aprendemos a enseñar? Entonces la relación se tiene que representar, siendo realistas, como espacios en donde nuestra posición es de alumnos y después retomamos la de docente para empezar otra vez en un espiral sinfín.

Pero ¿cómo aprendemos? ¿Qué permite al ser humano aprender y sobre todo en áreas específicas que hacen la diferencia entre uno y otro?, el que sobresale porque es capaz de resolver un problema haciendo gala de sus conocimientos en álgebra, otro que transforma materiales en obras extraordinarias salidas de su imaginación, aquel que escribe poemas con una sensibilidad e inspiración enfocadas a la naturaleza, al amor, a la vida o aquel que ejercita su cuerpo y hace piruetas en el aire, en el agua, son grandes deportistas; en el campo que sea al hombre lo impulsa la motivación, la curiosidad por conocer lo lleva a aprender, el aprendizaje como un proceso dinámico, personal, regulado por factores internos-externos, continuo, lo que implica que si se rompe no se llega al objetivo y se tiene que cambiar el enfoque o buscar una alternativa distinta, pero siempre puestos los ojos en eso que se quiere.

Si consideramos que aprendizaje es todo conocimiento producto de las experiencias en donde intervienen nuestros sentidos, es personal, es social y está regulado por mecanismos genéticos y evolutivos, así como estados emocionales que ayudan en la “puesta de atención”, en la memoria “selectiva” que se hace presente en el momento oportuno como una ventana que se abre hacia “afuera” para dejar pasar nuevos conocimientos y que se abre “hacia dentro” para dejar “ver” los andamiajes con los que cuenta tomando aquellas estructuras que permitirán la construcción de los nuevos conocimientos.

Este aspecto del aprendizaje humano, que siempre estará permeado por las interacciones del sujeto a partir del accionar de sus sentidos, lo que le permite comunicarse con otros por medio del habla, de la tecnología o de cualquier otro medio que alcance el mismo resultado; dentro de los objetivos de la comunicación se tiene el compartir experiencias para seguir aprendiendo, el contrastar resultados le permite establecer rutas, desechar aquello que no favorece el motivo de su búsqueda para el nuevo conocimiento, con cada nueva interacción va adquiriendo más destrezas, más elementos de apoyo para nuevas experiencias y las nuevas oportunidades propician el abrir la ventana hacia afuera, porque se sigue acrecentando el conocimiento y sigue abriendo la ventana hacia dentro para ver sus posibilidades de crecimiento.

Enfocándonos en el aprendizaje del alumno, motivo principal de nuestra acción docente, y sabiendo el “cómo” se aprende entonces nuestra actuación ante él debe tener características tan significativas como si nos estuviéramos viendo ante un espejo y pensar “cómo aprender si yo fuera él”, “qué hago para adquirir un nuevo conocimiento”, “como adolescente qué me motiva” y sabiendo además que una de las bases del aprendizaje se sustenta en la interacción del sujeto con todo lo que lo rodea y que es a través de los sentidos “lo que ve”, “ lo que oye” “lo que huele”, “lo que siente” y es también a través de la experimentación como puede interpretar los fenómenos y transformarlos en nuevos conocimientos.

Diseñar estrategias de enseñanza-aprendizaje es por lo tanto un problema de dos, no podemos diseñar una estrategia sin pensar en el sujeto motivo de nuestra acción, por ello siempre como docentes debemos de tener una imagen especular que nos guiará para integrar las estrategias de enseñanza, las cuales deberán de traer consigo experiencias que se disfruten, que sean significativas y en donde el alumno tenga la posibilidad de interactuar usando los sentidos para que el recuerdo de lo vivido se traduzca en experiencias que lo lleven a la reflexión, este “hacer-pensar”, “hacer-reflexionar” lo llevará a un nuevo conocimiento.

Los que estamos dedicados a la acción docente no debemos olvidar que las bases del aprendizaje están permeadas por ese cúmulo de interacciones del aprendiz con su entorno, esas nuevas percepciones dan como resultado conocimientos nuevos y traen al mismo tiempo espacios de reflexión así como interpretaciones de la realidad que modifican sus percepciones y lo invitan a seguir experimentando alcanzando procesos cognitivos más asertivos.

Continuando con la pregunta de ¿Cómo aprendemos? Cuya respuesta según muchos estudiosos del tema nos dicen que es a partir de las interacciones con nuestro entorno y del uso de nuestros sentidos, de las experiencias vividas; surge otro enfoque más que se adhiere a los factores socioculturales y emocionales, basándose en cómo el cerebro humano es capaz de procesar la información y alcanzar el aprendizaje tomando en cuenta las posibilidades y las diferentes edades de los sujetos o aprendices; este enfoque conocido como neurociencias determina que el papel que juega el cerebro para el aprendizaje depende de múltiples factores pero sobresalen los mecanismos genéticos, evolutivos, los factores ambientales, los factores emocionales que tienen como eje de acción el cerebro produciendo cambios en la estructura y la función de las células nerviosas que actúan en los procesos cognitivos; es decir que tiene una base biológica tanto el lenguaje como la memoria, la atención, los procesos de lectura, escritura, el cálculo, el lenguaje, etc.

¿Qué debemos hacer?

Potencializar esos mecanismos, distinguir cuáles son las áreas menos eficientes y trabajar con ellas, diseñar estrategias de enseñanza aprendizaje con la “medida justa” para cada caso, eso implica además de apoyo profesional, trabajar con profesionalismo, sabiendo que el ser humano puede aprender en cualquier etapa de su vida aún en condiciones de desventaja enseñando a partir de las posibilidades de cada cerebro.

Como docentes la garantía que tienen los alumnos a partir de nuestra participación en su formación debe ser la certeza de que hacemos nuestro trabajo con responsabilidad, pero sobre todo con el conocimiento de que hay diversas estrategias de enseñanza para apoyarlos en su aprendizaje.

Nuestra responsabilidad es procurar que siempre puedan abrir la ventana hacia dentro para garantizar esas estructuras sólidas que les permitan seguir abriendo la ventana hacia afuera.