8 de noviembre de 2019

Mag. Susana Alicia Bartolotta. Buenos Aires. Argentina.

En el siglo XXI nadie pone en tela de juicio el carácter cultural de la ciencia en el contexto de la enseñanza y la valoración democrática de conocimientos que han impregnado la sociedad. Sin embargo, en todas las propuestas formativas, desde la educación primaria hasta la formación de profesionales de las ciencias y las tecnologías, no se ha consolidado el andamiaje para provocar un real impacto en todos los ciudadanos, transcribiendo una demanda de innovaciones significativamente claves.

La imagen de un profesor transmitiendo conceptos acabados y un grupo de alumnos tratando de absorberlos en forma pasiva, aún dibuja las postales de muchas aulas en Iberoamérica. En este sentido, el reto para el cambio se impone como imprescindible para educar a una ciudadanía que pueda participar en la toma de decisiones sobre aquellos productos de la tecno-ciencia que favorecen su calidad de vida o bien se constituyen en potenciales riesgos para su bienestar.

La formación en cultura científica ha de ser dirigida a todos los estudiantes en todos sus niveles de formación y para ello es necesario un ajuste curricular, docentes adecuadamente formados para facilitar el aprendizaje autónomo de sus alumnos, materiales educativos especialmente diseñados para acompañar a cada uno de los procesos y políticas educativas que no solo gestionen el marco teórico de una propuesta para el cambio sino también y en simultáneo, lancen programas de actualización docente y a la vez oficien de contralor de los avances y las dificultades que afloren en su implementación.

La formación docente de calidad es un verdadero punto de inflexión para acompañar la responsabilidad de aprender del alumnado. Transformar la clase de ciencias en una verdadera comunidad de aprendizaje no es una tarea sencilla, pero se facilita cuando el docente conoce el real contexto de la dinámica en la producción de conocimientos científicos y tecnológicos, se apropia de sus herramientas para la enseñanza, fomenta la formulación de buenas preguntas a los objetos de estudio, dispara su creatividad para diseñar nuevos materiales que despierten el interés de los alumnos, guía las indagaciones y la resolución de situaciones problemáticas abiertas, facilita el diseño de modelos explicativos inherentes a la ciencia escolar, coordina genuinos debates en el aula, acompaña la re-significación de conceptos, evalúa las diferentes etapas de progresión de los aprendizajes y asiste a sus alumnos en una inmersión gradual en la cultura científica.

Iberoamérica tiene pendiente este desafío y valiosas propuestas para el cambio despliegan una variedad interesante de instrumentos para cultivar el germen de un giro innovador.

En este sentido, los siete contenedores para la cultura científica se constituyen en instrumentos que ofrecen materiales que colaboran en la actualización del conocimiento, promueven el fomento de vocaciones científicas hacia las ciencias y las ingenierías y se transforman en verdaderas herramientas para sembrar los gérmenes de una cultura científica indispensable para todas las personas.

Los materiales brindados en los contenedores expresan centenares de propuestas didácticas sencillas y diversas para promover la cultura científica como prioridad educativa y superar las fronteras entre las diferentes disciplinas. Las diferentes secciones trascienden las actividades formativas tradicionales ya que avanzan desde los conocimientos básicos de la tecno-ciencia hacia contenidos que promueven la reflexión sobre dilemas éticos de la investigación científica, el conocimiento de la dimensión política del quehacer científico, así también de los riesgos de los impactos de la ciencia y la tecnología en las sociedades actuales y futuras. Los docentes pueden utilizarlos directamente o bien recrearlos según la cultura de cada región hasta apropiarse de la modalidad y diseñar sus propios materiales a futuro.

El cambio de paradigma que abandona la utopía y alcanza un escenario donde las acciones educativas preservan y potencian el real compromiso para inspirar el interés por la cultura científica, ha de permitir a nuestros jóvenes alcanzar no solo una comprensión más ajustada del mundo moderno, sino también una activa transformación de sus estilos de vida y de aquellas decisiones individuales y colectivas que puedan beneficiar o perjudicar un desarrollo sostenible.

En este contexto, es clave aunar esfuerzos para hacerlo posible, tan extraordinarios y prometedores como los mismos pasos que dibujan el avance de la ciencia y la tecnología en nuestra sociedad.